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Otro día soleado se asomaba por las ventanas de la casa de Valeska mientras se preparaba para otro día de enseñanza. Con una taza de café humeante en la mano y una sonrisa en el rostro, se despidió de su familia y salió rumbo a la escuela.

El trayecto hasta la escuela era corto pero reconfortante. Valeska disfrutaba del aire fresco y del bullicio de la ciudad mientras caminaba por las calles adoquinadas. El aroma de las flores silvestres y el canto de los pájaros le recordaban la belleza y la tranquilidad de su hogar en Bulgaria.

Al llegar a la escuela, Valeska fue recibida con entusiasmo por sus estudiantes, quienes la esperaban ansiosos en el aula. Con su energía contagiosa y su pasión por el arte, Valeska cautivó a sus alumnos desde el primer momento, inspirándolos a explorar su creatividad y expresarse a través del arte.

Durante la clase, Valeska guió a sus estudiantes a través de una serie de actividades creativas, desde la pintura y el dibujo hasta la escultura y la fotografía. Con cada pincelada y cada trazo, los estudiantes descubrían nuevas formas de expresarse y se sumergían en el mundo del arte con renovado entusiasmo.

A medida que el día avanzaba, el aula se llenaba de risas, conversaciones animadas y el crujido reconfortante de lápices y papel. Valeska observaba con orgullo el progreso de sus alumnos, sabiendo que estaba ayudando a cultivar su pasión por el arte y a inspirarlos a alcanzar nuevas alturas creativas.

Al final de la jornada, cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, Valeska despidió a sus estudiantes con una sonrisa y un abrazo cálido, sabiendo que otro día de enseñanza había llegado a su fin. Con el corazón lleno de gratitud y satisfacción, regresó a casa, lista para descansar y recargar energías para el próximo día de clases.

Después de una gratificante jornada de clases, Valeska se encontró con Suleiman afuera de la escuela. Su rostro se iluminó al verlo esperándola, listo para compartir otro momento juntos.

—¡Hola, Suleiman! —exclamó Valeska, con una sonrisa radiante—. ¿Cómo estuvo tu día?

Suleiman devolvió la sonrisa, su mirada llena de calidez. —¡Hola, Valeska! Mi día estuvo bien, pero ahora que estoy contigo, es aún mejor.

Valeska rió suavemente ante la dulce respuesta de Suleiman. —Eres tan encantador. ¿Qué te gustaría hacer esta tarde?

Suleiman reflexionó por un momento antes de responder. —¿Qué te parece si damos un paseo por el parque y luego disfrutamos de una cena juntos?

La idea le pareció perfecta a Valeska, y asintió emocionada. —¡Me encanta la idea! Será una tarde perfecta.

Juntos, se dirigieron al cercano parque, disfrutando del suave murmullo de las hojas y el canto de los pájaros mientras caminaban de la mano. Conversaron animadamente, compartiendo historias y risas mientras se sumergían en la serenidad del entorno natural.

Después de un tranquilo paseo, decidieron buscar un acogedor restaurante donde poder cenar juntos. Mientras se sentaban a la mesa, la conversación continuó fluyendo, creando una conexión aún más profunda entre ellos.

Suleiman tomó la mano de Valeska con ternura. — estoy agradecido de tenerte a ti, Valeska. Eres un rayo de luz en mi mundo, y no puedo imaginar mi vida sin ti.

-Solo somos amigos y nada más -retiro su mano de la suya y Suleiman asintió insatisfecho.

El fuego devoraba la casa de Valeska con voracidad, envolviendo todo a su paso en un mar de llamas voraces y humo oscuro. Valeska y su familia observaban con impotencia desde la distancia, lágrimas de desesperación corriendo por sus mejillas mientras el fuego consumía todo lo que conocían y amaban.

Valeska se aferraba a su madre, sollozando con angustia mientras observaba cómo las llamas devoraban los recuerdos de toda una vida. El olor a humo y la sensación de pérdida pesaban en el aire, envolviéndolos en un manto de desesperación y desconsuelo.

Su padre, con los ojos llenos de lágrimas, luchaba por contener su dolor mientras abrazaba a su familia con fuerza, sintiendo el peso abrumador de la tragedia que se desplegaba ante ellos. Las llamas danzaban al ritmo del viento, llevándose consigo los sueños y esperanzas de una familia destrozada.

En medio del caos y la destrucción, el corazón de Valeska se rompía en mil pedazos mientras observaba impotente cómo todo lo que conocía se desvanecía en el fuego. La casa que una vez fue su refugio ahora era solo un montón de cenizas humeantes, testigo mudo de su pérdida y sufrimiento.

Mientras las lágrimas seguían cayendo y el fuego rugía en la distancia, Valeska y su familia se aferraron unos a otros, encontrando consuelo en el amor y el apoyo mutuo en medio de la devastación. A pesar del dolor y la tragedia, sabían que juntos podrían superar cualquier desafío que se interpusiera en su camino hacia la reconstrucción de sus vidas.

Suleiman observó con pesar la devastación en los ojos de Valeska y su familia mientras lloraban la pérdida de su hogar. Sabía que no podía dejarlos desamparados, y en un gesto de generosidad y compasión, les ofreció refugio en un lugar inesperado: el Palacio de Topkapi.

—Valeska, querida, sé que este es un momento difícil para ti y tu familia. Pero quiero que sepan que no están solos en esto —dijo Suleiman con voz suave, acercándose a ellos con compasión.

Valeska levantó la mirada, sorprendida por la oferta de Suleiman. —¿El Palacio de Topkapi? ¿Nos estás ofreciendo quedarnos allí?

Suleiman asintió con seriedad. —Sí, es un lugar seguro y protegido. Además, mi corazón se llena de alegría al pensar que podré tenerlos cerca de mí.

Las lágrimas de alivio llenaron los ojos de Valeska mientras abrazaba a Suleiman con gratitud. —Gracias, Suleiman. No sé cómo podríamos agradecerte lo suficiente por tu generosidad. Pero no quiero dejar mi trabajo, eso me hace muy feliz.

Suleiman sonrió, sintiendo una profunda conexión con Valeska y su familia. —En Estambul puedes ejercer de profesora, allí hay escuelas.

Con el corazón lleno de esperanza, Valeska y su familia siguieron a Suleiman hacia un nuevo comienzo en el majestuoso Palacio de Topkapi, donde encontrarían seguridad, consuelo y la promesa de un futuro mejor.

El tono de la voz de Suleiman reflejaba preocupación mientras hablaba por teléfono con su hombre de confianza. Sus ojos se estrecharon en serias consideraciones al escuchar las noticias que le daban.

—¿Qué dices? —inquirió Suleiman con urgencia—. ¿Román está muerto?

La respuesta resonó en el silencio tenso de la habitación, dejando a Suleiman con una sensación de inquietud y determinación. Era evidente que la situación en Estambul se estaba volviendo cada vez más peligrosa, y sabía que debía regresar cuanto antes para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

—Entendido. Prepara mi partida inmediata. Volveré a Estambul lo antes posible —ordenó Suleiman con firmeza, cerrando la conversación con determinación.

Obsesión Belga©(Completa)Where stories live. Discover now