Capítulo 17: Una más

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Kagome

Sus palabras y la manera en la que ralentizó sus movimientos, haciéndolos más suaves y profundos, se sintieron extremadamente cálidos y exquisitos.

Casi... como si estuviera haciéndome el amor.

No... no era posible, ¿o si?.

Nuestras bocas danzaban lentamente, al igual que la manera en la que se adentraba en mi, tan tierno, tan dulce, tan hermoso. Nuestras manos permanecían entrelazadas en lo alto. Estábamos unidos de una manera compleja de explicar.

Pero sin dudas, era mucho más que una mera conexión física.

No es sólo sexo.

Sus palabras deambulaban en mi mente, entremezcladas con el embriagador sabor del momento.

Si no era sólo sexo, ¿Qué más había?

Nuestras bocas se separaron y él comenzó a besar mi cuello de la misma manera, arrancándome sonoros y lentos gemidos.

- Eres un sueño. - murmuró contra mi piel.

- ¿Así lo imaginabas? - comencé a acariciar su espalda.

- Es mejor de lo que imaginé.

Elevé mi pelvis, enredando mis piernas en sus caderas y pude notar como se arrodillaba. Un gemido se oyó en el momento en que aquella primera estocada me llenó por completo.

- ¡Inuyasha! - mordí su hombro.

- ¿Te gusta así?

- No te detengas...

- Lo que me pidas, mi amor.

- No me digas así... - un nuevo grito se escapó.

- ¿Por qué? - pasó su lengua por mi mejilla. - ¿Acaso no te gusta?

- No soy tu amor. - mordí mis labios mientras él me penetraba con mayor intensidad.

- Eres mía en este momento. - mordió mi oreja.

- Pero no... dios... tu amor.

- Mi amor. - volvió a susurrarme en el oído.

Tú te lo ganaste Taisho.

Con una fuerza que el calor del momento me otorgó, logré darnos vuelta, quedando sobre él.

- ¿Cómo me llamaste? - comencé a saltar de inmediato, deleitándome con el roce de su pubis con mi zona sensible.

- Mi... amor. - gimió, cerrando sus ojos mientras sus manos ascendían a mis pechos.

Incliné mi cabeza hacía atrás, realizando todo tipo de movimientos que, al parecer, nos estaban llevando a los dos a la locura.

- Mi amor. - pronuncié, sin mirarlo.

- Repítelo.

- No.

Se elevó, tomándome fuertemente por el cabello, obligándome a mirarlo.

- Te dije que lo repitieras.

- Oblígame. - sonreí, sin dejar de removerme.

Su mano se estrelló en mi trasero, arrancándome un suspiro.

- Repítelo.

- No...

Nuevamente el sonido de su palma con mi piel, retumbó en el eco del lugar.

- Eres perversa. - sonrió.

- No me conoces. - mordí sutilmente sus labios. - Mi amor.

Sus manos se clavaron en mis caderas, guiando mis movimientos, los cuales se profundizaban cada vez más.

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