EPILOGO

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El andén 9¾ estaba lleno de emoción y caos. El tren escarlata de Hogwarts humeaba a lo lejos, preparándose para partir. Entre la multitud, Scorpius se mantenía al lado de sus padres, sus ojos llenos de una mezcla de ilusión y miedo. Con 11 años, estaba a punto de embarcarse en la mayor aventura de su vida, pero la idea de alejarse de su familia le pesaba en el corazón.

—¿Qué pasa? —preguntó Draco, apoyando una mano en el hombro de su hijo—. Pareces preocupado.

Scorpius lo miró, y luego bajó la vista, pateando suavemente el suelo.

—No conozco a nadie allí —murmuró—. ¿Y si no hago amigos?

Antes de que Draco pudiera responder, una pequeña voz se alzó detrás de él.

—Si alguien se atreve a molestarte, nosotros iremos a defenderte —dijo Ava con determinación, mientras Nikolai asentía con la cabeza a su lado, intentando parecer igual de valiente.

Scorpius esbozó una sonrisa, pero sus ojos todavía reflejaban melancolía.

—Los extrañaré —dijo, con una voz más suave de lo que había pretendido.

De inmediato, Ava y Nikolai corrieron hacia él, envolviéndolo en un abrazo que, aunque infantil, estaba cargado de amor y promesas no dichas.

Ara, que había estado observando la escena con ternura, se acercó lentamente a Scorpius. Se arrodilló frente a él, sus ojos llenos de orgullo y una pizca de tristeza.

—¿Me escribirás? —preguntó suavemente, sus manos acariciando el cabello de su hijo.

Scorpius la miró, y sin titubear, respondió:

—Nunca lo dudes, mamá.

La emoción en el rostro de Ara fue casi palpable. Lo abrazó con fuerza, temiendo el momento en que tendría que dejarlo ir, aunque sabía que debía hacerlo.

Draco observaba en silencio, su corazón apretado de orgullo y amor por la familia que habían construido juntos. Aunque no decía nada, sabía que Scorpius, su primer hijo, ya no era un niño. Pero siempre sería su hijo, y siempre sería el centro de su vida.

—Te va a ir bien, Scorpius —dijo Draco, mientras abrazaba a su hijo—. No importa dónde estés, siempre estaremos esperando por ti

Scorpius asintió, respirando profundamente, mientras el tren emitía su último silbido. El momento había llegado.

—Nos veremos en Navidad —dijo Ara, con una sonrisa temblorosa.

Scorpius asintió, subiendo al tren con una última mirada hacia su familia. Desde la ventana, vio a Ava y Nikolai agitar sus manos con entusiasmo, mientras sus padres permanecían unidos, despidiéndolo con orgullo.

[ AÑOS DESPUÉS ]

La sala del despacho de la profesora McGonagall estaba en silencio, a excepción de los murmullos nerviosos que salían de las bocas de los jóvenes estudiantes. Frente a ellos, Scorpius, Ava, Nikolai, y los hijos de Blaise, Pansy, Theo y Daphne, mantenían la cabeza baja, con las mejillas rojas por la travesura que acababan de realizar. A pesar de la seriedad del momento, Draco, Blaise y Theo apenas podían contener la risa, intercambiando miradas cómplices.

—Entonces, ¿qué tal les quedó la broma? —preguntó Blaise, con una media sonrisa, inclinándose ligeramente hacia su hijo, que era cuatro años menor que Scorpius y todavía mostraba una expresión traviesa.

—Blaise, por favor... —intervino Pansy, cruzándose de brazos y mirándolo con severidad—. No puedes estar alentándolos.

—Sí, Blaise. ¿Qué tipo de ejemplo les estamos dando? —dijo Daphne, aunque su tono no era tan convincente, mientras le lanzaba una mirada de advertencia a Theo, quien claramente también intentaba ocultar una sonrisa.

Draco, manteniendo su compostura, se volvió hacia Scorpius, Nikolai y Ava. Sus tres hijos mantenían la cabeza en alto, aunque sabían que la travesura que habían orquestado con los demás había causado un gran revuelo. Todo empezó después de la gran victoria de Slytherin en el partido de Quidditch. La emoción del triunfo los había llevado a decorar el Gran Comedor de manera que la victoria de su casa no pasara desapercibida... en absoluto.

—¿Qué puedo decir? —dijo Scorpius con un leve encogimiento de hombros, intentando parecer despreocupado—. Slytherin ganó. Solo queríamos que todo el colegio lo recordara.

—¿Así que decidieron inundar el Gran Comedor con fuegos artificiales en forma de serpientes? —interrumpió McGonagall, con una ceja levantada, mientras miraba a los chicos—. Y no olvidemos la lluvia verde.

Nikolai levantó la mano, con la típica confianza de su personalidad.

—Solo duró diez minutos, profesora.

Draco dejó escapar una pequeña risa, cubriéndose la boca al notar la mirada de McGonagall. Blaise y Theo también estaban claramente disfrutando de la situación, mientras sus hijos menores y la hija de Pansy se miraban entre sí con sonrisas cómplices. La pequeña, que era solo un año menor que Ava, le dio un codazo a su hermano mayor, susurrándole algo que hizo que él reprimiera una risa.

—Les quedó... impecable —comentó Theo, con su típica calma, mientras sus ojos brillaban de diversión.

—Theo, no los alientes —reprendió Daphne, pero no pudo evitar rodar los ojos, sabiendo que los hombres siempre encontraban alguna excusa para reírse de las travesuras de los niños, especialmente si involucraban Quidditch.

—Bueno, por lo menos parece que la victoria les subió el ánimo a todos —añadió Draco, con una media sonrisa.

McGonagall los miró con una expresión severa, pero había un atisbo de humor en sus ojos. Suspiró profundamente antes de decir:

—Es curioso cómo sus hijos han salido tal como los recordaba a ustedes —dijo, con un tono serio y reprendido pero nostálgico—. Solo quería informarles personalmente de los hechos.

—Tomaremos nota, profesora —dijo Draco, inclinando la cabeza con una ligera reverencia—. Aunque no podemos prometer que no habrá más celebraciones cuando Slytherin gane.

McGonagall les lanzó una mirada que dejaba claro que ese comentario no le hacía ninguna gracia, pero al final, no pudo evitar que un pequeño suspiro de resignación escapara de sus labios.

—Bien —dijo, levantándose de su silla—. Pueden llevarse a sus hijos.

Pansy le dio un suave golpe a Blaise en el brazo, que simplemente sonrió con satisfacción.

—No fue una mala broma, ¿eh? —murmuró Blaise a su hijo, mientras caminaban hacia la salida.

—Papá... —respondió su hijo, con una sonrisa cómplice—. Fue perfecta.

—BLAISE!— lo reprendieron Ara, Pansy y Daphne a unísono

LA NIÑERA | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Where stories live. Discover now