Preludio al desastre

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Creías que habías logrado establecer un vínculo decente con Keegan pero ahora comprendías que no era así. Estar en el departamento, al final del día, no era muy diferente a estar bajo custodia en la base. No pedias demasiado, solo un poco de libertad pero incluso eso te fue negado por él.

El deseo de libertad es algo natural, incluso el mismo Keegan era un soldado luchando por la misma para lo que quedaba de su país, entonces ¿Por qué no podía ponerse un poco en tu lugar? No era tan difícil.

Esperabas no tener que ser así con Keegan pero no te quedo más opción. Eventualmente dejaste ver tu lado rebelde, inconforme con el estado actual de las cosas. Claro está, aquel detalle de hacerle comida quedo en el olvido, le habías tomado la palabra y solo te enfocabas en ti misma.

Y si antes hablaban poco, ahora ni siquiera se dirigían la palabra.

Incluso llegabas al punto de desobedecerlo por completo, saliendo del departamento durante todas esas horas que él no estaba. Realmente no hacías nada malo, simplemente te gustaba dar un paseo por la ciudad, pasar el rato bajo la sombra mientras veías a los demás hacer su vida. Durante tus recorridos llegabas a ver cosas que llamaban tu atención pero no te era posible pagar por ellas, tú no tenías dinero propio.

De vez en cuando te tomabas el tiempo y conversabas con aquellas personas mayores que quedaron solas al perder a todos sus familiares, escuchándoles por horas sobre cómo te contaban anécdotas vividas con sus seres queridos y el cómo les extrañaban tanto.

Estas personas tampoco tenían muchas cosas como tú, por ello, cuando se tomaban la molestia de regalarte algo, por más pequeño que fuera como muestra de su aprecio por ser una buena oyente, tú lo guardabas con cariño.

Pero aunque te escaparas de casa como una adolescente, siempre te mantenías alerta. No eras tan ingenua como para pensar que nada te pasaría y el miedo de volver a encontrarte con Gabriel estaba aún presente. Por ello siempre procurabas volver antes del anochecer.

Si Keegan se daba cuenta de esto o no, no lo sabias, el nunca hizo algún comentario al respecto. Y aunque lo hubiese hecho, le habrías recriminado por solo mantenerte ahí encerrada.

Aun así, el sentimiento de soledad no desaparecía del todo. Cuando regresabas al departamento te encontrabas con un lugar tan solitario y silencioso, frio. A ese sitio le faltaba eso llamado "calor de hogar", pero después de todo, este sitio era el espacio de Keegan, solo un lugar para comer y dormir un poco. No era un hogar.

Caminaste por la sala, jugando a tratar de no pisar las líneas que servían como parte del diseño del piso, como si al hacerlo te fuera a pasar algo o serias castigada. Tus pasos se terminaban volviendo pequeños saltitos por aquí y por allá, esquivando los muebles y dando vueltas igual que lo haría una bailarían de ballet. Tu pequeño juego termino al momento de llegar hasta la puerta de tu habitación, pero al hacerlo estabas sonriendo, pues habías completado con éxito tu "misión" de llegar sin haber pisado una sola línea.

Una vez dentro, te fuiste despojando una a una de tus prendas hasta quedar desnuda. Ingresaste al cuarto de baño y dejaste que la bañera se fuera llenando lentamente de agua tibia, era un milagro que aun estuvieran en funcionamiento las bombas de agua de la ciudad, por lo que pedir que saliera agua caliente ya sería demasiado. Cuando llego a la altura ideal, te introdujiste en la misma, dejando que el agua cubriera tu cuerpo. Te deslizaste un tanto, de modo que ahora tu cabeza estaba apoyada contra el borde de la bañera y el agua llegaba a cubrir tu rostro por debajo de la nariz, solo lo suficiente para permitirte respirar.

Cerraste tus ojos, dejando que cada musculo de tu cuerpo se relajara.



¿Obligación o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora