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La noche estaba más fresca que de costumbre por la lluvia veraniega de esta mañana. En el balcón la brisa era agradable y...solitaria.

Estaba sola de nuevo.

Las veces que he intentado hablarlo con Ethan parecía totalmente desentendido, tal vez lo nuestro esté pasando por un bache.

El sonido de mi teléfono llamó mi atención y me acerqué a él. Era un mensaje de Benjamín, pero no me molesté en leerlo, volteé el móvil y volví a sentarme.

Julio se estaba acabando y no tenía planes, viajes, ni aventuras. 

Cansada del silencio decidí poner música para al menos tener algo de fondo que cubra el silencio.

Las canciones solo me hicieron acurrucarme en el sillón mirando las luces de la ciudad. Pero algo me sobresaltó, el timbre de casa.

Logré llegar a la puerta, ¿cómo ha logrado entrar al edificio?

Me asomé por la mirilla y pude ver a Benjamín en pijama, llevaba una tarrina de helado sujeta con el brazo, una bolsa de patatas colgando de la mano y cerveza en el otro brazo, su cabello estaba en un moño extraño.

Abrí la puerta con cara de ver a un caballo.

–¿Qué haces aquí?

–Estas mal, ¿no?–Sin preguntar se coló por la puerta y decidí cerrar.

–¿Cómo lo sabes?–Me apoyé en la puerta mirándolo.

–Sexto sentido, sentido arácnido o sentido femenino.–Levanta la comida.–A la terraza anda.

Me quedé un momento pensando mientras él se acomodaba al lado de mi asiento, parecía cansado, pero estaba aquí.

Decido ir con él y me dejo caer a su lado.

–¿Me vas a decir ya qué haces aquí?

–No me respondías los mensajes.–Abrió las patatas.–Así que o te habías muerto o estabas de bajona.

–¿Has venido a otra ciudad a las 12 de la madrugada sólo porque no te respondía los mensajes?

–No, he venido a las 12 de la madrugada porque me necesitabas.–Me corrige.

–No te necesitaba.

–Siempre me necesitas.–Se come una patata y se abre una lata de cerveza.

Apoyo la cabeza en su hombro cerrando los ojos y él se acomodó mejor para que estuviéramos cómodos.

–¿Me vas a decir que te pasa?–Susurra contra mi cabeza y me encojo de hombros.–Irina...para ser psicóloga eres muy mala paciente.

–Es que...debo ser tan estúpida.–Giré la cara para esconderla en su brazo, olía bien, no llevaba perfume, era él.

–¿Por qué?

–Ethan está rarísimo, no viene apenas a casa, se la pasa en el trabajo o con "los amigos", Ethan no tiene amigos.

Lo noto retener una risoteada y se aclara la garganta.

–Lo mismo tiene amigos nuevos.

–No.

–Ah, pues no los tiene.–Abre otra lata de cerveza y veo de reojo que me la acerca.

Me acomodo y la agarro para dar un buen sorbo.

–Seguro tiene una buena razón, no te preocupes.–Me pasa el brazo por la espalda.

Cloud 2 (COMPLETA Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora