Capítulo XXVIII "Son de Violín"

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El despertar fue, quizás demasiado acelerado para Gnar y Ahri. Zed tenía mucha prisa por seguir avanzando y Jhin simplemente estaba cómo una rosa. Las primeras horas las recorrieron a pie, por las calles, aún bañadas por la luna y las estrellas. Gnar seguía agotado tras tantos días de largas caminatas, por lo que Ahri lo sujetaba entre sus brazos mientras el pequeño Yordle dormitaba acurrucado junto al pecho de la Kitsune.
Noxus era enorme. Aún tardarían media jornada en dejar atrás la ciudad.
Zed iba al frente y Jhin lo seguía de cerca. Ninguno de los tres hablaba, parecía que ninguno quería romper el fresco silencio de la madrugada. Las calles estaban calmadas y la brisa era refrescante.
Reinó la quietud hasta que los primeros rayos del sol despuntaron sobre los tejados de la ciudad.
Con el despertar de Noxus, empezaron a abrirse los negocios y las calles se fueron llenando poco a poco de gente.
Con el ruido típico de las grandes ciudades, el silencio existente entre Zed, Jhin y Ahri empezó a volverse pesado y molesto y la Kitsune acabó casándose.
Aceleró el paso hasta colocarse a la altura de Jhin. Este hacía girar su pistola en su mano izquierda con aire distraido. Le pareció que el bohemio estaba tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera se percató de su cercanía.
-Jhin.-lo llamó, esperando llamar su atención.
El dejó de juguetear con el arma y se giró hacia ella. La luz del alba iluminó su máscara. Bajo aquella iluminación se dio cuenta de que los ojos de Jhin eran de un intenso color rojo, y no completamente negros cómo le habían parecido en la penumbra de la posada. Eran del color de la sangre.
-Dime. -le respondió, simplemente.
La Kitsune carraspeó ligeramente. Por alguna razón no esperaba que le contestase.
Había numerosas cosas que quería preguntarle y no sabía por cual empezar. Acabó diciendo lo primero que se le pasó por la cabeza.
-Mataste a Le Blanc.
-Su asesinato fue puramente improvisado. En ningún momento estuvo en el guión. ¿Porqué lo dices?
-Le diste una alegría a mucha gente al hacerlo.
-Tan sólo fue una bala desperdiciada en una burda actriz secundaria que no quería dejar brillar a la estrella principal.
Ahri recordó otra pregunta que quería hacerle.
-¿Porqué hablas así?
Jhin entrecerró los ojos y, aunque no podía verle el rostro le dio la sensación de que acababa de esbozar una sonrisa.
-Porque esta es mi pasión. -dijo el artista con un tono jovial.-El arte está en todos lados Ahri. La vida en sí es un espectáculo, una obra muy trabajada aunque con un escenario chabacano. Cada uno tiene un papel, a algunos les toca brillar, otros se pudren dandole la espalda al público. A unos les tocan las más animadas comedias, mientras que otros deben soportar las peores tragedias. Pero todas las obras terminan igual. Todos, absolutamente todos, mueren. Por eso me refiero a todo como si fuese una obra de arte. Porque en verdad lo es.
-Tienes una visión del mundo muy dostinta a la mía. -Respondió distraidamente la Kitsune con las palabras de Jhin rondando por su mente.
-¿Cómo ves tu el mundo?
-Reducido. Donde tu ves belleza yo sólo consigo ver crueldad y tristeza. Ahora estan siendo mejores tiempos pero sigo viendo lo mismo en todas partes. No entiendo hasta que punto la muerte puede ser un arte. Asesinar no es bonito.
-Pero tú lo haces. Y a menudo a demás.
Ahri apartó la mirada y agachó las orejas.
-Necesidad.-respondió secamente.
Jhin se inclinó levemente hacia ella.
-¿Cómo lo haces?-preguntó con una notable curiosidad presente en la voz.-Me encantaría presenciar una actuación tuya en vivo.
Oyó su voz muy cerca de su oído y sintió un escalofrío.
La voz de Jhin era melodiosa, pero poseía un dejo frio y escalofriante que ponía los pelos de punta.
-No mato por placer Jhin. Ahora mismo no tengo necesidad ni ganas de ensuciarme las manos.
Sonó una leve risa tras la máscara.
-Tengo todo el tiempo del mundo, Kitsune. Todo a su debido momento.
La mujer zorro se frotó la barbilla mirándolo de reojo y sonrió para si misma. Había conseguido llamar su atención.

