Capitulo 47

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Dos semanas...

Ese era el tiempo que había pasado desde que tuve la entrevista. Me veo en el espejo del baño y encuentro un rostro completamente renovado. Acaricio mis mejillas ásperamente, sin sentir dolor. No puedo evitar reflexionar sobre la magia del paso del tiempo, lo perfecto del cuerpo humano. ¿Debería aprender una lección de esto?

Gertrudis estaba conmigo en el baño, cómodamente instalada en el váter mientras yo me observaba meticulosamente. Mi mente comienza a jugarme una mala pasada. ¿Será que no lo hice bien en la entrevista? De todas maneras, fue demasiado difícil salir de casa. Tuve dos colapsos, aunque el metro estuvo más o menos vacío. Preferí quedarme de pie antes que sentarme con algún extraño. Era igual cuando iba a terapia. Hoy, sábado, me tocaba una sesión.

No puedo decir que las terapias no me ayudaban; era yo la que no se dejaba ayudar. Aun así, iba y cumplía. Agarro mi cabello en una coleta alta y, cuando mis dedos se entrelazan con mi melena, siento aquella pequeña cicatriz. Sí, esa y la única que me quedó de ese tormentoso día.

Aún dolía. Era muy reciente para haber creado una costra dura y sólida. Sabía que pronto sucedería, pero necesitaba tiempo, como todo.

Suelto el cabello antes de colocarme un suéter con capucha.

— Adiós, Gertrudis. — Había comenzado a encariñarme con la gata. Después de su tiempo callejera, ahora parecía estar siempre sobre mí. Mamá trabajaba esta tarde, así que debía ir sola a terapia. Esta vez no fue tan difícil salir. Aunque no soportaba estar en multitudes grandes, mi capucha mejoraba mi percepción.

Salí de casa sintiendo el aire fresco de la mañana en mi rostro. Mientras caminaba hacia la estación de metro, mis pensamientos volvían a la entrevista. Recordaba cada detalle: la manera en que el entrevistador frunció el ceño, el temblor en mis manos mientras hablaba. ¿Lo había hecho lo suficientemente bien? La ansiedad se acumulaba en mi pecho como una vieja amiga no deseada.

Llegué a la estación y, como de costumbre, opté por quedarme de pie. El trayecto no fue largo, pero cada minuto en el metro me parecía una eternidad. Finalmente, llegué a la clínica. Al entrar, el familiar aroma de desinfectante y el murmullo de las voces me dieron una extraña sensación de calma, me acerco al mostrador.

— Hola.— saludó a la recepcionista, ella eleva la vista con aspecto dulce.
— oh, Alicia ¿Verdad?— asiento.
— toma asiento, la doctora pronto te llamará.
— Gracias.

En la sala de espera, me senté y jugueteé con los cordones de mi capucha. Miré alrededor, observando a las otras personas que, como yo, estaban ahí buscando algún tipo de alivio. Al poco tiempo, la terapeuta me llamó.

— Alicia Gouda.— Caminé hacia su oficina con pasos vacilantes, pero decididos.

La sesión comenzó como siempre, con preguntas simples que se volvían cada vez más profundas.

— ¿Como has estado hoy Alicia?

— Hoy a sido un buen día doctora.— ella sonríe amigable.

— Eso, es muy bueno... y... ¿qué cosas nuevas hecho?— la doctora no perdía su energía tan cautivadora.

— Bueno... — comencé a hablar.— tuve una entrevista de trabajo.— creo que era lo único nuevo que me había ocurrido.

Hablamos de la entrevista, de cómo he aprendido a estar alrededor de las personas poco a poco . La terapeuta me recordó que sanar toma tiempo, que está bien no tener todas las respuestas ahora pero que el proceso y avance que había comenzado a tener obtendría frutos muy pronto.

Árabe a la fuerza #wattys2024Where stories live. Discover now