PASIÓN MORTAL || FREENBECKY (G!P)

40. Prisión de la Isla de Alcatraz

Maratón 3/3

BECKY

Los guardias no se despegaban de mí ni por un solo centímetro. Las esposas me apretaban las muñecas, y mis pies también estaban encadenados. Todo estaba en completo silencio mientras miraba por la parte trasera de la patrulla, viendo cómo las luces de la ciudad de Los Ángeles se desvanecían en la distancia. Cada vez nos alejábamos más, y las sombras de los árboles comenzaban a reemplazar el brillo de las calles.

Me llevaban a la cárcel más aislada y protegida de Estados Unidos, el lugar donde encerraban a las criminales más peligrosas. Algo dentro de mí me decía que estaría en ese infierno por mucho tiempo. No volvería a ver a Freen, ni a mis padres... ni siquiera sé si me permitirán tener visitas.

No sé lo que me espera ahí dentro.

Lo único que tengo claro es que...

Voy a extrañarte.....

Recosté mi cabeza contra el respaldo y cerré los ojos, tratando de revivir su rostro en mi mente. La sonrisa que me dedicaba cuando estaba tímida, justo después de hacer el amor, o cuando llegaba a casa con flores. Sonreí para mí misma, aunque fuera un instante, pero luego recordé sus palabras.

:- Debí salir con Madelyn. Me habría ahorrado toda esta mierda-

:- Preferiría estar con ella que contigo, asesina-

El nudo en mi pecho se hizo insoportable al recordar cómo lo dijo. Nunca en mi vida unas palabras me habían hecho sentir tanto dolor. Mi corazón se comprimió al pensar en esa perra, tan sonriente, tan cercana a Freen.

El paisaje afuera de la patrulla se volvió más oscuro y espeso. Solo quedaban árboles, una carretera olvidada por el tiempo, y yo. Sentí que estaba siendo devorada por la oscuridad, y el camino solo nos conducía más profundo en ella.

Horas después, vi el reflejo de la luna sobre el agua. Nos dirigíamos hacia un pequeño yate. La patrulla se detuvo a unos metros de la orilla.

:- Armstrong, baja - ordenó uno de los guardias.

Me levanté como pude, torpemente debido a las cadenas que me apresaban los pies. El frío de la arena me golpeó como un látigo, y el viento cortante me hacía recordar lo vulnerable que estaba.

Frente al yate, cinco mujeres nos esperaban. Eran altas, corpulentas, y vestían uniformes oscuros. En sus rostros se reflejaba la crueldad que se respiraba en este lugar.

:- Esta es la nueva reclusa - dijo una de ellas con voz ronca, sin emoción.

:- Sí, es toda tuya - respondió el guardia, empujándome sin miramientos. Caí en la arena, pero antes de que pudiera levantarme, una mano áspera me agarró por el cuello del abrigo y me levantó como si no pesara nada.

:- Mira nada más. Pareces una muñeca de porcelana - se burló una de ellas, arrancando carcajadas de las demás.

No dije nada. Mantuve mi rostro serio, sin darle la satisfacción de verme afectada.

Me lanzaron al yate como un saco de basura. Ellas subieron detrás de mí, aplastándome con su presencia, y el motor rugió para llevarnos hacia lo desconocido.