***

-Necesitamos provisiones. -comentó Ahri.
-No podemos pararnos otra vez.-respondió Zed. -ya hemos perdido mucho tiempo.
Ahri apoyó ambas manos sobre las caderas y frunció el ceño echando las orejas hacía atrás.
-Ah, entonces quieres que nos vayamos de la ciudad con las manos vacías. Puede que no encontremos más comercios en muchos kilómetros. Piensa un poco Zed.
El ninja resopló.
-Ponte en mi lugar Ahri.
-Mira. Entiendo las ganas que tienes de recuperar a Syndra, pero sintiéndolo mucho no me parece una buena idea desperdiciar la única oportunidad de conseguir provisiones que tendremos en dias.
Jhin carraspeó por detrás de Ahri.
-Ella lleva razón. Demasiadas prisas nunca son buenas. Sería una irresponsabilidad y una insensatez partir sin provisiones.
Odiaba admitirlo, pero ellos tenían razón. Las ansias de volver a ver a Syndra le estaban jugando una mala pasada.
Suspiró y acabó cediendo.

***

Abandonaron la ciudad algo más tarde del medio día. Tuvieron la suerte de toparse con una caravana que se dirigía hacía el oeste. Fue lo mejor que pudo haberles pasado. Se ahorraron muchísimas horas de caminata gracias a ello. El problema era que desentonaban completamente con el resto de viajeros.
Un ninja con el rostro lleno de cicatrices. Una hermosa dama con rasgos animales. Un artista enmascarado obsesionado con la muerte. Y por último una ardilla naranja.
Era normal que los mirasen mal. Fueran a donde fueran iban a desentonar ya que eran diferentes. No encajaban en ningún sitio.
Sin embargo a ninguno le importaba.
Zed ignoraba a la gente, Jhin y Ahri adoraban ser el centro de atención y a Gnar, gracias a su adorable aspecto, le llovian mimos de todos lados.
La caravana paró, cerca de la media noche. Los viajeros estaban hambrientos y cansados.
Uno de ellos era músico. Este se encontraba afinando un violín. Obviamente, no pasó desapercibido para Jhin, que se acercó a el.
-¿Me permites echarle un vistazo a tu instrumento?-preguntó educadamente.
Al músico no parecía hacerle mucha gracia prestar su instrumento, pero alargó los brazos hacía Jhin, tendiendoselo por pura cortesía.
El bohemio sostuvo el instrumento con sumo cuidado y acarició las cuerdas con tanto cariño cómo si se tratase del cabello de una dama.
-Cuatro cuerdas...cómo adoro los violines.- susurró completamente seducido por el instrumento.
Utilizó el arco para frotar las cuerdas y unas tristes notas se desprendieron del instrumento.
No estaba bien afinado y esto no pasó desapercibido para Jhin. Acercó los fríos dedos de su brazo de metal a las clavijas del violin.
-No toques eso.-se quejó el violinista. Sin embargo Jhin lo ignoró. Fue afinandolo poco a poco, hasta que sonó perfecto. Seguidamente empezó a tocar.
En cuestión de segundos, toda la caravana prestaba su entera atención al bohemio. Su música era perfecta. Armoniosa, fluida, hipnótica...
Ahri e incluso Zed quedaron prendidos de la triste melodía que Jhin arrancaba de aquellas cuatro cuerdas.
El violinista se vio completamente opacado ante el inmenso talento del enmascarado. No por nada lo llamaban el virtuoso. No se vio capaz de reclamar que le devolviese su instrumento, pues le parecía imperdonable interrumpir aquella increíble actuación.
Nadie supo calcular el tiempo que Jhin estuvo tocando. Nadie perdía un solo detalle, el artista se movía al son de la música creando una perfecta armonía entre el artista y su obra. Aquélla noche, el arte de Jhin no derramó sangre, sino lágrimas de emoción.

La Soberana. [Zed x Syndra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora