Cap 22

356 24 0
                                    

Con un movimiento que ella hizo, quedamos completamente de frente, el Sol entraba por la ventana y daba directo a su cara. Eso sonó como de poema, pero era cierto, daba todo en su cara. Y sólo me bastó un segundo para contemplar sus grandes ojos chocolates tan bonitos, brillantes, profundos y misteriosos; su pequeña y hermosa nariz cubierta con unas casi invisibles pecas; sus labios rojos y carnosos que me llamaban siempre.

Ella era deslumbrantemente preciosa, y cuando devolví la vista a sus ojos tuve que reconocer que no sólo era preciosa por fuera, no, ella era más que preciosa por dentro. Era la persona más tierna y la más seca al mismo tiempo, la más egoísta pero también la que más sabía pensar en los demás, la más inteligente pero la más torpe y estúpida algunas veces, era la chica más especial que hubiera conocido, pero también la que moriría en unos meses.

No quería pensar en eso porque era terriblemente difícil de aceptar. Ver sus ojitos llenos de emoción cuando cumplía algunos de sus deseos y me decía que gracias a mí estaba viviendo como siempre quiso, me daba ánimos pero realmente me destrozaba pensar en su enfermedad. Y aunque quisiera ser como Brad y tenerla encerrada en hospitales para que alguien descubriera alguna cura o alguna solución, no podía, porque no iba a dejar que ella muriera sin haber cumplido cada uno de los puntos de esa lista. Porque por lo menos saber que murió feliz sería una pequeña satisfacción entre todo el dolor.

Mordí mis labios y no me permití besarla aunque absolutamente eso era todo lo que quería hacer, porque no sabía si ella me iba a responder el beso, porque los amigos no se besan, porque no sería justo para mí, porque no podía dejar que mis sentimientos por ella crecieran aún mas.

Puse mi mano en su mejilla y besé su nariz, ella me miró a los ojos y sonrió.

Cobarde. Susurró una voz en mi interior.

{❤}

—Eres una loca y me vas a meter en problemas —le dije mientras pagaba la pintura fluorescente que quiso la señorita para su mural.

—Tú eres el loco que me hace caso —atajó contenta encogiéndose de hombros y yo sonreí porque era verdad. ¿Quién me mandaba a hacerle caso?

Tomé dos potes de pintura y Linda tomó otros dos. Salimos de la tienda y dejé mis potes en el suelo para abrir la cajuela del auto de Niall y guardarlos ahí.

— ¿Tienes una idea de dónde lo podemos hacer? —preguntó emocionada camino al departamento.

—Sí, es el lugar perfecto —me puse a pensar que quizás ya no era tan perfecto, ya había pasado casi un año desde la última vez que visité ese lugar—o no sé.

— ¿Dónde es?

—Es en un parque cerca de la casa donde vivía antes, hay unas paredes que usábamos como murallas cuando jugábamos… Sería genial que estuvieran ahí tal cual yo las recuerdo.

—Pues no sabremos si no vamos.

— ¿Hoy?

—Mejor mañana, ¿no crees? —asentí— hoy el día está como para ver una linda película, jugar videojuegos y no hacer nada más, ya tuve suficiente acción por hoy…

—Claro que sí —empecé a reír recordando la manera en la cual se aventó. En el momento me había asustado, pero ahora que lo pienso fue muy gracioso. Solté una carcajada más fuerte y seguí riendo— parecía que te querías suicidar, estampándote en el piso con todas tus ganas. Pero lo hiciste bien…

—Por Dios, no lo hice bien, ni siquiera me acerqué a lo bien —ella empezó a reír conmigo y su risa era tan jodidamente rara que me hizo reír aún más. Y aunque ya la caída no era tan graciosa seguimos riendo todo el camino, porque su risa me hacía reír y mi risa la hacía reír a ella —ya deja de reírte, Harry, me duele la panza.

—Tú tienes la culpa, te ríes como un burro —dije totalmente sincero.

Ella me fulminó con la mirada pero no dijo nada, porque sabía que era cierto.

Cuando entramos a casa por fin, Linda se tiró al sillón y se quitó los tenis mientras suspiraba.

— ¿Jugamos o vemos una película?

—Juguemos, te quiero ganar de nuevo —contestó con una sonrisa.

Puse los ojos en blanco y me reí falsamente. De algún modo desconocido Linda siempre me ganaba, siempre, no sé, haciendo trampas, me distraía o… no lo sé, pero estaba seguro de que alguna trampa hacía, era imposible que me ganara tanto sin haber jugado nunca, ni siquiera Niall podía ganarme, por eso yo estaba seguro de que ella era una tramposa.

Pero de cualquier modo era lo más genial del mundo tener una chica como Linda que jugara y comiera cualquier cosa conmigo, que pudiera platicar de mil cosas, no sólo ropa o zapatos, que se riera de mis tristes chistes y yo me riera de los suyos aunque fuera la peor contadora de chistes.

Era tan genial que aunque me hiciera trampa siempre se lo dejaba pasar y disfrutaba cada segundo que la tenía sólo para mí. Linda hizo palomitas y trajo refrescos, yo acomodé todo para jugar a gusto.

Y así pasamos la noche, jugando y comiendo comida chatarra, peleando porque claramente sus victorias no eran dignas, y yo estaba perdiendo sólo porque me concentraba más en verla que en mi propio juego. Sólo por eso. Cuando nos aburrimos de jugar, —bueno, más bien yo me “aburrí”, porque la tramposa no me dejó ganar ni una sola vez— puse una película y nos acurrucamos en el sillón con las luces apagadas. Su espalda estaba en mi pecho y tenía mi brazo al rededor de su cintura mientras con mi mano libre acariciaba su cabello largo y suave.

No había pasado ni media película cuando Linda ya estaba dormida.

Suspiré y seguí acariciando su melena. Me puse a pensar en Adaime y en su corto cabello tieso. Ella no era nada comparada con Linda.

¿Quién diría que yo terminaría teniendo una mejor amiga, y que de verdad la quisiera tanto y sería tan especial para mí? Jamás pensé en algo parecido.

Aún recuerdo muy bien cuando conocí a Linda ese día en el parque de U.S.A… Ella me había parecido tan increíblemente bonita con sus mejillas rosadas y su cabello largo que estaba plenamente agradecido con mi hermana por insistir en quedarnos ahí; además era genial, sencilla y muy divertida, lo supe desde el primer momento.

Ella era genial. Genial. Bonita. Perfecta.

Al día siguiente cuando la encontré en el árbol y me contó que tenía una enfermedad terminal sentí como si me tiraran un balde de agua helada en la cabeza, estaba a punto de desmayarme ahí mismo y entonces le dije que fuéramos a desayunar… Aunque fue de las mejores ideas que he tenido, también fue un error, porque pude platicar con ella y darme cuenta de que el tiempo se me iba volando, de que me reía más que nunca con cualquier cosa que ella decía y de que me sentía cómodo simplemente siendo yo mismo.

Después nos convertimos en amigos, luego mejores amigos y a esas alturas ya no podía negarle a nadie que me gustaba, menos a mí mismo.

Porque, maldición, no creo que haya alguien capaz de resistirse a Linda.

Sus gustos, su forma de ser, tan despreocupada, tan torpemente linda, tan real, tan soñadora, su manera de pensar a veces demasiado madura y otras veces demasiado tonta, su manera de ver el mundo siempre con una sonrisa, su torpeza constante, sus loqueras de siempre, sus gritos, sus risas raras, su lista aun más rara, su carita hermosa y su cuerpo perfecto, todo me gustaba de ella.

Pero, demonios, ¿por qué tenía que ser tan jodidamente difícil? No creía que ella quisiera pensar en… Amor. Y yo no quería extrañar sus besos ni sus caricias una vez que se fuera para siempre, prefería mantenerme alejado.

The perfect bucket list » Harry Styles (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora