CAPÍTULO 10 (PARTE 1)

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Desde esa noche, la noche donde había pillado a Rose con otro chico, y después de nuestra extensiva charla, noté que su actitud había cambiado, aparte de los rumores de Jesse y ella en la habitación, se había mantenido fuera de cualquier otro cuchicheo, eso era bueno, ya no se había metido en ningún problema. Cubría con responsabilidad todo su horario, y no faltaba a clases, aunque en materias como Matemáticas y Ciencias no lo llevaba tan bien.

Estaba completamente concentrada y entregada a sus entrenamientos, siempre daba lo mejor de sí misma, cada nuevo movimiento que le enseñaba lo practicaba con determinación, lo hacía muy bien, ahora, hasta trataba de llegar puntual a cada clase. Los ataques o bromas hacia la princesa Dragomir se habían detenido, al parecer todo estaba tomando un buen rumbo.

Me dirigí al gimnasio para las últimas dos horas de entrenamiento con Rose, entre a los vestidores, me puse una camiseta y unos holgados pantalones de atletismo. Salí para preparar el material que utilizaríamos, arrastré unas cuantas colchonetas al centro del gimnasio. En eso escuché la puerta abrirse y ahí estaba ella, llegando a la clase tan puntual, que tuve que reprimir una sonrisa. Dejó su mochila a un lado de la banca, y se encaminó al centro del gimnasio, se situó en la colchoneta de forma que quedamos el uno frente al otro.

— ¿Cuál es el primer problema con el que vas a encontrarte en un enfrentamiento con los Strigoi? — pregunté cruzado de brazos.

— ¿Qué son inmortales? —

—Piensa en algo más básico—

Se lo pensó por un momento antes de contestar, —son más grandes y más fuertes que yo—

Asentí satisfecho ante su respuesta, —eso lo hace difícil, pero no imposible. Es perfectamente posible usar el peso y la altura de una persona contra ella—

Me giré e hice una demostración de varias llaves, marcando todos los pasos y cada golpe. Rose imitó mis movimientos y rápidamente los aprendió todos, al ver la impaciencia en sus ojos por probarlos, la dejé intentarlos casi al final del entrenamiento.

—Adelante— la insté, —intenta golpearme—

No necesité repetírselo de nuevo, vi el brillo en sus ojos, avanzó con el propósito de propinarme un buen golpe, pero la bloqueé con suma facilidad, dejándola tumbada en las colchonetas. Dio un brinco rápidamente, retomando su postura inicial, volvió a atacar y terminó igual, despatarrada en las colchonetas.

—Vale, ¿Qué he hecho mal? — preguntó un poco fatigada.

—Nada—

—Ya te habría dejado inconsciente si no hubiera metido la pata— hizo una mueca, pensando que yo mentía.

—Nada de eso. Todos tus movimientos han sido correctos, pero es la primera vez que lo intentas, y yo llevo años haciendo esto— expresé con sosiego.

Meneó la cabeza y puso los ojos en blanco mientras hablaba. —Lo que tú digas, abuelito. ¿Me dejas intentarlo otra vez? — una sonrisa sardónica curvó sus labios.

—Ya nos hemos pasado de hora, ¿o es que no quieres arreglarte? — giró su cabeza hacia el reloj y abrió los ojos.

—Diablos, si, si quiero—

Me giré y me alejé de ella, estaba guardando el material que habíamos utilizado, ¿de verdad me había llamado viejo?, vamos solo era 7 años mayor, sobreponiéndome a ese pensamiento, presté atención a mi alrededor, nunca escuche los pasos de Rose y tampoco la puerta abrirse, en ese momento me di cuenta que se acercaba a mi corriendo dando un rugido de guerra.

Me giré rápidamente como un trompo a la velocidad de un rayo, antes de que pudiese llegar, la aferré contra mí, en un movimiento insultantemente fácil, y la tiré al suelo donde la dejé bien clavadita, no tenía ninguna posibilidad de escapar o moverse, coloque mis muslos y dorso de una forma, la cual me permitió estar completamente encima de ella.

— ¡No he hecho nada mal! — se quejó.

Por más serio que quisiese parecer, no podía estarlo, aferrando sus muñecas contra el piso, y mirándola directamente a los ojos, esbocé una sonora sonrisa, como pocas veces lo hacía.

—Un grito de guerra te delata. Procura no aullar la próxima vez— su cara se iluminó con una sonrisa.

— ¿Habría habido alguna diferencia si hubiera tenido el pico cerrado? — preguntó un poco esperanzada

Me lo pensé por unos instantes. —No, probablemente, no— suspiró de forma ostensible mostrando un poco de decepción.

De pronto caí en la cuenta de que no la había soltado, seguía literalmente encima de ella, con su rostro a escasos centímetros del mío, los dos seguíamos teniendo esas sonrisas en el rostro, mirándome directamente a los ojos, podía ella llegar a tocar mi alma, me profundicé en ella, en su belleza, olvidando todo lo que me rodeaba.

Su cabello castaño oscuro, se salía completamente del moño que se había hecho, su hermosa piel bronceada tenía un brillo especial, sus ojos marrones, eran una droga para mí, cuando mi alma indagaba en sus ojos, se encontraban con un interior puro, transparente, mágico y encantador, embriagando todos mis sentidos. Y esos labios rojos, delineados y carnosos, tan delicados como una rosa, pero igualmente peligrosos como la misma.

—Eh... esto... ¿te queda algún otro movimiento por enseñarme? — preguntó con la respiración cortada.

Me sentía increíblemente bien, sentía crecer una sensación de paz en mi pecho, estaba a punto de trazar otra sonrisa en mi rostro, pero de repente la burbuja se rompió, haciéndome regresar al mundo real, con un esfuerzo manifiesto, tuve que reprimir la sonrisa, regresando a mi papel de mentor, me aparte de su lado y me erguí.

—Venga, debemos irnos—

Me giré y salí del gimnasio, escuché que ella venía detrás, pero no volví la vista. Estuve dándome bofetadas durante todo el camino de regreso a mi cuarto, que rayos me estaba pasando, ¿me estoy enamorando de Rose?, no, eso no puede ser, yo podría ser su pap..., Bueno, no era tan mayor, pero si le llevaba 7 años, además, yo era su mentor, en ese preciso momento no necesitaba semejante complicación en mi vida. Tenía que seguir siendo el guardián fuerte y de carácter, totalmente entregado a su trabajo, el hombre imperturbable que siempre había sido, no podía permitirme estar en este tipo de situaciones.

ACADEMIA DE VAMPIROS: contada desde la perspectiva de Dimitri BelikovWhere stories live. Discover now