Epílogo

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—Es mala idea, no me agrada que hables con él y solo te molestará.

Esas eran los consejos que Sirius le daba cada vez que James tenía pensado lo que siempre tiene pensado.

Tener que nuevamente dirigirse hacia las profundidades de las mazmorras hizo que James pierda la poca dignidad que tenía y oiga a Sirius gruñir en su mente por haber ignorado su petición, pero tiene que conversar, tiene que aclarar ciertos puntos que le parecen incongruentes.

Desde ese día, del 31 de octubre, supo que algo estaba mal.

La profecía estaba escrita, ¿por qué demonios Dumbledore y Nathan le estaban ocultando las cosas?

No tocó, solo abrió con su varita la puerta y se encontró obviamente a Nathan fumando uno de sus cigarros con el cabello desordenado y el rostro cansado. Eran apenas las seis de la tarde y por la cantidad de cenizas y colillas que había en el cenicero, intuía que habría fumado una buena cantidad.

—Potter, qué linda manera de irrumpir en mi oficina —dijo Nathan con los ojos brillantes—. Cierra la puerta y siéntese.

James hizo caso a cada indicación, mientras que Nathan desaparecía todas las cartas de su escritorio y apagaba el resto del cigarro para juntar sus manos sobre el escritorio y mirarlo.

—Habla —ordenó James brusco—. Ocultas algo. Dumbledore oculta algo. Vamos, no hagas que te obligue a hacerlo.

—¿Eres capaz de obligarme? —preguntó Nathan sonriendo de lado, amenazante—. ¿Tienes esa capacidad, mi querido Jamie?

—¿Me crees incapaz? —cuestiono James sentándose en la silla—. No me importa si te lanzó una imperdonable o te obligó a tomar el Veritaserum que hay en la esquina de esa repisa. Vas a hablar.

Nathan río y recargo su cabeza en su mano izquierda. Estaba muy relajado, como si hubiera consumido algo que lo mantiene sosegado. Dócil.

Como para hablar.

—Bueno, supongo que tienes razón, pero debes de ser más específico —dijo Nathan riendo—. No conseguiré seguirte el rollo.

James sólo rodó los ojos.

—Clarissa ha dicho que fue Lidia quien mató a Voldemort —comenzó James aún sensible por lo anterior—. Que se dio cuenta qué, en el momento que la eligió se equivocó de niña.

Nathan tomó su pluma, toqueteandolo con dulzura el suave y colorido pelaje, como si se tratara de un animal sagrado o le parecía divertido entretenerse en una situación así.

—Tienes razón. Voldemort se equivocó y Lidia sabía de eso —admitió Nathan—. Todos ustedes saben eso. La profecía lo ha escrito así. ¿Lo recuerdas?

¿Sí lo recuerda? Lo sabe de memoria. Lo ha estado pensando todo este tiempo. Desde que se lo contaron, hasta la actualidad.

—«El único con poder para derrotar al Señor tenebroso se acerca. Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida...»

El rubio asentía a cada palabra.

—Clarissa cumple con casi todas las características —dijo Nathan con obviedad—. Nació a finales del séptimo mes, Charlus y Clarissa como tú y Lily lo desafiaron tres veces y ella sería mestiza si fuese realmente tu hija. Es lo que todos saben. Y eso llegó a oídos de Lord Voldemort.

Hey Jude | Wizarding World Donde viven las historias. Descúbrelo ahora