2 | δύο | La Asamblea de los Dioses

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Altar de Leuke en el Elíseo, Inframundo

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Altar de Leuke en el Elíseo, Inframundo.

Hades se arrodilló frente al álamo blanco que plantó el año pasado, cada día crecían hojas nuevas y visto desde lejos parecía una nube de plata. Recitó una oración mientras el viento mecía las ramas con sonidos relajantes. Cuando terminó, se levantó y observó las grietas paralelas que había en el tronco del árbol. Eso le recordó a las tablas de la falda que solía vestir Leuce, y durante un instante creyó que ella estaba ahí.

Leuce murió hace tiempo, y a veces Hades bebía del manantial de Mnemósine, las aguas de la memoria, para recordar los momentos que pasó con ella. Repetía eso cada día desde que enterró las cenizas de Leuce en el Elíseo, pero cuando pasaron varias noches vio que un tallo blanco emergió de la tierra. El álamo creció alto y plateado, y ordenó que construyeran un altar sobre las raíces en honor a ella.

—Aún me resulta extraño ver cómo la vida crece en este lugar —comentó Hades a Tánatos, el dios de la muerte, que estaba de pie a su lado.

—Quienes creen que este es un lugar triste están equivocados, señor.

—Estoy de acuerdo. Cada vez me resulta más difícil salir al mundo superior.

—Pues a la cita de hoy no puedes faltar, señor, por muy complicado que resulte abandonar el Inframundo.

—Lo sé. Reunirme con mis hermanos no es algo que me apetezca.

Tánatos soltó una risa cómplice y acompañó a Hades a la salida de la Isla de los Bienaventurados. Había un carro negro con adornos dorados que tiraba Ruina, un caballo de pelaje y crin oscura.

—He preparado a Ruina para el viaje. Recibí un mensaje de Hermes y quiero hacerte saber que insistieron en que fueran Selene o Helios quienes te llevasen a la reunión.

—No necesito que me lleven al Olimpo, y tampoco me apetece ver cómo se hace de noche o de día en los carros de Selene o Helios. Esos cambios en el cielo que hay en el mundo superior me ponen de los nervios.

—Lo suponía, señor —admitió Tánatos con una sonrisa torcida—. Espero que tengas un buen viaje y que la fiesta sea agradable.

—Menos mal que esta fiesta solo se celebra una vez cada cinco años. Siempre acaba con alguna pelea, nunca falla.

—Imagino que debe ser espantoso escuchar las discusiones de Hera y Zeus.

—Preferirías los gritos de las almas en pena que cruzan el río Estigia, créeme.

—No lo pongo en duda —murmuró Tánatos.

Hades realizó un pequeño gesto con la cabeza como despedida y movió las riendas. Ruina se encabritó y galopó hacia adelante con la velocidad de una flecha recién disparada.

 Ruina se encabritó y galopó hacia adelante con la velocidad de una flecha recién disparada

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El abrazo de Hades | Hades y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora