6 - Lisa

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Mi paso era tambaleante y tuve que apoyarme en todas la superficies posibles antes de poder siquiera intentar enfocar la vista. Me sabía el camino de memoria, por lo que no fue tan difícil llegar allí.

La campanilla resonó al pasar y ni siquiera le dirigí una mirada antes de casi correr a la barra. Cerré los ojos y creo que ella saltó el mostrador, pues en un instante estaba conmigo, abrazándome como hace algunos días.

Lloré sobre su hombro, ella acarició mi cabello y creo que varias hebras se fueron entre sus dedos. Escuché su suspiro y la forma en la que la saliva pasó por su garganta.

¿Me tendría lástima?

Negué. Jennie no me tenía lástima, Jennie se preocupaba por mí.

Me llevó hasta la mesa, se sentó a mi lado, frente a mí. Siguió abrazándome, siguió manteniéndome a flote cuando yo creí que caería por completo en el mar turbio.

- ¿Quién te hiere de esta forma, Lisa? - Me preguntó.

Suspiré y ella solamente me abrazó más a su pecho. Olía a vainilla, nunca lo había notado, tal vez era la esencia del producto que usaba para lavar su ropa, pero recuerdo haber hundido la nariz en su hombro para suspirar.

El olor del café se mezcló con la vainilla.

Me separó de ella, creí que había ido demasiado lejos, pero su sonrisa de chocolate estuvo allí para recibirme y sus delicados dedos pasaron por mi cuello, ardía, pero su tacto cálido me reconfortaba.

- Sea quien sea que te haga esto... Está mal, ¿comprendes? - Susurró, como si aquella conversación solo nos perteneciera a nosotras, a nosotras y al silencio de la tienda de café.

- No importa, solo... - negué, no sabía qué otra cosa agregar, pero no quería que se preocupase.

- Sí importa - sus manos fueron a mis mejillas, las ahueco e hizo que alzara la mirada-. Importa porque eres tú, importa porque tienes dieciséis, porque es ilegal que si quiera alguien piense en golpearte, importa porque no mereces ser tratada así - hizo una pausa, para entonces yo no podía quitar los ojos del fuego en su mirada-. Importa porque tú eres importante para mí.

Es difícil explicar la cantidad de sentimientos que se arremolinaron en mi pecho cuando ella pasó sus brazos por mis hombros y me abrazó, lo hizo con fuerza, con ganas. Y sentí que no quería separarme de su lado nunca más. Sentí que allí estaba bien, a salvo... En casa.

Escuché su suspiro.

- ¿Quién te lastima así? - Me preguntó una vez más.

- Mi padre - su cuerpo se tensó-. Él lo hace.

"Al maldito deberían arrancarle el pene" Recuerdo que dijo ella una vez, hace mucho tiempo. Jennie no dijo lo mismo y el olor a cigarrillo no llenó mi nariz cuando exhaló.

- ¿Por qué lo hace? - Creí que diría algo más.

- Me odia.

Jennie se removió, se recostó mucho más en el respaldo del asiento, ahora yo estaba casi acostada en su pecho, sus brazos seguían sobre mis hombros, abrazándome contra ella.

- Él me odia.

- ¿Por qué?

- Por nacer.

Suspiró, sentí su mano comenzar a acariciar mi cabello. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien lo hacía y creo que fue mejor por el hecho de que era ella, eran sus dedos cálidos, su toque tierno. Necesitaba cariño y ella me lo estaba dando.

- Él solía tener dinero, mucho dinero. Embarazó a mi madre cuando ella tenía 16 y él tenía 25. Mi abuelo materno amenazó a la familia de mi padre con demandarlos por violación si no se hacían cargo de ella. Los padres de él lo obligaron a casarse con mi madre y retiraron su herencia - hace mucho tiempo que no explicaba todo eso. La primera vez fue difícil, recuerdo que ni siquiera lloraba, estaba rompiéndome en silencio, pero ahora podía decirlo sin inmutarme, porque yo ya había aceptado mi realidad-. Me odió desde que nací, pero nunca me hizo nada, tampoco era violento con mi madre... Solo era ausente, no lo recuerdo mucho en mis primeros años de vida.

- ¿Cuándo comenzó a golpearte?

- Cuando cumplí doce... Una semana después de que mamá muriese.

- Lo lamento - susurró.

Yo negué, también suspiré y me senté recta en el asiento. Extrañé su toque, extrañé su calor y extrañarlo fue exactamente lo que hizo que terminase por alejarme.

- ¿Por qué no te vas de allí, de esa casa? - Preguntó.

Me encogí de hombros.

- ¿Adónde puedo ir?

- Puedes venir a mi casa, estoy segura de que mi madre te recibiría sin problemas y...

Negué, mi mano se posó sobre la de ella, que estaba en la mesa, acaricié sus delegados dedos.

- No necesito nada más de ti, Jennie, solo esto - vi nuestras manos, la forma en la que ella lentamente comenzaba a entrelazar nuestros dedos.

- Siento que no estoy haciendo nada - suspiró.

- Curaste mis heridas - ella me vio confundida, yo le sonreía.

- Sí, pero tienes otras más que yo no...

- No - le interrumpí volviéndome hacia ella, apreté nuestros dedos entrelazados-. Curas las heridas de aquí - señalé mi corazón-, son las más importantes.

Ella me sonrió, sus finas mejillas se sonrojaron y las mías igual.

Tears || JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora