CAPITULO XVIII: Él no me agrada.

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La ira transita por mis venas, estoy furioso por lo ocurrido con Matías. No puedo creer que haya estado involucrado con un chico tan narcisista, todo el mundo debe caer a sus pies y de no ser así, se frustra a tal manera que acaba de agredirme. Hace no mucho moría por los chicos agresivos, soñaba con la idea de intimar con un hombre de cuerpo fornido, grandes músculos, brazos tatuados y barba prominente, aquel prototipo de macho peligroso. Ese era mi tipo ideal y ahora, sabiendo lo que puede llegar a ser alguien con aquella personalidad, me he enterado que la ternura de Diego me ha embrujado. Creo que finalmente mis sueños jamás se realizarán y estoy feliz por ello.

Camino por los pasillos para ingresar a clases, para mi suerte aquel chico no me ha retrasado y me siento en mi puesto justo antes de ver a mi nuevo profesor de matemáticas. No puedo impedir que un suspiro brote de mis labios y es que esta será la primera vez que no vea a mi amado intentando enseñarme. –Bueno días muchachos, espero que tengamos una relación cordial y que podamos sacar provecho de esta asignatura...- Inicia su plática aquel enano con forma de balón. ¿De todos los postulantes tenían que elegir al menos agraciado? Este hombre bordea los cincuenta años, su cabello se centra netamente alrededor de su nuca y es que el resto de su cuero cabelludo brilla grácilmente a favor del sol. Su cuerpo es una circunferencia perfecta, una pelota con cuatro pequeñas extremidades que conforman sus piernas y brazos. Parece vestirse de forma sencilla, tan solo que al llevar los primeros botones de la camisa desabrochados me desconcierta, aquel intento por parecer un macho latino, mostrando el vello del pecho me aterrorizan de tal modo, que en un par de segundos creo que sería mejor convertirme a la heterosexualidad.

Con pesar abro mi libro. No alcanzo a espantarme por las nomenclaturas extrañas y los símbolos horrendos, cuando veo aparecer a uno de los inspectores. Su rostro demuestra un estado de descontento profundo, intuyo que debe ser por el repentino despido del director, cuando asuma la nueva autoridad, todo ha de cambiar para ellos, eso debe atemorizarlo de sobremanera. –Pueden sentarse chicos. Mi visita será breve. Vengo a informarles que desde el día de hoy tendrán un nuevo compañero.- Indica antes de hacer ingresar al mencionado. ¡Ese es gay! Es lo primero que se viene a mi cabeza cuando le veo. Muchas veces he escuchado aquello que los homosexuales nos reconocemos tan solo al mirarnos y bueno, de vez en cuando, eso es verdad. Es que incluso alguien que nunca haya visto a alguien así, podría darse cuenta al observarlo. Se posiciona frente a todos nosotros con mucha facilidad, observa detenidamente a cada uno como si buscase algo en particular, algún chico guapo debe ser. Su cabello es claro, tal vez no sea rubio, pero está muy cerca de serlo. Su piel es sumamente pálida, tanto que puedo comenzar a sospechar que se trata de un vampiro. Es delgado y no más alto que la media, tal vez sea de mi propia estatura. Sus facciones son finas, pero lo que más impresiona en su seguridad, aquella que le hace colocar sus manos en la cintura y enfrentar las malas miradas de sus nuevos compañeros, especialmente de aquellos amigos de Arturo. –Hola chicos, mi nombre es Kevin Bolingbroke, tengo trece años y soy gay.- ¿Qué? ¿Cómo se le ocurre ser tan directo? ¿Acaso no se enteró en los periódicos del suicidio de Dieter por ser diferente? Es que está buscando ser el blanco de los ataques de los nazis. –Qué asco y tiene el descaro de jactarse frente a todos...- Escucho de pronto en el puesto de adelante. Arturo, quien aún lleva parches en las heridas que dejé en su rostro, no ha visto mermada aquella apatía por los homosexuales y comenta repelente a su compañero de mesa. ¿Acaso nunca aprenderá? ¿Qué debe suceder para que la gente como él cambie?

Como era de esperar acaba la clase sin que pueda entender nada. El profesor abandona la sala y me da la libertad para salir de mi lugar. Mi pobre angelito ha decidido suicidarse, no dejaré que otra persona inocente sufra las mismas atrocidades que él. Aunque su desplante de muchacho engreído no me ha parecido agradable, trataré de protegerle de todos modos, no quiero que nadie más cometa aquel terrible error. –Hola, ¿puedo hablar contigo?- Me dirijo al rubio cuando éste todavía se encuentra sentado. Me percato como desliza la mirada por todo mi cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, analizándome como si buscara descubrir si soy digno para acercármele. Su mirada es densa, prepotente y altanera. No dice ni hace nada ante mi petición, por lo que sigo hablándole, aunque luego de lo que acaba de hacer, me gustaría romperle el rostro a golpes. ¡Paciencia! –Mira, no quiero que me malinterpretes, pero el ambiente en esta escuela no es fácil. Así es que si no sabes defenderte, será mejor que no andes contándole al resto que eres gay... Para serte sincero te veo bastante frágil y no me gustaría que sufrieras como otros niños aquí...- Le digo intentando endulzar mis palabras, buscando acercarme a alguien que ni siquiera ante este intento logra ser amable. Nadie debería esconderse, todos deberíamos ser y hacer lo que queramos intentando amar al resto, sin embargo luego de lo sucedido con Dieter, me he dado cuenta que no todos podemos ser tan fuertes. Mientras las cosas no cambien en el Instituto General, será mejor que este chico no provoque a imbéciles como Arturo.

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