18. Frenesí

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Cruces en los ojos...

Eso fue lo que el jefe Tomoro exclamó una vez que le dio un buen vistazo a Renku. Mencionó más de una vez que la persona que buscaba tenía esa característica, una que Kuroka no había visto en absolutamente ninguna otra persona. 

Además de eso, habían pasado muchas cosas que tenían su atención. Para empezar, Renku no solamente estaba vivo sino que también fue capaz de ponerse de pie. Su estado era deplorable y casi parecía que su pelo y piel eran rojas, pero aun así una grotesca sonrisa se formó en sus labios. Pese a sus heridas, a seguir estando superado y pese a que el alcalde Evon había sufrido ese brutal golpe... pese a todo eso, Renku estaba sonriendo.

Esa sonrisa no tardó en escalar hasta una estruendosa carcajada. Renku alzó la mirada y se cubrió el rostro con su mano sana, pareciendo ser incapaz de controlar su risa.

¿Qué le pasa?, se preguntó Kuroka, completamente aterrada. Incluso los aldeanos que se apresuraron para socorrer al alcalde y los bandidos que antes vociferaban por su jefe habían detenido sus acciones ante aquella risotada. 

Fuego negro y un comportamiento que se salía del entendimiento lógico; según lo que Kuroka había estudiado eso podía explicarse con la magia oscura, es decir, el tipo de poder que se obtiene al hacer un pacto con entidades malignas. Kuroka nunca lo había pensado así, pues el fuego negro era herencia de la familia Kuroto; había aprendido que todos los herederos de Kuroto Ren podían invocarlas. Además, desde su fundación la antigua casa de Ren tenía una relación amistosa con la familia real. Ese detalle la hacía ignorar la posibilidad de que fueran magos oscuros. 

No podía recordar ningún escrito o testimonio de actividades ilícitas por parte de ningún miembro de la familia Kutoro. Eran personas altruistas que usaban todos sus recursos por el bien de los demás, incluso fundaron un pueblo en los terrenos de su casa principal para que los desdichados pudieran vivir y trabajar. ¿Era Renku diferente? ¿Una especie de oveja negra que se salió de los valores de su honorable familia? ¿Por qué sus ojos tenían cruces? Era algo que no había escuchado ni siquiera de los magos oscuros. ¿La familia Kuroto ocultaba algo?

Esas y muchas más preguntas inundaron la mente de Kuroka, quien incluso fue más allá y llegó a preguntarse si lo que estaba pasando tenía relación con la masacre de la familia Kuroto. Realmente en ese momento no pudo pensar en nada que tuviera sentido, pues había una oscuridad muy densa alrededor de ese joven vagabundo.

Luego de unos pocos segundos adornados por la risa de Renku, Tomoro estaba por hablar, sin embargo, se detuvo al notar que el chico con cruces en sus ojos estaba corriendo hacia él. Como si hubiera perdido la cabeza, Renku lanzó un golpe con su brazo roto, el cual se dobló aún más cuando chocó contra el gigante.

Un grito de horror se escuchó viniendo de muchas bocas al ver eso. La sangre salpicó sobre el torso de Tomoro, quien solamente sonrió burlesco al ver como el brazo roto del muchacho se meneaba de un lado a otro. Su sonrisa se borró súbitamente cuando una flama oscura envolvió la otra mano de Renku; así lanzó otro golpe al mismo punto y esta vez Tomoro sí sintió dolor.

Fue leve, pero la quemadura fue lo suficientemente notoria para que el gigante se pusiera alerta. Por acto reflejo lanzó una patada hacia adelante, lanzando al joven varios metros hacia atrás. Se sobó el sector quemado con sorpresa, notando como Renku se levantaba.

Aunque esa patada tuvo la fuerza como para revolver las entrañas en dolor del hombre más duro, Renku mostró una expresión que no reflejaba daño alguno. Mantuvo una sonrisa suave, mientras que sus cejas se arqueaban y un suave suspiro se escapaba de entre sus labios. Parecía una locura, pero Kuroka creyó que Renku, de alguna y retorcida manera, parecía haber disfrutado ese golpe.

Kurogami. Vol# 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora