7 | εφτά | Muerte y Primavera

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Los preparativos para la ceremonia nupcial empezaron un día antes

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Los preparativos para la ceremonia nupcial empezaron un día antes. Se decidió que la boda duraría dos días como mandaba la tradición. Durante el primer día, los padres de la novia solían enviar los regalos. Perséfone creía que no recibiría ninguno por el conflicto que hubo entre Hades y su padre, pero le llegó un valioso regalo de su parte. Zeus mandó a Hécate, la diosa de las brujas, al Inframundo. Perséfone apreció la compañía de la diosa bruja con mucha gratitud y no tardaron en congeniar como hermanas. Era reconfortante para ella contar con alguien más aparte de Hades y los jueces.

—El décimo día del targelión es una fecha hermosa para la boda —sugirió Hécate—. En este mes se honra a Apolo, y corren los rumores de que está muy contento por Hades y por ti. ¡Será un gran día, Perséfone! ¿Has visto los regalos que enviaron los dioses?

Perséfone examinó los regalos, algunos estaban bien envueltos en una tela suave y otros a la vista, como la crátera pintada con dibujos de los novios y motivos de la boda.

—Seguro que esto es obra de Apolo —dijo Perséfone cuando alzó la vasija—. ¿Crees que este dibujo nos hace justicia a Hades y a mí?

—Mmmm... Yo te habría pintado el pelo más largo —valoró Hécate—, y a Hades le faltan músculos.

—No me había fijado en eso.

—¿En tu melena o en los músculos de tu futuro marido?

—En esos músculos es inevitable fijarse.

Hécate soltó una carcajada.

—¿Acaso prefieres que te mienta? ¡Cualquiera se fijaría! Hades siempre lleva esa túnica que le deja medio cuerpo al descubierto, es que es imposible no mirarle.

—Vas a tener un marido muy guapo, Perséfone. No todo el mundo tiene la misma suerte. Acuérdate de Afrodita, que la obligaron a casarse con Hefesto...

—El aspecto no lo es todo. Hefesto parece bastante noble, pero no es muy simpático que digamos...

—Y hablando de Afrodita... —interrumpió Hécate—. Ha enviado este regalo para ti. ¡Ábrelo!

Perséfone quitó el lazo y desplegó la tela que Afrodita había doblado cuidadosamente. La falda de un vestido se deslizó en el aire, blanca y ligera. Por un momento se quedó sin palabras con tan solo imaginarse vestida de novia.

—Es tan bonito... —susurró Perséfone—. Aún me parece una locura que vaya a casarme.

—Serás la envidia de muchas diosas del Olimpo, se dice que incluso de Afrodita.

—No me extraña. Ella no se casó con quien quería —explicó la diosa—. Yo sí voy a hacerlo, pero esto no ha pasado del modo que había soñado. Me gustaría que acabara este enfrentamiento entre mi madre y Hades, que pudieran venir mis padres a la boda y que pueda sentirme libre de volver a verles fuera de este castillo.

El abrazo de Hades | Hades y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora