Capítulo 18

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  Lo último que recordaba Valentina era estar en el coche, observando como el rostro de Lucas cambiaba desde la ternura a la suma preocupación. Todos sus rasgos se habían alterado de forma considerable, e incluso, ahora que estaba a punto de llegar a casa le daba miedo preguntarle qué demonios le sucedía.

Aparcó delante de la puerta y continuaba tan silencioso como cuando, Valentina, con sumo cuidado lo había ayudado a levantarse del suelo y prácticamente, como si fuera un niño pequeño, lo metiera dentro del coche. Pero ya estaba harta, necesitaba que ese hombre reaccionara.

–Lucas –lo llamó colocando una mano encima de la de él.

El guerrero se retiró de ese contacto abruptamente, como si ella fuera peligrosa. Después la miró y el gesto preocupado, casi dolido que vio en ella, lo alarmó.

–Lo siento...

– ¿Qué te pasa? –interrumpió la muchacha.

–Nada. Entra en casa, yo esperaré aquí fuera.

–No pienso entrar hasta que no me digas que te ocurre.

Estaba decidida, con el cuerpo preparado y el mentón en alto. Los parpados del guerrero se cerraron y se dejó caer en el sillón, luego, tras pasarse la mano por el pelo abrió sus ojos y los fijó en la noche oscura que se presentaba ante él.

Después de la noche vivida no encontró la mentira más creíble para poder convencer a Valentina. Había jugado con su mente tantas veces, borrando su memoria, tranquilizando a ese asustado cuerpo tantas veces que... la fuerza y las ideas se escapaban a su voluntad.

Por un breve instante sintió la necesidad de contarle la verdad, de decirle que en su interior tenía una vida por abrirse camino, un ángel que para nada se describía como su nombre decía, ella era una bomba, ya fuera para bien o para mal, esa mujer representaba la salvación de tres razas o la guerra de dos y el daño colateral de la más débil.

Bufó, agotado y se volvió hacia ella. Valentina continuaba tan igual a como antes, esperando.

–Estoy cansado –murmuró y se sorprendió de que su mente, en un azote más de incomprensibles palabras, diera una respuesta tan mala.

Como creía y como pensó, ella no se lo creyó.

–Mientes muy mal, deberías aprender hacerlo...

–Ha sido una noche intensa.

–Para mí también.

Cerró los ojos, imitando, o tratando en balde de imitar un cansancio, aunque lo que de verdad le pesaba era la culpabilidad.

–Es mejor dejarlo aquí. Mañana será otro día. Con las ideas claras hablaremos.

–Mañana continuaras con lo mismo. –Ella bufó–. ¿Por qué todos sois iguales?–Se volvió y lo observo, directamente a los ojos–, háblame, cuéntame que te pasa. Puedo ayudarte...

– ¡No hay nada más! –espetó crispado–, porque demonios no dejas de insistir, no tengo porque contarte mi vida sino quiero.

Ella abrió los ojos sorprendida por la violencia de él.

–Tienes razón –dijo dolida–, disculpa. Ya no cometeré el error de preguntarte nada más.

Con rabia y dolor, abrió la puerta del coche y salió disparada. Lucas golpeó el volante con fuerza y salió disparado detrás de ella. La atrapó antes de que llegara al porche de la casa. La tomó del brazo y tiró de ella para pegarla a su cuerpo y abrazarla.

Valentina, que lo tomó por sorpresa soltó un grito que fue inmediatamente apagado al chocar su nariz con el pecho de él. Al principio tensa, intentó quitarse ese enorme cuerpo de encima pero él, decidido no la dejó, después, rodeó con sus fuertes brazos el pequeño cuerpo de la muchacha y presionó.

El Encuentro Del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora