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El Gran Comedor zumbaba con el bullicio habitual de los estudiantes, los tenedores chocando contra los platos y la ocasional explosión de risas. Estabas sentada en la mesa de Slytherin, disfrutando de tu desayuno, cuando Cormac McLaggen, con su siempre presente sonrisa segura de sí misma, se acercó. "Buenos días", saludó, deslizándose en el asiento junto a ti. "¿Te importa si me uno?"
Levantaste la mirada, ligeramente sorprendida, pero ofreciste una sonrisa educada. "Claro, ¿por qué no?" Los ojos de Cormac brillaban con un destello travieso. "Sabes, siempre he pensado que tienes la sonrisa más cautivadora de todo Hogwarts. Es sorprendente que no la vea más a menudo".
Te reíste, sintiéndote un poco confundida. "Gracias, Cormac. Eso es muy dulce de tu parte." Se acercó un poco más, su voz bajando a un tono más íntimo. "Sabes, se acerca un viaje a Hogsmeade. Estaba pensando que quizás te gustaría acompañarme. Podríamos tomar una cerveza de mantequilla o dos, tal vez incluso visitar algunas tiendas".
Antes de que pudieras responder, una sombra se cernió sobre la mesa. Theodore Nott estaba allí, con una expresión indescifrable pero con una presencia inequívocamente intensa. Sus ojos se posaron en Cormac, luego en ti, y de nuevo en Cormac.
"¿Hay algún problema aquí?" La voz de Theo era tranquila, pero tenía un filo que hizo que tu corazón diera un vuelco.
Cormac levantó una ceja, su sonrisa desapareciendo por un momento. "No hay ningún problema, Nott. Solo estaba teniendo una charla amistosa".
La mirada de Theo se endureció, y se movió para sentarse a tu otro lado, efectivamente encerrándote entre él y Cormac. "Gracioso, no me pareció tan amistoso".
Sentías la tensión aumentar, y pusiste una mano en el brazo de Theo, esperando calmar la situación. "Está bien, Theo. Solo estábamos hablando".
Los ojos de Theo se suavizaron ligeramente cuando te miró, pero el destello protector no desapareció. "¿Solo hablando, eh? Bueno, creo que Cormac estaba a punto de irse, ¿no es así, McLaggen?"
La sonrisa de Cormac regresó, aunque parecía un poco forzada. "En realidad, estaba a punto de preguntar—"
Theo lo interrumpió, su voz peligrosamente baja. "Creo que has preguntado lo suficiente".
Cormac se levantó, su expresión una mezcla de molestia y diversión. "Está bien, está bien. No hay necesidad de ponerse territorial, Nott. Nos vemos, Aileen".
Cuando se alejó, te giraste hacia Theo, levantando una ceja. "¿Demasiado territorial?"
Theo suspiró, pasándose una mano por el cabello. "Simplemente no me gusta la forma en que te miraba".
No pudiste evitar sonreír ante su protectividad. "¿Celoso, acaso?"
Él bufó, una pequeña sonrisa asomando en sus labios a pesar de sí mismo. "Tal vez un poco. ¿Puedes culparme?"
Negaste con la cabeza, inclinándote para darle un rápido beso en la mejilla. "Para nada. Pero no tienes que preocuparte, Theo. No me interesa Cormac".
Sus ojos buscaron los tuyos, y asintió, la tensión en sus hombros disminuyendo. "Bien. Porque odiaría tener que maldecirlo".
Te reíste, sintiendo un calor expandirse en tu pecho. "Eres ridículo".
"Tal vez", dijo, una pizca de sonrisa formándose. "Pero soy tu ridículo".
Te inclinaste hacia él, el familiar aroma de su colonia calmándote. "Sí, lo eres".
Theo se inclinó, sus labios capturando los tuyos en un tierno beso. El Gran Comedor parecía desvanecerse, dejando solo a los dos en ese momento. Cuando finalmente se separaron, su frente descansaba contra la tuya, ambos sin aliento y sonriendo.
"Vamos", dijo Theo, su mano deslizándose en la tuya. "Salgamos de aquí. Tenemos mucho de qué hablar".
Mientras caminaban de la mano fuera del Gran Comedor, sentiste una sensación de paz invadirte. Sin más secretos, sin más miradas furtivas. Era solo tú y Theo, listos para enfrentar lo que viniera juntos.
En los días siguientes, el cambio en tu relación fue evidente para todos. Tú y Theo eran inseparables, su brazo a menudo colocado posesivamente alrededor de tus hombros, sus ojos llenos de una calidez protectora cada vez que alguien osaba acercarse a ti. Incluso Cormac parecía entender el mensaje, manteniendo su distancia y enfocando su atención en otro lugar.
Por primera vez en mucho tiempo, te sentiste verdaderamente contenta. Y mientras te sentabas con Theo junto al Lago Negro, sus dedos entrelazados con los tuyos, supiste que esto era solo el comienzo de algo hermoso.
