seis

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   Los amigos de Fran llegaron cerca de las nueve con pizzas y varias latas de cerveza. Nos sentamos en el piso alrededor de la mesa ratona del living y como me pidieron que me encargara de la música, puse Serú Girán, con miedo a que me dijeran que lo cambie a algo más de fiesta, lo que afortunadamente no pasó. Estuvimos un par de horas jugando juegos de mesa y hablando de cosas sin mucho sentido hasta que Mateo le dijo algo al oído a Fran y él se rió. Acto seguido se levantaron y luego de avisarnos que ya volvían, se encerraron en la habitación.

   Yo no había querido tomar tanto alcohol porque al día siguiente trabajaba y porque ya había pasado vergüenza la noche que los conocí a ellos dos. Sin embargo, cuando me quedé sólo con Nacho, deseé estar ebrio. Era bastante incómodo no saber de qué hablar, sumado a intentar no pensar en todo lo que podían estar haciendo Fran y Mateo.

   Nacho parecía más extrovertido que yo y sacó el mejor tema de conversación para mí, que siempre era hablar de Charly García y sus bandas. Para esa altura de la noche ya había pasado la mitad del álbum Bicicleta y él tarareaba una de las canciones, lo que hizo que me cayera mejor. Desde chico podía conectar más con las personas que tenían gustos musicales similares a los míos.

―¿Saliste con la chica del bar? ―Me preguntó después de un rato.

―Sí, pero no me gustó mucho ―respondí ―o sea, era re linda pero no sé, no era mi tipo supongo.

―¿Y cuál es tu tipo? ―Hizo un movimiento casi imperceptible para cualquiera, yo que estaba sobrio, noté cómo su mano se deslizaba por el piso hasta casi rozar la mía.

   Sentía un poco de doble intención en su tono de voz y se me cruzó por la cabeza que dejarnos solos era un plan de Francisco. Quería creer que nunca me haría una cosa así sin preguntarme previamente. Traté de guiar mis pensamientos a la idea de que no era tan extraño que se me insinuara un hombre que había besado a mi mejor amigo mientras aún estaba con su pareja.

―No sé si tengo un tipo ―tartamudeé.

―A lo mejor tu tipo no son las mujeres ―su mano había ascendido hasta mi pierna derecha y dibujaba círculos con sus dedos sobre mi pantalón ―¿probaste alguna vez con un chico?

―No, me gustan las mujeres ―afirmé, sin poder apartar su mano de mi cuerpo.

―¿Estás seguro? ―Dejó de hacer círculos para subir y bajar toda su mano desde mi cadera hasta mi rodilla.

―¿Si?

―Eso no sonó muy convincente ―despegó su espalda del sillón y se arrodilló para quedar más cerca mío.

   Estaba en una especie de trance, una parte de mí quería correr atrás de Fran y pedirle que lo echara, y otra parte mía, más grande o más dominante, me hacía estar un poco hipnotizado en sus ojos verdes y sus rulos oscuros. Bajé la vista a sus tatuajes y sentí algo encendiéndose en mi interior, un fuego que había sentido sólo una vez en la vida hacía mucho tiempo y del que sólo recordaba la sensación pero no la situación en la que había ocurrido. Volví a sus ojos y le dije:

―Creo que ya no estoy tan seguro.

―¿Querés sacarte la duda? ―me contestó con una sonrisa.

   Los nervios me invadieron y no supe cómo reaccionar, si Francisco hubiera salido en ese momento de su habitación, nos habría interrumpido y yo podría haber hecho de cuenta que no había pasado nada. En lugar de eso, estaba solo con mi suerte sentado a centímetros de un hombre del que no podía determinar si siempre me había parecido lindo o si era algo nuevo. ¿Quería sacarme la duda? Sentía que la etapa de experimentar estaba más ligada a los veintes, aunque tampoco me parecía tan terrible, en el peor de los casos, no sería el primer beso que daba y no me gustaba. Observé la pared con las fotos y encontré una mía con Fran, me pregunté qué habría hecho él en mi lugar y cuando la respuesta apareció en mi mente, me acerqué a Nacho y lo besé.

220; esteban x francisco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora