Te dejo ir.

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Sus labios se deslizaron suavemente por los míos, no era la primera vez y el sabor era completamente conocido para mi, mentiría si dijera lo contrario, mentiría si dijera que escondimos esto por tantos años. Mello es una persona muy prejuiciosa, arrogante, podríamos decir que es todo lo malo en forma obsesiva, como todos pueden notar, no es una persona que te diga todo en lo que esta pensando aún cuando te tenga toda su confianza, quizá a Matt si, pero el era tan distinto de ambos. Sus ásperas manos me empujaron lentamente contra el muro de concreto deslizándose por mi espalda.

El beso era suave, tierno pero pasional, no habría alguna forma de explicarlo. Cuando lo miraba sonreír con los otros niños en el Orfanato me sentía de un modo extraño, normalmente no prestaba tanta atención a esas cosas, no eran celos pero me hacia desear algo que no podía tener. Odio y Odio. Todas las noches en algún punto de nuestra adolescencia no dejaba de preguntarme cuando es que Mello iría a visitarme, porque bueno, después de todo así era como funcionaba, sus reglas y mis reglas revueltas pero jamás explicitas.

—Near... —Jadeo mientras sus labios resbalaban por mi cuello y una de sus manos sujetaba mi pierna por sobre su cadera apegándonos cada vez más—

No quería cerrar los ojos pero las sensaciones eran demasiado, deseaba recordar esa cabellera rubia y su tersa piel sobre la mía una ultima vez, solo una ultima vez.

—M...Mello... —Suspire dejándole saber mis anhelos que se diluían entre la pasión y nuestra propia histeria—

No reconozco la forma en la que podíamos llevarnos bien sin hacerlo realmente. Pero Mello no solo sabia pensar con los puños. No siempre nos llevamos mal, en un principio él se acercaba y buscaba una forma en la que pudiera hacerme hablar, terminábamos debatiendo y él enfadado por no saber que más responder pero volvía al día siguiente con una buena respuesta y seguía una y otra y otra, siempre siempre. Todo cambia cuando los años te muestran nuevas personas, mientras caminas en este mundo cada persona va dejando algo en ti que te vuelve distinto, aún si no te mueves de un lugar existirán personas que como simples pasajeros pasaran por allí y dejaron aún si es lo mínimo una pizca de ellos en ti, aunque vayas a negarte, aunque no aceptes ser distinto con los años siempre lo serás. Mello no fue un simple pasajero, no digo que se quedara, pero tampoco se iba y siempre, sin importar lo que dijera todo el mundo, él siempre cumplía su palabra, aun si le costara el mayor de los castigos, tal y como ahora.

Una de sus manos se coló por debajo de mi camisa, tocando mi piel con las yemas de los dedos, suaves y lentos, solo como Mello podía hacerlo. Mientras sus dientes se clavaban salvajes en la piel de mi hombro y su otra mano nos hacia friccionar cada vez más, enrozcando mi pierna al costado de sus caderas. Forzando las erecciones una con otra y sus labios resbalando por mis clavículas, mordiendo y succionando mi piel. Todas las sensaciones me recordaban todos esos momentos, cuando se fue, cuando volvió, cuando volvió y solo para mi. Sentía el dolor de su perdida, la alegría cuando lo vi de nuevo, la tristeza de su marcha y ahora solo la amargura de una buena historia de la prohibición. No estaba bien estar juntos, nuestro destino estaba marcado aunque siempre me ponía a fantasear que no era así, que un día Mello volvería y al siguiente seguiría allí. Pero todos eran engaños. No existía la forma en la que pudiéramos estar juntos.

—Seamos realistas Near... —Me recalque— Se acabo.

Se aferro fuerte a la espalda cubierta de tela negra escondiendo su rostro lleno de mortificación en el cuello adornado por algunos cabellos rubios. Aspirando las hebras rubias.

—¿Near...?

—No te vayas...

Pero los oídos de Mello no podían entenderle del todo, sus sollozos no podían parar aunque mordía sus labios y forcejeaba con sus pulmones.

Seamos Realistas. || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora