5 meses de embarazo
Emma estaba acostada en su cama, tenía los pies hinchados y le dolía mucho la espalda además tenía antojo de comer gomitas con picante y Nicolás no le quería cumplir el capricho.
— levántate, flor— dice Nick jalandola suavemente de la mano
— ¡No quiero! ¡Quiero mis gomitas con picante!—hace berrinche.
— mi flor, no se si el picante es bueno para ti, mejor vamos a la consulta y preguntamos
— ¡Que no!
— perfecto Emma no te levantes— Nicolás paso sus brazos por el cuello y luego por debajo de las rodillas, cargandola modo princesa
— ¿A donde me llevas?
— a la consulta, quiero ver qué será mi hijo y nadie me lo impedirá
Emma se retorció en los brazos de Nicolás, intentando zafarse, aunque su vientre prominente y su cansancio no le daban mucho margen para luchar.
— ¡No puedes decidir por mí! ¡Ni siquiera tengo ganas de salir! —protestó, cruzando los brazos como una niña.
— Lo siento, flor, pero llevamos días posponiendo esto, y quiero ver a nuestro bebé —dijo Nicolás con una sonrisa traviesa mientras la acomodaba mejor en sus brazos—. Además, si el doctor dice que puedes comer tus gomitas con picante, te prometo que compro un paquete gigante.
Emma entrecerró los ojos, claramente debatiéndose entre su berrinche y la idea de conseguir lo que quería. Finalmente, dejó de resistirse y apoyó la cabeza en el hombro de Nicolás, dejando escapar un suspiro dramático.
— Está bien… pero solo porque quiero esas gomitas.
Nicolás rió suavemente, besándole la frente antes de llevarla hacia la puerta.
— Sabía que mi reina tenía un lado razonable.
En el consultorio, la doctora los recibió con una sonrisa cálida, acostumbrada ya al caos de las parejas primerizas. Emma se sentó en la camilla con ayuda de Nicolás, que no se despegaba de ella ni un segundo.
— ¿Cómo te has sentido, Emma? —preguntó la doctora mientras revisaba su expediente.
— Cansada, con los pies hinchados, y con un novio que no me quiere dar gomitas con picante —dijo Emma, haciendo un puchero que arrancó una risa a la doctora.
Nicolás levantó las manos en defensa.
— Solo quiero asegurarme de que esté todo bien antes de que se dé un festín de azúcar y chile.
La doctora asintió, conteniendo la risa.
— Está bien, veamos primero cómo está el bebé, y después hablamos de las gomitas.
Emma se recostó mientras la doctora preparaba el ecógrafo. Nicolás se colocó a su lado, sosteniéndole la mano y mirándola con esa mezcla de amor y emoción que siempre la desarmaba. Cuando la imagen apareció en la pantalla, ambos quedaron en silencio.
— Ahí está su bebé, perfectamente sano y creciendo bien —dijo la doctora, señalando la pequeña figura en movimiento—. Ahora… ¿quieren saber el sexo?
Emma volteó a mirar a Nicolás, quien apretó su mano con una sonrisa nerviosa.
— Por supuesto —dijeron al unísono.
La doctora movió el ecógrafo con cuidado, examinando la imagen.
— Bueno… felicidades, parece que van a tener un niño.
Emma se llevó las manos a la boca, conteniendo las lágrimas de felicidad, mientras Nicolás sonreía como un niño emocionado.
— Un niño… nuestro pequeño campeón —dijo Nicolás con una voz cargada de orgullo, inclinándose para besar la frente de Emma.
— Eso sí, nada de gomitas con picante, al menos no en exceso —añadió la doctora con una sonrisa cómplice.
Emma frunció el ceño, pero cuando miró a la pantalla y vio a su bebé, todas sus quejas quedaron en segundo plano.
— Está bien, puedo vivir sin picante... por él —murmuró, acariciando su vientre mientras Nicolás reía y le daba otro beso.— Pero... ¿ puedo comer gomitas?
La doctora rió ante la pregunta de Emma y asintió con ternura.
— Claro, Emma, puedes comer gomitas, pero con moderación. Recuerda que el azúcar en exceso no es lo mejor para ti ni para el bebé.
Emma frunció los labios en un puchero adorable, como si el mundo conspirara contra sus deseos, pero Nicolás aprovechó para intervenir.
— Lo ves, mi flor, puedes comerlas, pero no exagerar. Te prometo que después de esta consulta iremos por unas gomitas sin picante, ¿te parece?
Emma soltó un suspiro dramático, llevándose una mano a la frente como si estuviera haciendo un gran sacrificio.
— Está bien… sin picante. Pero solo porque soy una mamá responsable —dijo, recostándose de nuevo y acariciando su vientre con cariño—. Todo sea por este pequeño campeón.
Nicolás sonrió y le besó la mano, agradeciendo en silencio lo mucho que Emma estaba haciendo por su bebé. Después de terminar la consulta y recibir algunas recomendaciones más de la doctora, la pareja salió del consultorio tomados de la mano.
— Entonces, ¿directo a comprar las gomitas? —preguntó Emma, mirándolo de reojo con una sonrisa de satisfacción.
— Directo a comprarlas —confirmó Nicolás, levantando las manos en rendición.
Ya en casa, Emma estaba sentada en el sofá, con sus tan ansiadas gomitas en mano, disfrutándolas mientras Nicolás la observaba desde la cocina.
— ¿Sabes? Creo que este bebé va a salir con tu carácter, Emma —comentó Nicolás, apoyándose en el marco de la puerta con una sonrisa divertida.
— ¿Y eso qué significa? —preguntó Emma, haciéndose la ofendida mientras se llevaba otra gomita a la boca.
— Significa que será fuerte, decidido y un poquito terco —dijo él, acercándose a ella y arrodillándose frente al sofá para besar su vientre—. Y, si es como tú, entonces sé que será perfecto.
Emma sonrió, sintiendo cómo las hormonas le hacían brillar los ojos. Acarició el cabello de Nicolás mientras él continuaba hablándole suavemente al bebé, como si ya estuvieran formando un vínculo especial.
— Nicolás… —susurró Emma, inclinándose para besarlo suavemente en los labios—. Gracias por ser tan maravilloso con nosotros.
— No tienes que agradecerme, mi flor. Ustedes son mi mundo, y haré todo lo que esté en mis manos para que siempre estén felices.
Emma se acomodó en el sofá, sintiéndose completamente amada y cuidada. Aunque su espalda aún doliera y sus pies estuvieran hinchados, en ese momento todo parecía perfecto.
Pero no siempre será perfecto ¿O si?
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Mafia y Debilidad
Teen FictionUna chica que, lamentablemente, creció en un mundo de mierda. Al cumplir los 17, sus padres la metieron en un lugar de mala muerte. Ella pensaba que era lo peor que le podría haber pasado en la vida, pero el destino no tenía ese plan...Un chico de 2...