Capítulo 13

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El tic tac de su reloj le indicaba a Nathan que el tiempo seguía en curso. Que pase lo que pase, haga lo que haga, seguiría en esas cuatro paredes revisando ensayos desastrosos de alumnos desastrosos.

Dejo la pluma a un costado y tomo otro cigarro de su abrigo, ahora que se da cuenta, le falta muy poco para que se acabe la cajetilla y este era el quinto del día.

—Mis dientes se van a amarillar —murmuró Nathan en su idioma natal, dudando de si encenderlo o no, pero el dolor y el estrés de esos días, lo obliga a buscar alternativas para tranquilizar sus nervios.

Rápidamente saco el encendedor y se dejó embriagar por la sensación de tranquilidad y sosiego.

Expulsando el humo masajeo con delicadeza la rodilla, durante los cambios de climas, es cuando se pone más sensible y el dolor incrementa obligandolo a sentarse por más tiempo.

Ese tipo de inutilidad hace que Nathan se enfrasque en un mal humor que le es difícil de lidiar, especialmente tener que observar el rostro de la persona que menos quiere ver.

Había aceptado el trabajo por Charlotte, y realmente le esta siendo más difícil que antes. Los jóvenes con complicados de entender, él fue uno de ellos y siempre se ha caracterizado de ser distinto, pero no tan problemático al punto de sacarle las casillas con estupideces.

Cometía sus estupideces, pero al menos era discreto para hacerlo.

Cerro los ojos y dejó influenciarse por el olor del cigarro quemar.

—Es idéntica —dijo Nathan con lamento—. Tan insoportable y ruidosa.

Esa niña era el problema de Nathan.

Puede lidiar proteger una piedra que no le traerá beneficios, revisar esa bestia cada cierto tiempo, e incluso recibir un mordisco de por medio.

Pero Nathan no puede lidiar con una niña que le sorprende con cualquier tontería.

Pelear con un trol, usar la escoba con habilidad y que en su primer partido sea maldecida obligandolo a controlar para que no caiga de gran altura, que juegue en sus clases y que maldiga a sus compañeros de casa con un maleficio doloroso y difícil de quitar.

Ese último no pudo evitar reírse un poco.

Pero lo demás deja a Nathan exhausto y estuvo pensándolo de si realmente ese es su objetivo en esas cuatro paredes, cuidar de una niña que la muerte le persigue como un niño caprichoso por un dulce.

¿Valdrá la pena?

—He venido a hablar contigo —dijo una voz haciendo que salte de su sitio.

Nathan no lo había oído llegar, ni cuando el azabache se poso frente suyo con la cara manchada de cenizas que viajar en chimenea genera.

Miro los ojos avellanas, esperando encontrar ese brillo alegre que tanto lo caracteriza y poderle quitar un poco de esa alegria para sobrevivir.

Solo ladeo la cabeza.

—Dime, James, en que te puedo ayudar —dijo Nathan haciendo aparecer un silla frente su escritorio.

El hombre vestía como un auror, un traje a la medida con un chaleco de varios broches dorados, comodo, una capa negra sobre sus hombros que le llega mas arriba de las rodillas y sus implementos sobre su cuerpo que Nathan prefiere no curosear.

Sigue viéndose bien, admitió Nathan conteniendo una sonrisa ante la imagen.

—¿Por qué demonios mi hija me dice que quieres robar la piedra Filosofal?

Hey Jude | Wizarding World Where stories live. Discover now