5. Calma y agresión

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Aquella noche Kuroka se quedó en la posada de la señora Melinda pues no se atrevía a volver a casa con malas noticias; por ello, a primera hora de la madrugada salió para continuar la búsqueda de Omart, o para al menos dar con alguna pista que pudiera guiarlo. Por desgracia, no logró encontrar nada satisfactorio que pudiera ofrecerle a los jefes de su familia. El criminal había desaparecido sin dejar rastro.

Era frustrante, pues Kuroka sabía que si hubiera perseguido a Omart cuando tuvo la oportunidad en lugar de detenerse a interrogar a Renku, lo habría podido atrapar. Se dejó llevar por su temperamento y no pensó claramente, eso era un error que le había costado una oportunidad de obtener méritos y mayor respeto dentro de la familia. En un principio culpó al vagabundo por meterse en su camino, pero cuando terminó su búsqueda logró reconocer que tomó malas decisiones.

Primera misión que me encargan... y lo arruino de esta forma...

Al final del día y de mala gana, decidió volver a la misma posada. Necesitaba tomar un descanso y dedicarse a pensar cómo explicar la situación una vez volviera a casa. Tal vez podría mentir y decir que se encargó del fugitivo, pero sabía que probablemente le pedirían una prueba o que mostrara el cadáver... eso no serviría.

Me metí en un serio problema, suspiró Kuroka mientras se adentraba en la posada.

— ¿Kuroka? —dijo la señora Melinda al verlo entrar—. No lo esperábamos de vuelta tan pronto.

—Lamento la molestia, señora —respondió, intentando no mostrarle sus preocupaciones a la mujer—, ¿podría darme una habitación para otra noche?

—Para nosotros no es ningún problema si se trata de usted —respondió la señora, sonriendo con amabilidad—. Creo que tenemos su habitación disponible, le pediré a alguien que lo guíe. Es un chico nuevo que llegó hoy, pero es un buen muchacho, así que sea paciente si le causa alguna molestia.

Melinda volteó la mirada hacia las escaleras, alzando la voz lo suficiente para ser escuchada, pero no tanto como para molestar a sus clientes. Le hizo unas señas a alguien que estaba barriendo del otro lado de la sala, y a medida que se acercaba, Kuroka comenzó a pensar que le parecía algo familiar.

— ¡Sea bienvenido, querido cliente! —exclamó aquel muchacho.

Tenía una pañoleta en la cabeza y un delantal algo desgastado, pero aun así, cuando estuvo tan cerca fue fácil reconocerlo.

— ¿Mendigo? 

Renku borró la sonrisa de su rostro al reconocer esa voz. Parecía y sonaba como una mujer, pero el chico sabía que mencionarlo podría meterlo en problemas.

— ¿Kuroka? —murmuró el joven con nervios—. C-Creí que ya estaría de vuelta en la casa de los Shizaku.

— ¿Se conocen? —preguntó la señora Melinda, apoyando sus manos en los hombros de Renku—, este chico vino a almorzar por la tarde, pero no tenía cómo pagar. Quiso excusarse diciendo que olvidó su bolsa y dinero en otra parte, pero el muy tonto tenía la bolsa con él... ¡es un pésimo mentiroso!

Renku sólo atinó a reír con vergüenza. Por fortuna, habían hablado bastante mientras que almorzaba, y el chico terminó ganándose la simpatía de la señora, por lo que llegaron a un acuerdo. Solamente debía trabajar hasta que su sueldo pagara ese almuerzo, y aunque realmente no recibiría ningún tipo de recompensa monetaria, podría dormir en esa posada, así que no resultaba ningún problema; de hecho, le resultaba una enorme fortuna.

Kuroka creyó que que la señora estaba siendo demasiado amable, pero estaba tan agotado que no quiso preocuparse por ello, después de todo, no era realmente un gran problema. Simplemente dijo que quería descansar pronto, así que Melinda ordenó que Renku que lo llevara hasta su habitación. 

Kurogami. Vol# 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora