Capítulo trece.

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Un café con leche, y seis galletas María.

Seis, suena a mucho.

Pero...

Seis galletas María...

Eso es una mierda, una GRAN
mierda.

Y más, si te has despertado con las tripas rugiéndote como si un león habitase en ellas, cosa que acababa de ocurrirme.

¿Significaba esto que estaba empezando el día con el pie izquierdo?

Quiero pensar que no.

Terminé de desayunar, sola, ya que mis hermanos estaban durmiendo, y mis padres trabajando.

Sentí un gran alivio al quedarme satisfecha después de ingerir un desayuno tan pobre como aquel.

Menos mal.

Poco a poco me iba acostumbrando.

Fui con unas pintas bastante interesantes al instituto.
Apenas me maquillé, y no me molesté mucho en dominar mi despeinada melena.

Total, para quien me iba a ver.

Ya me arreglaría por la tarde, no quería causar mala impresión a... ¿Hugo?... Sí, creo que Dani dijo ese nombre.

Ninguno de mis amigos comentó nada al respecto, y se lo agradecí, tenía mucho sueño como para aguantar sus bromas.

La mañana pasó bastante tranquila, aunque considero necesario destacar los pelos en las orejas que tenía mi profesor de Historia.

¿No se miraba al espejo? Su oído parecía una cascada, y una mata de - asquerosos - pelos sobresalían por fuera de su oreja.
Que tus alumnos tengan que soportar eso, debería estar considerado delito.

Esto fue un tema que dio mucho de sí en el recreo, y los grupitos de amigos que estaban cerca nuestra se nos quedaban mirando, preguntándose el por qué de nuestras - demasiado - escandalosas risas.

No me extraña.

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Al subir del recreo, no pude evitar observar como Laura se acercaba a Jesús, cosa que a él pareció sorprenderle, pero agradarle, a la vez.

Le dedicó una cálida sonrisa, y estuvieron hasta el comienzo de la siguiente clase hablando, no sé de qué.

No había visto ni rastro de él en el recreo - tampoco es que me fijase - y, por lo visto, seguía sin tener ningún tipo de contacto con Zaida.

Parecía estar bastante solo, y sé que a Laura le daba algo de lástima, pero, sinceramente, a mí no me preocupaba lo más mínimo.

Tampoco es que me alegrase, pero, no era algo que me importase, tampoco.

Supongo que, mi parte malvada creía que se lo merecía, pero, mi parte bondadosa no quería disfrutar del momento, ya que le parecía demasiado cruel regocijarse de aquello.

Siempre he pensado que la forma de llegar lejos en la vida, es ser amable, educado, y respetuoso con TODO el mundo, incluso con aquellos que no lo son contigo.

Porque, ¿Sabéis qué?.

La gente odia a los capullos.

Y, alegrarme del mal de Jesús, sería rebajarme a su nivel.

Significaría que yo estaba siendo igual de capulla que lo fue él conmigo, cosa que nunca me permitiría... jamás.

En el siguiente cambio de clase, Laura volvió con nosotras, Alfonso estaba entretenido contándole algo a Dani, ambos estaban sentados en sus pupitres, y Jesús se sentó con ellos.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersWhere stories live. Discover now