Capítulo 1

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Abrí los ojos cuando la alarma de mi relojdigital de buró me avisó que ya eran las siete de la mañana. Odiaba ese sonidocon toda mi alma, y era esa precisamente la razón por la cual lo había asignadopara que me despertara. Me levanté con pereza, bostezando a la par que dabaunos pasos descalzos hacia el baño; ubiqué el pequeño control remoto en laalfombra, lo levanté y presioné el botón que abría las persianas. Fabuloso,nubes grises sobre la parte de New York que mi inmensa ventana panorámica medejaba observar. No le presté demasiada atención a lo que parecía ser unafutura lluvia y me adentré en el lujoso cuarto de baño. Un gran espejo fue loprimero que me recibió, junto al frío piso de mármol que adornaba buena partedel cuarto; caminé de puntillas hasta llegar a la ducha y, de esa forma, empezómi rutina diaria.

Después de asearme, comer y ponerme ropaadecuada, estaba completamente lista para dirigirme al trabajo. Me aseguré detener todo; llaves del departamento, llaves del auto, monedero, cartera,pastillas para dolores en general, cosméticos, celular y, por supuesto, lacarpeta en donde se resguardaba el trabajo más importante que había obtenidohasta ahora. Mi boleto al siguiente nivel de éxito. Si ya de por sí eracatalogada como la arquitecto revelación del año en la ciudad, con el diseño dela cadena del nuevo y sofisticado hotel cinco estrellas M&C que mi jefe meconfió, sería en definitiva noticia nacional. Entonces, teniendo todo lo quenecesitaba para salir, di media vuelta y abrí la preciosa puerta de maderatallada que servía como entrada a mi despampanante hogar.

―Buen día, señorita Romanoff ―Saludó elviejo portero cuando me hallaba en la entrada del edificio.

―Buen día, Gerald ―Le respondí con unasonrisa―. ¿Cómo estás hoy?

―Bien. Y, por lo que veo, usted está tanbonita como siempre ―Devolvió mi gesto y terminó picando un ojo, con esapicardía divertida que me hacía reír.

―Gracias, Gerald ―Le regalé un beso en lamejilla, en lo que sacaba las llaves del auto de la cartera.

Encontré las buscadas y desactive laalarma del Audi TT plateado que había dejado parqueado frente al conjuntoresidencial la noche anterior. Prefería dejarlo ahí cuando había tenido un díacansado, era mejor que bajar o subir las escaleras del estacionamientosubterráneo.

―Debería llevar un paraguas, señorita,los pronósticos dicen que lloverá todo el día ―Gritó el hombre de más desesenta en lo que yo me acercaba al automóvil.

Le hice señas de que no se preocupara, yél pareció darse por vencido. En realidad, sí debía llevar un paraguas o algopara protegerme de la inminente lluvia, pero no tenía tiempo para subir a midepartamento a buscarlo. Estaba sobre la hora, ya eran más o menos las sietecon cincuenta y a las ocho debía estar en la oficina porque tenía una reuniónpautada con mi jefe y los contratistas en donde mostraría mis avances delM&C.

Corrí todo lo que los semáforos, fiscalesy el tránsito me permitieron, con mucha suerte me encontraba taconeando elpasillo de la constructora dos minutos antes de las ocho; directo hacia la salade reuniones.

―¡Tasha! ―Esa voz. Esa voz neurótica yescandalosa no podía ser de nadie más.

―Pepper, te he dicho que no me llames así―Reclamé deteniéndome y mirándola con fastidio.

―Lo siento, lo siento ―Parecía que habíaestado corriendo, respiraba agitada; cosa que me molestaba ya que yo andabaapurada―. Yo.. Yo..

Juego de roles [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora