capitulo 26

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Capítulo 26: El Encierro de Alex

El ambiente en la prisión era opresivo y sombrío. Las celdas estrechas y mal iluminadas ofrecían poco consuelo a los reclusos, que pasaban sus días entre cuatro paredes grises. Alex Montero estaba sentado en su cama de concreto, mirando el pequeño rayo de luz que se filtraba por la ventana enrejada. Los días parecían eternos, y cada hora que pasaba sin noticias de su hermana Lucía aumentaba su angustia.

Desde su arresto por el asesinato de Gabriel Delacroix, Alex había vivido en un estado de constante ansiedad. Aunque era inocente, las pruebas circunstanciales en su contra eran abrumadoras, y su esperanza de justicia se desvanecía lentamente. A pesar de todo, mantenía la esperanza de que Lucía descubriría la verdad y lo liberaría.


En medio de la monotonía diaria, una noticia inesperada llegó a Alex. Un guardia se acercó a su celda y le informó que tenía un visitante. Alex se levantó con cautela, su corazón latiendo con fuerza. No esperaba visitas, y cualquier contacto con el exterior era una oportunidad para obtener información crucial.

Al llegar a la sala de visitas, Alex se encontró con Roberto Hernández, un antiguo amigo y abogado que había estado siguiendo su caso. Roberto se sentó frente a él con una expresión seria, pero sus ojos reflejaban determinación.

—Alex, he estado investigando tu caso —dijo Roberto, rompiendo el silencio—. Sé que eres inocente, y estoy aquí para ayudarte a demostrarlo.

Alex sintió una oleada de alivio. La presencia de Roberto le daba una nueva esperanza, una luz en medio de la oscuridad que lo rodeaba.

—Lucía ha estado investigando también —dijo Alex con voz temblorosa—. Pero no he sabido nada de ella en días. Me preocupa que algo le haya pasado.


Roberto frunció el ceño. —No te preocupes, Alex. Me aseguraré de averiguar qué está pasando con Lucía. Mientras tanto, seguiré investigando para encontrar pruebas que te exculpen.

Después de la visita de Roberto, Alex volvió a su celda con una mezcla de esperanza y preocupación. La vida en la cárcel era una rutina repetitiva y agotadora, pero la idea de que alguien fuera estaba trabajando para probar su inocencia le daba fuerzas para seguir adelante.

Las horas se deslizaban lentamente mientras Alex intentaba mantener su mente ocupada. Leía libros, escribía en su diario y trataba de no pensar en el hecho de que su libertad estaba fuera de su control. A veces, hablaba con otros reclusos, aunque las conversaciones rara vez eran alentadoras.

Una tarde, mientras estaba en el patio, Alex se encontró con un recluso llamado Marco, que también era un ávido lector. Comenzaron a hablar sobre libros y pronto se encontraron discutiendo sobre sus autores favoritos.

—¿Has leído algo de Gabriel Delacroix? —preguntó Alex, intentando mantener la conversación ligera.

Marco asintió. —Sí, me gusta su estilo. Es una pena lo que le pasó. ¿Cómo terminaste aquí, si no te importa que pregunte?

Alex suspiró y contó su historia, esperando que Marco no lo juzgara. Para su sorpresa, Marco lo escuchó con atención y luego dijo:

—Espero que encuentres la forma de probar tu inocencia, Alex. Nadie debería estar aquí por algo que no hizo.


Esa noche, Alex se sentó en su cama y escribió una carta a Lucía. Aunque no sabía si ella la recibiría, necesitaba expresar sus pensamientos y esperanzas.

Querida Lucía,

Sé que estás haciendo todo lo posible para ayudarme. Te extraño y espero que estés bien. Roberto vino a verme hoy y me dio algo de esperanza. Él cree en mi inocencia y está investigando. Por favor, ten cuidado. No quiero que te pase nada malo.

Te quiero y te agradezco todo lo que estás haciendo.

Con amor,

Alex

Alex dobló la carta y la guardó cuidadosamente. Sabía que enviar una carta desde la cárcel no era fácil, pero se aferraba a la esperanza de que Lucía la recibiría y se sentiría alentada por sus palabras.

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