Un golpe, un inicio.

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Si, solía pensar en él. Si, le revolvía el estomago cuando sus miradas colisionaban. Si, se sentía extraño estar a su lado y si, le dañaba que le odiara.

Todos los días al levantarse por la mañana comenzaba pensando que los rayos del sol eran igual de brillantes que sus cabellos y que las fotografías del mar eran igual de inmensos que sus grandes ojos azules. Lo conocía de toda una vida, pero todo era diferente desde hace mucho tiempo atrás, porque uno era frió y el otro no.

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Sus lagrimas descendían sutilmente por sus mejillas, sus brazos se enroscaban por su propio cuerpo y escondía los sollozos entre sus rodillas. Los cabellos blancos estaban cubiertos por rastros de barro sucio con partes del pasto aún adheridos a él, dejando a su pijama completamente sucio y empapado. Había cerrado las cortinas en cuanto se encerró en la solitaria habitación, repleta de juguetes regados que además adornaban las paredes sobre sus diminutos estantes.

— ¿Near? —Pregunto una voz conocida.

En ese momento Mello apenas era unos años mayor, por lo que su voz no sonaba ni ronca ni aspera, tan suave y androgina como la de cualquier niño de su edad. Asi fue como, guiándose con el suave sonido de la puerta, notó como el joven entraba en pasos inseguros que hacían crujir la madera. Escuchandolo entrar pudo adivinar que trataba de ser lento, precavido, y aunque tal vez su intención era la contraría, él simplemente se sintió más asustado. Reaccionando al enterrar más su rostro contra sus rodillas. Los dedos largos que pasaron entre los cortos mechones blancos casi le hicieron respingar, sin saber que Mello se había acomodado de cuclillas frente a él para poder hacerlo. Tenía el cabello tan enlodado que, al pasarle los dedos, se volvía de un marrón incipiente similar al tinte sintetico.

Pasaron un par de minutos de ese modo, sin en cambio el llanto no cesó, solo aumentó.

—Near...

Intentó llamarle de nuevo, con una voz más suave, con culpa en ella. Luego la respiración de Near se hizo presente, en un espasmo que sus pulmones soltaron y se encogió otro poco, haciendo al diminuto cuerpo temblar y esconderse.

—... ¿Mello?... —coemenzó preguntando luego de un segundo, con la voz ahogada y apenas susurrante.

—Y yo que pensaba que eras un desgraciado sin corazón —dijo mientras soltaba una ligera risa que removía el flequillo dorado sobre su frente—. Aunque si eres un desgraciado...

El niño apenas reaccionó a sus palabras, pero Mello le notó moverse y en seguida se corrigió.

—Vamos, sabes que no lo digo en serio.

Colocó ambas manos en su cabeza jalándolo hacia arriba para mirar su rostro, no le importó ser un poco más tosco, Near no le dejaría moverlo de otro modo. Lo logró, aunque no consiguiendo su proposito, pues Near apretaba los parpados con apenas fuerza. Las mejillas cubiertas de lagrimas discipaban apenas un camino de barro. Por un momento pensó que hubiera sido mas divertido si él fuera el causante de su abundante llanto, pero esa imagen le pareció desagradable. Los ojos que siemrpe se mostraban grises le mostraron su interior enrojecido al entre abrirlos, el derecho de ambos estaba por demás coloreado, proximo a hincharce, una marca que se expandia de la esquina de su ojo hasta lo alto de su pómulo, el lugar del impacto. Fruncia los labios en esa desesperación infantil por no permitirse llorar frente a él.

Las manos de Mello descendieron de su cabeza hasta cada mejilla mientras con un pulgar delineaban el pómulo lastimado, aunque lo suficiente suave para no lastimarle en el acto.

—Ese bastardo... —susurró, frunciendo el ceño de forma pronunciada.

—No importa... —trató de quitarle importancia aunque con la voz tan delgada que Mello apenas le escuchó.

—Callate, no te estoy preguntando una mierda.

Near cerró los ojos un momento, en intento de olvidar las partes adoloridas de su cuerpo, no solo su ojo estaba lastimado, aunque no se vio capaz de mencionarselo a Mello que le sujetaba y miraba con tanta atención.

—Anda, levántate, eres un asco justo ahora —lo dijo en un tono amigable, uno que jamás había escuchado. Mientras se ponía de pie y extendía ambos brazos hacia a su dirección, los diminutos ojos grises no se inmutaron—. Eres una maldita bola de algodón con patas, y un algodón muy sucio.

Dudó tanto que Mello se mostró molesto, agitando su pie contra el suelo y cruzando sus brazos sobre su pecho. Near dudaba, porque era dificil confiar en Mello, no se conocían mucho y siempre le empujaba en los pasillos. Quiso llorar de nuevo, pero se mantuvo quieto, notando que le hablaría de nuevo.

—Eres un maldito cabrón holgazán.

Cuando las manos delgadas de su compañero se deslizaron bajo las axilas de Near, el pequeño se vio sorprendido, aunque docil, dejandole moverle hasta que estuvo de pie.

—Vamos, tienes que cambiarte.

Tan rápido como lo había levantado le había soltado, dejandole quieto a mitad de la habitación, admirando su espalda cuando  dirigió sus pasos hacia el armario de color ocre, del que comenzó a buscar revolviendo todas las prendas blancas. No se movió ni un segundo, tampoco intentó llamarle. Lo que había conocido de Mello era su estrafalaria forma de ser en clase, el cómo era fuera del aula solo parecía violencia y torpeza, esa era su impresión. Incluso cuando intentó buscar una explicación, no lo consiguió. Hablar de ello con alguien no era una opción.


Se deslizo con pasos silenciosos hacia una pequeña cajonera de donde saco algunas prendas blancas y se dirigió a paso lento hacia una puerta que se encontraba cerca de su amplia cama. Se detuvo un momento con la ropa oprimida hacia su pecho y tan rápido como no se podría esperar una tela grisácea cubrió su vista, Mello la había lanzado hacia el sin siquiera mirarlo, luego sintió como la ropa que sostenía le era arrebatada con un ligero empujón hacia la puerta de baño.

Subió sus pequeñas manos hacia la toalla que había caído sobre su cabeza para poder quitara y dejarlo mirar a Mello quien tenia los brazos cruzados y el ceño, como siempre, notoriamente fruncido en su rostro.

       —Estúpido, ahora ya ensuciaste esta, anda, métete ya —Dijo autoritario mientras abría la puerta de baño y con un ligero empujón lo hacia entrar—

Mello había cerrado la puerta dejando a Near solo dentro y muy confundido.

       —¿Mello?...

Le habían ocurrido cosas extrañas en el pasado, pero esto era sin duda muy inusual, todo, desde el primero momento había sido muy muy muy extraño. Era la primera vez que pasaban tanto tiempo juntos sin que el mayor terminar frustrado y con ganas de matarlo, en muchas ocasiones había imaginado que quizá Mello se hubiera sentido triunfante si alguna vez lo veía demostrar una clase de emoción tan notoria como lo anterior, sin en cambio el solo pareció mas molesto al mirar aquellas heridas en su rostro, pero no molesto con el, sino, con alguien mas.

Nunca en su corta vida se había sentido tan confundido y asombrado, esa clase de emociones nunca cruzaban por su ser tan remotas como fueran. ¿Porque había llorado?, habían pasado años desde la ultima vez que recordó haberlo hecho, era un sentimiento casi desconocido para el, pero aquellas manos que acariciaban su rostro con tanta ternura de inmediato lograron que se sintiera mejor, como si ni el cuerpo adolorido le causara molestias, era extraño, ni siquiera recordaba si Mello había estado cuando aquel chico lo aventó en el jardín.

Sonrió un momento, quizá después de todo no le odiaba tanto como decía.

       —Gracias... Mello...

Seamos Realistas. || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora