La envolvió con una suave manta y la estrechó entre sus brazos para hacerla entrar en calor.
Le había quitado la ropa mojada y le había prestado una camiseta suya.
La soberana se acomodó sobre el regazo de Zed y apoyó la cabeza en el pecho de el. Seguía medio adormecida por la medicina.
-¿Qué haces aquí Syndra...? Deberías estar en Kinkou...
-Necesitaba verte...-murmuró ella con un hilo de voz.
"Yo a ti también...no sabes hasta que punto." pensó el señor de las sombras, pero no se atrevió a decirlo en voz alta.
Aquella situación relajaba a Syndra. El refugio que ofrecían los robustos brazos de Zed, su respiración suave y relajada, el rítmico latido de su corazón...todo aquello en conjunto resultaba demasiado agradable.
-Descansa un poco...¿Vale?
-No...-farfulló ella negando con la cabeza.-...no he venido hasta aquí para dormir...ya he dormido mucho...
Los dedos de Zed recorrían lentamente la espalda de la soberana y acariciaban su cabello.
-¿Que quieres hacer entonces?
-Yo...-murmuró la soberana y se ruborizó levemente. Zed creyó que volvía a tener fiebre y posó los labios sobre la frente de ella para tomarle la temperatura.
-No tienes fiebre...¿Que te sucede?-le preguntó preocupado.
-Zed...yo...-empezó a decir y lo miró fijamente a los ojos.
Las miradas de ambos chocaron y se cruzaron. Los iris rojo sangre de Zed se perdieron en el brillo morado que emitian los ojos de Syndra. A los dos les pareció que casi podian apreciar el alma del contrario. Con sus miradas se estaban diciendo todo lo que sus bocas no se atrevían a pronunciar. En aquel momento las palabras sobraban.
Sus rostros se encontraban cada vez mas cerca el uno del otro. Syndra alargó el cuello, queriendo quedar a la altura de Zed y pasó los brazos por su nuca atrayendolo al mismo tiempo hacia ella. Sus labios estaban muy cerca de los de el. Tanto que podía sentir el calido aliento de el sobre su boca. Los labios de ambos se rozaron levemente y terminaron pegandose, fusionandose en un largo y profundo beso.
El corazón de Syndra empezó a bombear rápidamente y a golpear su pecho con fuerza. Al mismo tiempo sus mejillas se tiñeron de un suave tono carmín. Zed estrechó su abrazo, pegando su cuerpo al de ella. Necesitaba sentirla cerca, sentir su aroma, el tacto de su piel. Bebió con ansias de aquel electrizante beso hasta que la falta de oxígeno los obligó a separarse. Zed aun sentía el dulce sabor de los labios de Syndra en los suyos própios. Ella no había sido la primera mujer a la que besaba. Tampoco lo había sido Io, pero aquel beso que había compartido con su soberana había sido el mas mágico e inolvidable de todos.
Aún se quedaron en silencio unos minutos, con los ojos cerrados y las frentes unidas, disfrutando mutuamente de la compañía del contrario.
De nuevo, no era momento para las palabras. Sólo estropearían aquel silencio tan perfecto.
Siendo sencillamente inevitable, los dos necesitaban degustar de nuevo los labios del otro, la atracción y la química que existía entre ellos era una realidad. Durante el tiempo que habían estado separados esta había ido creciendo discretamente en sus corazones sin que ninguno de los dos se diera cuenta. Pero entonces llegó el reencuentro y aquellos sentimientos ocultos irremediablemente estallaron y acabaron saliendo a la luz.
Esta vez, los labios de la soberana se entreabrieron, invitando a la lengua de Zed. Este aceptó la invitación y su lengua empezó a juguetear con la de su soberana.
Cuando de nuevo el oxigeno rompió el beso, un fino hilo de saliva unía sus lenguas. Cruzaron una nueva e intensa mirada antes de sonreir abiertamente y abrazarse de nuevo.
Por unos minutos todo dejó de importar para Zed y Syndra. Todas sus preocupaciones o inquietudes desaparecieron. Io se borró momentaneamente de la mente de Zed y los oscuros recuerdos de Syndra se desvanecieron. Por unos momentos todo fue perfecto.***
La suave luz que se filtraba por la ventana la hizo despertarse. Se desperezó y bostezó. Se sentía increiblemente bien. La medicina de Akali junto con un largo sueño reparador habían logrado sanarla del todo. Se irguió sobre la cama, pasandose la mano por el pelo y miró a su alrededor. Le costó un poco darse cuenta de que no se encontraba en la habitación de Zed en la que recordaba haberse dormido, sino en la suya própia, en su templo flotante. Se frotó los ojos, extrañada y buscó a Zed con la mirada. No había ni rastro de el.
Farfulló alguna queja ininteligible en voz baja y se levantó. Sus orbes giraban a su alrededor, rápidos y poderososo como siempre. Aquello era una buena señal.
Salió de sus aposentos y recorrió los pasillos vacios y silenciosos a pie. Podía flotar de nuevo, pero en aquel momento simplemente no le apetecía.
Se detuvo ante una puerta entreabierta. Sabía que había al otro lado y supuso que Zed se encontraba al dentro, pues ella nunca abría esa puerta. Nunca.
Pero esa vez se atrevió a entrar.
Zed contemplaba los frescos que adornaban las paredes con el ceño fruncido. Estaba claro que mostraban una historia, pero nunca había oido hablar de lo que en aquellas antiguas pinturas se representaba. Estaba claro que se trataba de un acontecimiento grande y le extrañaba demasiado que si, aquello realmente había sucedido, nadie lo recordara.
Recorrió con la mirada el amplio mural que se alzaba ante el y analizó los dibujos.
Una gran torre con una gran esfera negra como la noche sobre esta situada en medio de un paisaje sombrio y oscuro, gente que rodeaba la torre como si estubieran adorando a un dios, en el otro lado de la pared se mostraba un paisaje muy diferente. Era fácil saber que se trataba de Jonia. Arboles en flor, rios serpenteantes, montañas altas y delgadas...pero lo que mas llamaba la etención de la zona de Jonia era, sin lugar a dudas, un gran número de guerreros extraños. No llevaban los uniformes típicos de el ejercito jonio, sino que parecían simplemente ciudadanos.
Era extraño. Parecía como si fueran a atacar ellos solos a los que adoraban a la torre, los cuales los superaban notoriamente en número.
-¿Qué es todo esto Syndra?
Ella se colocó a su lado.
-Ni yo lo sé. Mi maestro me prohibió entrar. Se que en todas estas cajas...-dijo señalando dichas cajas.-.. hay muchos objetos que mi maestro encerro aquí bajo llave para que no cayeran en mis manos. Hasta ahora nunca había entrado aquí. Siempre respeté su orden incluso después de muerto.
-¿Que clase de objetos?-preguntó intrigado.
-¿Recuerdas el Tormento de Liandry? Objetos por el estilo...potenciadores. Mi maestro quería mantener mi poder bajo control en todo momento y por eso selló mis poderes.
La mirada de Zed se desvió a la esfera negra que coronaba la torre y luego siguió los suaves movimientos de uno de los orbes de Syndra.
En su mente se encajaron dos piezas de un puzle, un misterio que de repente le interesaba mucho resolver.
-Ya sé porque tu maestro trató de sellarte Syndra.
La soberana lo miró extrañada sin comprender. El señaló la esfera oscura representada en el mural.
-Esto será obra tuya.-dijo con una rotundidad qué dejo petrificada a Syndra.- Esto ocurrirá si tus poderes se descontrolan.FELICIDADES!! Este capítulo va dedicado especialmente a @aldana10 Muchas felicidades y espero que este capítulo sea de tu agrado ❤ :3
(La diferencia horaria me ralla mucho, pero aquí en España ya es viernes, osea que lo publico ya xD)
Disfrutalo :3
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La Soberana. [Zed x Syndra]
FanfictionLa oscuridad no es sinónimo de maldad. La gente no suele saber diferenciar entre ambos términos, y Syndra nunca entendió muy bien por que. Ella conocía bien el significado de las dos palabras y sabía que no había ninguna relación entre ellas. Ella e...