Fresh Out The Slammer 3 (+21)

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Una semana después.

El salón de anatomía tenía una vibra distinta ese día.

Silenciosa.

Casi expectante.

Las persianas estaban entreabiertas, la luz filtrada por los ventanales creaba un juego irregular sobre las mesas metálicas. Algunos alumnos cuchicheaban, otros revisaban apuntes.

Pero todos notaban lo mismo: el profesor Robert Keene aún no había llegado.

—¿Siempre es tan puntual? —susurró una chica en la segunda fila.

—Siempre. Es rarísimo —respondió otro, con el ceño fruncido mirando el reloj—. Diez minutos ya.

Hasta que, finalmente, la puerta se abrió de golpe.
Robert apareció.

Cabello revuelto, como si se hubiese peinado con los dedos en el ascensor.

El saco arrugado, con los botones a medio abrochar.
La camisa blanca por fuera del pantalón, apenas sostenida por el cinturón mal ajustado.

Y en su rostro... una expresión a medias: entre agotamiento y algo parecido al triunfo.

Dejó la carpeta sobre el escritorio, se aclaró la garganta y comenzó a acomodar las hojas con lentitud, evitando mirar directamente a nadie.

—Buenos días —dijo al fin, con voz ronca.

Nadie respondió. Solo lo observaron con atención, como si trataban de resolver un acertijo con forma humana.

Cinco minutos después, cuando el ambiente apenas se asentaba, la puerta volvió a abrirse.

Tory.

Entró despacio, como si cada paso le costara el doble. Caminaba con una ligera torpeza, como Bambi en hielo.
Su pelo estaba recogido a la carrera, con algunos mechones sueltos pegados a la frente.
Sus labios estaban hinchados.

Y sus ojos, vidriosos, como si hubiera llorado hacía apenas unos minutos.

Avanzó hacia su asiento en silencio. Cada paso hacía que algunas cabezas se giraran. No había forma de disimularlo.

Se sentó con cuidado, exhalando apenas, como si el simple acto de sentarse doliera.

Robert la miró por un segundo. Solo uno.
Y luego bajó la vista rápidamente.

Demasiado tarde.

Sam, sentada justo a su lado, la observó con una mezcla de curiosidad y sospecha.

—¿Estás bien? —murmuró.

Tory tragó saliva. Asintió apenas, sin mirarla.

—Sí. Solo… no dormí bien.

Sam frunció el ceño, pero no insistió.

Desde el escritorio, Robert levantó la mirada y alzó la voz.

—Hoy haremos un repaso general del sistema músculo-esquelético. —Su tono era serio, casi seco—. Abran el atlas en la página 127.

Y aunque lo intentó, no pudo evitar un leve estremecimiento al decir “músculo”.

Tory ni siquiera abrió el libro. Lo miró. Solo un instante.

Él no la miró de vuelta.

Pero sus manos temblaban.

—Profesor —dijo Tory, levantando la mano con una lentitud casi provocadora.

Robert tragó saliva. No la había mirado desde que empezó la clase.

—Sí, Nichols.

—¿Puede recordarnos cuáles son los músculos que se activan durante una contracción prolongada de cadera?

One Shot | KeenryWhere stories live. Discover now