Capítulo 8

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Max regresó a la habitación después de recoger toda su ropa esparcida por el suelo fuera del edificio. Suspiró profundamente, sintiendo una mezcla de emociones en su pecho. ¿Cómo había llegado a esto? Sabía que no era el compañero de cuarto más ordenado, pero la reacción de Bradley había sido exagerada y, francamente, infantil.

Empujó la puerta de su habitación con más fuerza de la necesaria y encontró a Bradley sentado en su escritorio, aparentemente concentrado en su computadora. Bradley, al escucharlo llegar, levantó la mirada brevemente y vio cómo Max metía todas sus cosas. Al parecer, había subido todas sus pertenencias y las había dejado fuera de la habitación hasta tener todo junto. Aún podía ver un par de cajas en la puerta y cómo Max metía toda su ropa en brazos con una expresión molesta en el rostro.

Sin poder evitarlo, una pequeña sonrisa de satisfacción y diversión se asomó en sus labios, y regresó su mirada a su computadora. Sabía que estaba mal, pero ciertamente el novato se veía muy gracioso así, enojado y metiendo su ropa por montones. Se intentó autoconvencer de que no había sido tan malo, una pequeña lección por no cumplir su palabra, que lo demanden. Además, ni siquiera botó todas sus cosas, solo las sacó.

Max se había dado cuenta de la sonrisa de Bradley cuando lo vio meter sus cosas a la habitación, pero decidió que no valía la pena discutir en ese momento; estaba agotado y solo quería terminar de arreglar sus cosas.

Pasaron los minutos y a Bradley le empezó a incomodar el silencio de Max. ¿Acaso no piensa decir nada?, pensó. Así que decidió ser el primero en hablar.

—Veo que has recuperado tus pertenencias, novato —dijo Bradley sin apartar la vista de su computadora.

Max ignoró el comentario y se arrodilló para seguir organizando sus cosas nuevamente. A medida que recogía su ropa y la guardaba en su armario, no pudo evitar sentir una oleada de ira cada vez que pensaba en la actitud de Bradley. No había forma de que pudiera seguir soportando ese comportamiento todo el semestre.

Bradley, al no haber obtenido respuesta, dedujo que tal vez lo mejor sería dejarlo ahí. Tampoco quería tentar tanto las cosas.

Una hora después, Max ya había terminado de arreglar todas sus cosas y se sentía sumamente cansado, no solo físicamente. Toda la tensión de los últimos dos días le estaba pesando en los hombros. Simplemente no podían seguir así; tenían que aprender a convivir o esto llegaría demasiado lejos. Se dirigió a su cama y, después de pensarlo detenidamente, dijo:

—¿Sabes qué, Bradley? —finalmente rompiendo el silencio—. Esto no puede seguir así. Necesitamos establecer algunas reglas básicas para convivir en paz —se volteó a mirar a Bradley, que aún estaba de espaldas.

Bradley se sorprendió al escuchar a Max. Pensó que no hablaría en toda la noche, y menos para ofrecerle una rama de olivo. Con una ceja levantada, giró en su silla para mirarlo.

—¿Reglas? —preguntó.

—Sí, reglas —respondió Max con firmeza mientras se levantaba de la cama para quedar al frente de Bradley—. Porque, aunque te cueste creerlo, no me gusta vivir en un ambiente tan tenso. Así que, si vamos a compartir esta habitación, necesitamos encontrar una manera de coexistir sin matarnos.

Bradley se quedó en silencio por un momento, evaluando a Max. La verdad es que él también estaba cansado de toda esa situación. Solo habían pasado dos días y la convivencia con el novato se había vuelto un infierno. Si bien ambos se habían dicho que no se la pondrían fácil al otro desde el primer encuentro, la situación había escalado lo suficiente para que ninguno de los dos quisiera seguir en ese jueguito. Finalmente, suspiró y se levantó de su silla.

RIVALS TO ROOMIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora