CAPITULO XV: Un pequeño ángel.

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¿Dónde está mi ropa? Es lo único que me importa ahora, en realidad no quiero saber qué sucedió anoche, solo deseo marcharme. ¿Cómo pude aceptar la invitación de este hombre? Gracias a los primeros rayos del sol que comienzan a inundar la habitación, me percato de las grandes grietas que atormentan su rostro y que posiblemente aquel cabello está a medio tinturar. No es que tenga pocas canas, es que hace unas semanas no se las ha retocado, ya todos sus pelos deben ser blancos. ¿Cuarenta años? Ni en mil vidas, este mentiroso ya está cercano a los cincuenta. ¿En realidad hemos follado? ¿Y cómo no me acuerdo de nada? Dejo la búsqueda de la ropa para concentrarme en los vagos recuerdan que encuentro en mi mente. Finalmente logro dilucidar el misterio, aquel trago tenía alguna sustancia, una droga que me terminó convirtiendo en un blanco fácil para este anciano. ¿Me iba a ir sin despertarle? Pues ya no, este cretino aprenderá su lección. Prometo que no querrá aprovecharse nunca más de la inocencia de un adolescente.

¡Qué armario más grande! En realidad aquel sujeto tiene mucho dinero y es que la cantidad de prendas de diseñador que guarda en este lugar es impresionante. Para qué hablar de la colección de zapatos que veo más allá. –Ser maricón y pobre es un pecado... pero que bien se vive siendo gay con dinero...- Susurra de pronto Catalina quien también ha quedado embobada por la cantidad de marcas reconocidas que logra identificar en esta estrecha habitación. Nos hemos escondido en este lugar mientras observamos por las rendijas de la puertecita que cubre este armario. Obviamente no me voy a vengar solo, necesitaba la ayuda de mi amiga y aún más, de unos de sus más incondicionales camaradas. Si a mí me ha drogado para traerme hasta aquí, tal parece que él ha quedado en peor estado, porque en las dos horas en las cuales hemos preparado la trampa, no ha abierto si quiera un poco sus ojos de gavilán disecado. Aquel transe que parecía interminable comienza a romperse y desde aquí contemplo el inicio de la peor de sus pesadillas. – ¿Está encendida la cámara?- Me pregunta por tercera vez la estilista, a lo que le respondo nuevamente que es lo último que hice antes de meterme aquí. Este video va a arder en las redes sociales, eso lo aseguro.

El cincuentón abre poco a poco los ojos mientras estira su arrugado cuerpo para deshacerse de la pereza matutina. A primeras no se percata de la compañía, solo luego de cinco minutos le veo saltar de la cama al ver el regalo que le hemos dejado. –Qué bueno que ya has despertado mi amor, ¿quieres que te prepare el desayuno?- Dice Marquitos, un viejo conocido de Catalina que gustoso se prestó para ser parte de esta revancha. El hombre fue quien le enseñó a la estilista cómo trabajar en las calles, él es su mentor en aquel oscuro mundo de la prostitución. Sus facciones transitan entre la vejez de un anciano y el glamour de una mujer con clase. Con más de setenta años, su cuerpo ya se ha arrugado casi por completo, algunos vellos de sus piernas han desaparecido, mientras sus orejas se han repletado de ellos. Para qué hablar de sus cejas, un bosque tupido de canas que aflorar gallardas mientras le coquetea a quien por su cédula de identidad sé que se llama Gonzalo Müller. -No te gustó mi cabello ¿verdad? Las rubias no están de moda ya, pero no te preocupes, en casa tengo miles de pelucas, mañana puedo ser rojiza y pasado morena... Tú eliges...- Dice el anciano mientras se saca su cabellera postiza y deja entrever la prominente calvicie que domina su cabeza. A estas alturas mi acosador no puede cerrar los ojos por el susto que se está llevando.

Sin pensarlo dos veces se levanta de la cama, aunque el dolor en su trasero es tal que termina de bruces en el suelo. –Querido, se me olvidó quitarte el dildo anoche... A ver, déjame sacártelo ahora... Ya ves, eso te pasa por no querer que te penetrara luego de la quinta vez... Eres toda una zorra eh, saltabas sobre mi como si fueras un desquiciado sexual... Fue exquisito...- Dice Marquitos mientras lentamente intenta acercarse a Gonzalo. En realidad esa fue idea de Cata, queriendo comprobar cuán dormido estaba, decidió introducirle un pene de hule por el trasero y cómo nunca despertó, se lo dejó ahí hasta ahora que su amigo de años se lo quita de un solo golpe. El grito se esfuma por las paredes y debe haberse escuchado en todo el lujoso edificio. –No... no... esta es una pesadilla... Yo nunca hubiera querido acostarme con un viejo asqueroso como usted... Mírese, está todo arrugado y vestido como una prostituta de cuarta... Ni siquiera sus dientes parecen verdaderos...- Comienza a defenderse Müller ante la serenidad magistral que demuestra el anciano. –Si tampoco te gusta mi dentadura, puedo cambiarla también... mira... si es una placa...- Al poco se saca la prótesis de la boca y se la muestra como si se tratara de un juguete.

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