TREINTA Y UNO

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Jisung pasó todo el lunes encerrado en su habitación, con sentimientos encontrados, llorando hasta más no poder.

Sentía que todo se le había ido de las manos.

Un bebé... un cachorro que Minho y él habían procreado.

Una nueva vida creciendo a cada segundo en su interior.

Incluso investigó, dándose cuenta de que el feto ya tenía sus ojos formados y su corazón debía latir.

Se armó de valor para ponerse de pie de lado al espejo, descubriendo su abdomen. Estaba ligeramente abultado, podía ser por la comida incluso, pero ahí estaba el bebé.

No quería empezar a referirse a ese cachorro como suyo, no quería encariñarse porque apenas hace unas horas estaba seguro de que si el test salía positivo haría lo que fuera para abortarlo.

Lloró nuevamente, sintiéndose miserable por dudar, por no tener nada claro.

Quería seguir con su vida normal. Pero ahora que era un hecho que había algo creciendo en su interior, era distinto.

No podía, definitivamente no.

No le iba a decir a Minho, no podía arruinarle su vida.

Estaba pensando que el alfa lo odiaría por haberle mentido, por haberlo persuadido durante el celo.

Una llamada entrante lo sacó de sus pensamientos. Era Felix.

La declinó.

Agradecía que sus padres hubieran ido a visitar a sus abuelos, pues él no quería ver a nadie, absolutamente nadie.

O quizás la única persona que necesitaba era imposible tenerla. Y ese pensamiento lo hizo llorar aún más.

Se recostó mirando al techo, sin saber que hacer, su mente estaba en blanco acerca de posibles soluciones.

No supo cuánto tiempo pasó mirando a la nada, pero ahora quien marcó fue Seungmin.

Atendió solo para no preocuparlos más.

—¿Sí?

¿Estás bien? ¿Por qué no contestas?

Las voces de Felix y Seungmin sonaron al otro lado.

—No estoy bien, no tengo ganas de hablar con nadie.

Ábrenos, no te dejaremos ahogarte en lágrimas.

Jisung abrió los ojos de par en par.

—¿Es en serio que vinieron?

Sí, apúrate que las hamburguesas se enfrían.

Su estómago rugió y no espero ni un minuto más para bajar, necesitaba esa hamburguesa.

Y de pronto se detuvo a media escalera.

Hace nada estaba llorando y ahora iba por esa hamburguesa con mucho entusiasmo, ¿A caso eran los cambios por el embarazo?

Sin pensar más decidió abrirles.

Sus amigos lo abrazaron, eran aproximadamente las siete de la tarde y pudo ver que estaba oscuro afuera.

—Tus ojos están horriblemente hinchados. —Le dijo Seungmin.

—¿Mi hamburguesa? — Preguntó.

Sus dos amigos rieron y le extendieron una de las bolsas que traían consigo.

Pasaron hasta el comedor para sentarse, Jisung traía uno de los suéteres gigantes que le robó a Minho, que a pesar de que ya no tenía su olor lo hacía sentir protegido.

ReasongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora