Capitulo 29

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   Furioso chasqueaba los dedos enviando llamaradas, no muy fuertes, hacia la pequeña figura uniformada que se hayaba a unos 20 metros frente a él.

   Aparte de Alphonse varios otros oficiales, Havoc y Riza por supuesto, veían cómo el Coronel y el Alquimista de Acero hacían un poco alarde de su poder. Estaban en la parte de atrás del complejo y había mucho espacio para crear un ambiente de falsa lucha.

   Mustang quería probar la alquimia nueva del niño de trenza y lo instaba a defenderse solamente. El chico aplaudía a veces y otras solo movía sus manos y sus llamas eran envueltas en una nebulosa azul, haciéndolas desaparecer antes de que llegaran al cuerpo del pequeño uniformado. Ni siquiera se movía de su lugar. Éso y el hecho de que había logrado que Grumman desistiera de ascender al muchacho después de hablar con él, le hacía hervir la sangre. El propio Fürher  le había comunicado su resolución después de hablar personalmente con el Alquimista de Acero y lo que más le molestaba era que le había dicho que había encontrado que era un muchachito muy correcto e inteligente, amable y hasta lo encontró muy apuesto. Se sentía orgullozo de que ése pequeño prodigio formara parte de su milicia.

   Para Mustang realmente el viejo estaba loco. ¿En qué mundo Edward Elric era amable y correcto? Podía aceptar que era lindo, sí, pero era grosero a rabiar, altanero y por supuesto jamás respetaba a la autoridad.

   De pronto un resplandor azul se formó frente a sus ojos y una barrera cubrió gran parte del patio, dejando del otro lado al pequeño alquimista. Luego de dar otro par de chasquidos pudo comprobar que era un escudo bastante eficiente.

   - No se vé cansado - Havoc recordaba cuando el niño se desvanecía por efectuar alquimia.

   - No. Mezcla alquimia y alkaestría - Al trató de dar alguna explicación- , pero se comerá toda la comida de un pelotón.

   La Teniente había escuchado al hermano menor y una sonrisa curvó sus labios. Vió que el Coronel ponía sus manos en las caderas. Se notaba realmente molesto.

   - ¿Ya puedo irme? - el niño uniformado le gritaba tras el escudo.

   Era consciente de todos a su alrededor y también de que el Coronel estaba molesto, pero era él el que quiso probar su nueva alquimia y desafiarlo dentro del complejo así que si era por que no pudo hacerle ningún daño con su fuego no era su culpa. Ahora solo quería ir a comer y tal vez lograra tomar una pequeña siesta así que esperaba con paciencia a que el estúpido Coronel lo dejara ir.

   - ¿Qué más puedes hacer aparte de protegerte?

   El idiota quería fastidiarlo. "Puedo cambiar tu cabeza de lugar y enviarla hasta el Norte" , pensó decirle pero se aguantó.

   - Aunque pareciera que no, - comenzó por escuzarse - necesito descanzar Mustang y comer..., ahora.

   El escudo se desvaneció y aunque el pequeño alquimista ya había expuesto su punto el hombre vió que esperaba su respuesta.

   - De acuerdo Acero. Puedes retirarte.

   El Coronel observó al pequeño uniformado caminar y acercarse a su hermano y luego desaparecer hacia el interior del Cuartel, seguido por Havoc. La Teniente le habló entonces a su lado.

   - Puedo preguntar con confianza, ¿Señor?

   - ¿Qué sucede Teniente?

   - ¿Qué hará si Edward sufre alguna descompensación en el Norte?

   - No se preocupe Teniente. Usted ya le puso niñeras ¿no és así?.

   La mirada penetrante del Coronel se fijó en sus ojos con firmeza, pues sabía perfectamente que la mujer tenía bajo vigilancia al pequeño alquimista desde antes y que después del secuestro seguramente no lo dejarían ni a sol ni a sombra, más otra pregunta le hizo ver que no podía responder con la verdad a todo.

ResilienciaWhere stories live. Discover now