Capítulo 2

599 41 1
                                    

Estuve en pilotoautomático hasta que un tipo todo sudado y asqueroso me susurró algoinentendible al oído, entonces caí en cuenta de dónde me encontraba. Seguía aPepper a través de una multitud de gente bailando demasiado pegados los unos alos otros, al ritmo de alguna canción de Beyoncé y luces de neón que iban delazul al rojo en diversos contrastes. Ya me estaba arrepintiendo, sentía quecada paso que daba era una condena para mi saco blanco de Carolina Herrera.

―El primer pasoes quitar esa cara de asco ―Comentó la rubia en cuando subimos unas escaleras yllegamos a la parte más calmada de la discoteca.

―Lo haré cuandoesté segura de que alguien no va a ponerle ruffis a mi bebida.

Nos sentamos enuna mesa cerca de la baranda, estábamos en alguna especie de balcón donde sepodía apreciar toda la pista de baile y el bar de abajo. Observando más elpanorama de mi entorno cercano, pude distinguir sólo grupos de mujeres, otrobar al fondo y una tarima pequeña en el medio de lo que parecía ser un círculode mesas. Entrecerré los ojos.

―¿Vienes mucho?―Le pregunté a mi compañera de esa noche.

­―Algo así, mi primo trabaja aquí y nos divertimos cuando termina su turno―Contestó sonriente. Después se levanto saludando con la mano a un hombretras la barra del bar, seguro el bartender―. Es él, voy a pedirle unos tragos.¿Alguna petición especial?

No podía verbien su rostro desde donde estábamos, la luz era opaca; sólo noté que teníapuesta una gorra, de algún equipo de béisbol. Pepper aún esperaba por mirespuesta cuando dejé de mirarlo, negué con la cabeza dándole a entender quecualquier cosa estaría bien.

En cuanto ellase fue, crucé los brazos sobre la alta mesa redonda de vidrio y me puse a ver alas personas bailar abajo. Me daba cuenta de porqué estos sitios no eran de migusto, todos parecían perder el control aquí y dejarse llevar, cosa que unochenta por ciento de las veces podía ser perjudicial para cualquiera. Elruido, la gente sudada, alborotada, el peligro, las luces titilantes me perturbaban;nada como la tranquilidad de mi hogar, de mi hermosa y pacífica soledad.

―Traje uncoctel de fresas porque no sabía si querrías seco. Y porque es la especialidadde Stevie ―Irrumpió mi denominada asistente tomando asiento de nuevo frente amí.

Me extendió lacopa mientras se llevaba la suya hasta la boca. Yo la imité.

―Está bueno―Alegué sorprendida, verificando lo que me había dicho.

―Te lo dije―Sonrió para mí y volteó hacia donde yo había estado viendo antes.

De repente, unreflector iluminó el centro de la tarima, llamando la atención de quienes nosencontrábamos en el balcón. Un hombre apareció sobre la base vistiendo pantalónde caqui color negro, corbatín rojo y usando un sombrero de vaquero que letapaba los ojos; dejando al desnudo su torso con relieves que se vislumbrabantan tentativas como bien trabajadas. Puedo jurar que todas las presentes nosimaginamos tocando su abdomen en ese momento.

―¡Buenasnoches, señoritas! ―Saludó con un sexy acento campestre. Dejó ver sus ojoscafés y blanca sonrisa, en lo que varias mujeres le siseaban o gritaban.

Volteé a mirara Pepper, que me sonreía de oreja a oreja invitándome a disfrutar el futuroespectáculo. No supe qué cara ponerle, así que me límite a deleitarme de algoque debía admitir me estaba gustando. Sonreí por lo fuera de mí de esospensamientos.

Juego de roles [PAUSADA]Where stories live. Discover now