Capítulo 74.

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━━━ T/n

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━━━ T/n.

Corrí, las palabras resonaban en mi mente como un eco ensordecedor. Mi pecho se sentía como si un peso invisible lo aplastara, y las lágrimas que brotaban de mis ojos nublaban mi visión. No sabía hacia dónde iba, no me importaba. Solo quería escapar de todo, de él, de sus sentimientos, de mi propia existencia.

Un nudo en la garganta amenazaba con asfixiarme mientras mi mente seguía reproduciendo lo que había escuchado. Si yo no era suficiente para él, entonces ¿por qué seguía conmigo? ¿Por qué no me había dejado atrás y buscado una vida que realmente lo hiciera feliz? Tal vez si lo hubiera hecho, él estaría sonriendo ahora con otra persona, y yo no estaría sintiéndome como un estorbo, como algo roto que jamás podrá ser reparado.

Soy insuficiente.

El pensamiento se clavaba una y otra vez, como una daga en mi pecho. Mientras yo me reía y trataba de construir algo nuevo, él cargaba con un amor muerto, un fantasma que no era capaz de dejar ir. Él amaba a la que fui, no a la que soy ahora.

— ¡Maldita sea! — grité, frenando de golpe y llevándome ambas manos a la cabeza. Mis dedos se apretaron contra mi cabeza mientras lágrimas calientes caían por mis mejillas. Golpeé mi cabeza con los puños, como si el dolor físico pudiera ahogar la tormenta que me desgarraba por dentro.

Él no me ama.

Las palabras se repetían en mi mente, una y otra vez, tan frías y crueles como cuchillas heladas.

— Él ama a la antigua yo… — sollozaba, con la voz rota — A la que ya no existe.

A la que nunca volverá.

Mi cuerpo cedió, cayendo al suelo como una muñeca rota. Las rodillas se hundieron en la tierra fría, y mis manos, ahora temblorosas, jalaron con fuerza mi cabello. Sentía que me estaba desmoronando, cada fibra de mi ser desgarrada, cada latido de mi corazón lleno de un dolor indescriptible.

— Él no me quiere a mí…

El llanto se volvió desesperado, desgarrador, mientras mi cabeza comenzaba a llenarse de imágenes borrosas, fragmentos de algo que no podía recordar por completo. Sus ojos mirándome, sus labios rozando los míos, su voz diciéndome algo que no alcanzaba a entender. Eran pedazos rotos de un pasado que me pertenecía, pero al que no podía aferrarme.

— ¡Ya basta, por favor! — grité con toda la fuerza que mi voz pudo reunir, mientras mis manos se aferraban con desesperación a mi cabeza, intentando detener el huracán de pensamientos que me atormentaba. 

El eco de mi grito se desvaneció en la fría noche, dejando un silencio inquietante. Entonces, unas voces apagadas llegaron a mis oídos. Me levanté lentamente, mis piernas temblaban, pero mi curiosidad y un extraño presentimiento me obligaron a acercarme. Me asomé con cautela al callejón y los vi.

Cuatro tipos rodeaban a una chica que yacía en el suelo, inconsciente. Mi corazón se aceleró al instante. Un ligero mareo me invadió cuando el sabor metálico de mi propia sangre llegó a mi lengua; los golpes de antes seguían recordándome su presencia. Limpié mi nariz con el dorso de la mano y desvié la mirada. Un tubo oxidado descansaba a un costado. 

Lo tomé con ambas manos y lo apoyé en mi hombro. 

— Hey... — mi voz fue baja, apenas un murmullo, pero suficiente para llamar la atención de los hombres.

Se giraron hacia mí, y al ver mi estado, sus sonrisas burlonas no tardaron en aparecer. Eran tan confiados, tan seguros de que me convertiría en su próxima víctima, igual que la chica en el suelo. Idiotas.

Uno de ellos fue el primero en dar un paso hacia mí. Un hombre alto, con una chaqueta de cuero y un cigarro a medio consumir en la boca. 

— ¿Qué tenemos aquí? — dijo, riendo. 

Sin decir nada, levanté el tubo y lo balanceé con fuerza. El metal chocó contra su costado con un sonido seco y contundente. El cigarro cayó al suelo mientras él retrocedía tambaleándose, maldiciendo entre dientes. 

— ¡Maldita sea, esta perra está loca! — gritó otro de ellos, corriendo hacia mí. 

Giré el tubo hacia arriba y lo golpeé justo en la mandíbula. Su cabeza se echó hacia atrás, y cayó al suelo como un saco de papas. 

Los otros dos dudaron por un momento, pero su furia los impulsó a atacarme al mismo tiempo. Lancé el tubo hacia uno, distrayéndolo lo suficiente para que mi puño impactara en su nariz. Sentí el crujido del hueso al romperse bajo mi golpe. 

El cuarto hombre me tomó por la espalda, rodeando mi cuello con su brazo en un intento de inmovilizarme. Luché, pateé el suelo con fuerza, y logré soltarme lo suficiente como para hundir mi codo en su estómago. Cuando aflojó el agarre, le propiné un golpe con mi cabeza en su rostro, y cayó al suelo gimiendo de dolor. 

Respiré con dificultad, observando a los hombres retorciéndose en el suelo.

●●●

El ambiente estaba cargado de tensión, las voces resonaban como ecos lejanos mientras mi mente seguía perdida en un abismo oscuro. Uno de los policías pasó frente a mí, su mirada rápida evaluando los golpes en mi rostro y mis manos envueltas en vendas que estaban manchadas por sangre. Se detuvo por un momento para subirme la capucha de la sudadera con un gesto inesperadamente protector. Luego, siguió su camino para calmar al padre de uno de los chicos que había dejado en el suelo. 

Mi cuerpo estaba allí, sentado en esa fría sala, pero mi mente flotaba lejos. 

Él me ama.

Repetía mi cabeza con desesperación. Una mentira que intentaba sostenerme, mantenerme a flote. 

De repente, las puertas se abrieron de golpe, y como una ráfaga de aire fresco, los vi. Él estaba allí, seguido por mi hermano, Dani, y un hombre mayor que parecía desconocido para mí. 

— ¿¡Dónde está T/n!? — gritó ajussi con desesperación. 

Uno de los policías señaló hacia donde yo estaba. Mi mirada se encontró con la suya, y antes de que pudiera procesarlo, él ya corría hacia mí. Cayó de rodillas frente a mí y me abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que yo era real y no una pesadilla más. 

Jooha se arrodilló también, tomando mi mano con cuidado, como si temiera romperme. Sentí su calidez, su fuerza, pero no podía responder. Mi cuerpo estaba rígido, mi mente aún estaba atrapada en la oscuridad. 

— ¿¡Y por ser una mujer le van a dar derecho a irse como si nada!? — la voz del padre de uno de los hombres rompió el momento. Gritaba mientras me señalaba con furia — ¡Mi hijo está fracturado y ella está como si nada!

Ajussi me soltó de inmediato. Se puso de pie con una rapidez que casi me hizo temer. En un parpadeo, estaba frente al hombre, tomándolo por el cuello de la camisa y alzándolo ligeramente. 

— ¡Descuartizaría a tu maldito hijo por tocar a mi mujer! — le gritó con una furia que hacía temblar las paredes. 

Dani intervino, acercándose rápidamente para calmarlo. Puso una mano en su hombro, tirando de él con suavidad para que soltara al hombre. 

— Shin — llamó ajussi al hombre mayor que se había quedado junto a la puerta, observando la escena con calma.

— Yo me encargo ─ respondió el hombre con firmeza, caminando hacia los policías para mediar la situación. 

Mientras tanto, Jooha me abrazaba con más fuerza, susurrando algo que no logré entender. Pero aunque mi mente seguía a la deriva, el calor de su abrazo y el eco de las palabras de ajussi en el aire me hicieron sentir, por primera vez en horas, que no estaba completamente sola.

Espinas | Kang DooshikWhere stories live. Discover now