CAPITULO VI: ¿Y qué me das a cambio?

900 83 19
                                    


Tomo asiento en el área de descanso de aquel salón de belleza. El color rosado abunda por todos lados, los espejos reflejan cada silueta y yo solo espero a que Cata se termine de arreglar. No puedo pensar en nada más que no sea su pene, he descubierto su gran secreto tan de pronto, que creo haber quedado en shock. Luego de unos minutos veo a mi amiga atravesar el umbral de la puerta, está seria y apenas me mira a los ojos. Delicadamente toma asiento frente a mí y se dispone a explicarme todo. –Cuando era una prostituta... caí en una espantosa mafia que me dio la oportunidad de operarme, de reasignarme el sexo y convertirme en lo que siempre he sentido... una mujer. Estaba decidida a hacerlo, a dejar atrás mi pasado como Luís, pero... antes de la operación... me vi desnuda y... contemplé mi pene. No lo utilizo mucho, pero le tomé cariño... Estaba ahí, en el hospital tratando de despedirme de él, de explicarle que ya nunca más existiría y Luchito... solo me observaba con tristeza, decaído... Me gritaba ¡No me mates! Y me dio tanta penita, que decidí que no podía desprenderme de él y bueno... aquí lo tienes, está a punto de cumplir cincuenta y un años.- Es la manera cómo explica que se haya convertido en una mujer, pero sin haber adquirido una vagina. No tiene vellos abundantes en su cuerpo, su cintura es delgada, sus caderas anchas, su pecho es grande y relleno de silicona, sus facciones finas y su voz delicada. Sin embargo entre sus piernas, aún lleva consigo a aquel a quien bautizó Luchito.

-¿Seguiremos siendo amigos?- Me pregunta preocupada luego de unos minutos en silencio. Veo como un brillo extraño invade su siempre alegre mirada. No logra verme detenidamente, trata de esconderse como si fuera a hacerle daño. Recuerdo todos los años en que hemos sido amigos, nunca antes le había encontrado así. Cata siempre ha sido valiente, es amable aun cuando le insultan, siempre tiene una sonrisa para quien esté triste. Ella fue quien me enseñó a pelear. –No dejes que te traten mal, al primer imbécil que te trate de golpear, tú le aplastas los huevos con una patada...- Es el consejo que me dio cuando apenas tenía siete años. No sé a cuantos chicos he dejado estéril gracias a la sabiduría de esta mujer. Su estado me emociona y no puedo decir palabra alguna un par de minutos, por lo que decido levantarme de mi asiento y hacer lo que mi alma me suplica. Me acerco a aquel cuerpo envejecido, maltratado por quienes han creído tener la razón, uno que ha recibido los golpes de un mundo injusto, pero una de las pocas pieles que me han cobijado, que me han consolado. Le abrazo con toda la fuerza que logro reunir, con todo el calor que este pecho puede albergar. No quiero verle triste, si ella comenzara a llorar, yo simplemente moriría. –Nunca... Jamás podría alejarme de ti. ¿Cómo pudiste pensarlo siquiera? ¿Qué es un pene? ¿Cambia en algo tu alma por el hecho de tenerle?- Le digo tomando su carita entre mis manos. –Eres la madre que nunca tuve, la que junto a Natalia logró criarme... aquella que un día me vio solo en la calle, triste... y decidió regalarme un corte de cabello gratis. La mujer que sin siquiera conocerme, decidió introducirse en mi vida para enseñarme que debo ser fuerte, que no puedo dejar de luchar por lo que deseo... No eres mi amiga Cata... Eres mi madre.- Y aunque no lo quería, termino viéndole llorar, aunque es diferente. Su sonrisa hermosea aún más su rostro. Por fin veo desaparecer aquel brillo de tristeza en sus pupilas.

La pena ha abandonado el salón de belleza y todo vuelve a la normalidad. Decidimos olvidar lo ocurrido, aunque para ser sincero no fue nada importante. ¿Por qué Cata le dio tanta importancia? Supongo que luego de tantos desplantes, su alma está acostumbrada a tener que resignarse al abandono. -¿Cómo va todo con el profesor? ¿Ya lo hicieron en público?- Me pregunta de la nada, con aquella expresión pervertida que siempre reina en sus facciones. Le debo responder que no, que hemos hecho muchas travesuras en su oficina, e incluso en su casa, pero nunca en un espacio de libre tránsito. -¿Qué? No puedo creer que aún no hayas vivido esa experiencia... Después de haber jugueteado con él en plena sala de clases, creí que lo harías con todas las de la ley...- Y así llego a la conclusión que Diego deberá aceptar una salida uno de estos días. Nuestra "Cita" será de lo más divertida.

Baby PornographDonde viven las historias. Descúbrelo ahora