Capítulo 15

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SPENCER

Los segundos parecían ser eternos; el su-des era emocionalmente inestable pero las palabras de Morgan y las de Victoria habían servido para apaciguarle. Ahora nos miraba uno a uno con la duda reflejada en su rostro. No sabía que hacer y yo lo único que pedía era que soltara a Victoria.

De repente, el hacha se fue alejando poco a poco de su cuello y ella cerró los ojos. Al segundo volvió a abrirlos y me miró interrogante. Esperé un poco más y el hacha cayó al suelo. Comencé a acercarme a Victoria lentamente; ella sin embargo se lanzó hacia mis brazos. Cuando la tuve cerca de mí todos los miedos desaparecieron, la tomé en mis brazos y salí de aquel conducto subterráneo. Ella se abrazaba a mi con miedo y alivio.

Nunca me había sentido así de bien, había logrado salvarla y la tenía entre mis brazos escuchando como latía su corazón. La miraba brevemente y me topaba con sus ojos, aquellos hermosos ojos que tanto había querido ver. Ahora estaba a salvo, y era lo único que importaba.

Salimos de la casa y lo que pudimos ver, más arriba de todos lo coches patrulla y las ambulancias, fue un cielo realmente hermoso lleno de estrellas. Victoria, levantó su mirada hacia ellas y las contempló hasta que la llevé a la ambulancia. Se sentó, con mi ayuda en el suelo de esta sin dejar de observar todo lo que había a su alrededor. Los sanitarios procedieron a examinarla y yo me giré para dejarle intimidad, entonces una mano agarró mi brazo. Me giré sorprendido y la miré, mientras que su mano aún no me soltaba.

-¿Te puedes quedar conmigo? -Preguntó con la voz un tanto temblorosa.

Al instante sonreí, me senté a su lado y, sin saber muy bien de lo que hablar, le sonreí.

-Así que Dante. -Aquello era algo que teníamos en común y, por lo tanto, no sería un tema incómodo.

Conforme pasaba el tiempo, fuimos hablando de Dante, su Divina Comedia y diversas obras literarias. En un momento fui consciente de la tardanza de mis compañeros y miré hacia la casa. Entonces salieron con el su-des esposado. Quise evitar que ella lo viera pero fue imposible, le siguió con la mirada hasta que subió al coche patrulla.

-¿Quién era Samy?

-Su hermana mayor, la mataron sus padres a golpes. Él lo vió.

Me miró a los ojos y suspiró.

-¿Quienes serían los locos? ¿Él o sus padres? No sé si podré culparle de todo lo que ha hecho.

-A veces, no podemos culpar a nadie. Solo podemos curarnos a nosotros mismos las heridas que nos hacen. -Dije aquello pensando en mi secuestro; en aquella doble personalidad que quiso matarme y a la vez me salvó.

Simplemente, hay veces en las que no obtenemos a quienes culpar de los males que nos producen.

Oscuridad (Spencer Reid)Where stories live. Discover now