Capítulo veintiuno.

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¡Hola!
Antes que nada, quería pediros mil perdones.
Sé que tardo DEMASIADO en subir, pero es que os juro que entre el grado superior, y otras mil cosas, no paro ni un momento.
Ando siempre angustiada y pensando en que tengo que subir capítulo, así que, no penséis que es por dejadez, pero, supongo que entenderéis que mis responsabilidades están antes que esto, que es un hobbie, y tampoco me gustaría sentirme obligada a escribir, porque lo hago por puro gusto y placer, y si no fuese así, perdería toda su magia.

También quería daros infinitas GRACIAS por todos vuestros comentarios, votos, y por añadir mi historia a vuestras listas de lectura. No os hacéis una idea de lo mucho que significa para mí, y del ánimo que me da para seguir escribiendo.

¿Qué os parece la nueva foto de portada?

Un beso enorme a tod@s, y, ahora sí, espero que os guste...

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Las clases se me hicieron largas, pesadas, y aburridas, pero tampoco fue un día especialmente malo.

Mis padres no me pusieron problemas cuando les comenté que pasaríamos la tarde en casa de Alfonso, aunque tendría que recoger un poco mi habitación antes de hacerlo...

¿Por qué tenía que recoger? Nadie iba a entrar en mi maldita habitación para ver el desastre, así que, ¿A quién le importaba?. A mí no, desde luego.

Pero a mis padres, y a su obsesión por la limpieza... sí.

Después de comer, y recoger un poco, decidí echarme un rato.

No conseguí dormirme, así que, para cuando quise levantarme, tenía un humor  de perros, y me dolía la cabeza... genial.

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Me apetecía arreglarme, y ya que mi humor no era el mejor, maquillarme me relajaría, y me haría sentir mejor.

Me encantaba el maquillaje, y todo lo relacionado con ello, y tenía tiempo, así que, por qué no.

Probé una nueva forma de aplicarme la sombra, que acababa de aprender. La técnica se llamaba “coma”, y la verdad, es que me gustaba el resultado.

Me despedí, y salí de casa.

María ya estaba esperándome en mi portal, y, juntas, nos dirigimos hacia la casa de Alfonso.

- Tía, pues, ¿Sabes qué? me ha dicho Laura que cree que a Alfonso le gusta alguien, porque no soltaba el móvil, y no veas como sonreía, aunque... no sé. ¿Tú qué crees?. -

O sea, que yo no estaba volviéndome loca.

- Pues no sé, también lo he notado, la verdad, pero... who knows. Ya cotillearemos. -

- Pos sí. -

- Ay, la macarra. - contesté, riendo.

Cinco minutos después, ya estábamos en casa de Alfonso, esperando a Dani, Jesús, y Hugo, que aún no habían llegado.

- Pues sí que tardan. - dijo Alfonso, cuando ya estábamos todos sentados, charlando en su sofá. Parecía algo nervioso, y se estaba mordiendo las uñas.

Le observé fijamente unos minutos... podía hacerme una idea de lo que estaba pasando, pero no quería adelantarme, y necesitaba hablar con Hugo.

De repente, sonó el timbre, y sentí algo extraño que no conseguí identificar.

Qué narices pasaba conmigo últimamente...

- Tranquilos, ya estamos aquí. - dijo Dani, sonriendo, y señalándose con los brazos en alto, como si el mismísimo Michael Jackson acabase de entrar en la habitación.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersWhere stories live. Discover now