Capítulo 40 / Último

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—¿¡_____!? ¡_____! ¡Despierta! —gritaba Andrea mientras me agitaba.

—¡QUE NADIE SE LEVANTE DE SU ASIENTO! —gritaba el Sr. Méndez, ugh.

—¡Sr. Méndez, llame a una ambulancia! —volvió a gritar Andrea—. Tranquila, cariño, estarás bien, al igual que Matthew —susurró mientras acariciaba mi pelo.

Después de eso no volví a escuchar nada más.

*Horas después*

Abrí los ojos y me encontraba en una habitación totalmente desconocida, como la de un hospital. Me quedé observandola con desprecio hasta que a mi izquierda vi a Andrea dormida en un sillón.

—¡Andrea, Andrea! ¿¡Qué hago aquí!?

Abrió rápidamente los ojos asustada, me miró y en su cara se mostró una sonrisa.

—Has despertado —siguió sonriendo.

—¡QUÉ HAGO AQUÍ! —medio... ¿afirmé?

—Eh, eh, tranqu...

Rápidamente se abrió la puerta y entraron dos enfermeras. Una llevaba una carpeta roja y un bolígrafo y la otra una caja de pastillas, un bote con un líquido transparente y una jeringuilla.

—¿¡QUIÉNES SOIS VOSOTRAS!? —me levanté de la cama pero la de la carpeta roja, cuyo nombre ponía en su bata era ''Lourdes'' me sujetó fuertemente de los brazos. Luego ''Talia'' se unió también—. ¡SANTA MIERDA, SOLTÁDME!

—Tengo que inyectarle la melatonina o si no, no se calmará —le dijo ''Talia'' a Andrea—, sujétala.

Andrea tragó saliva, asintió, y me agarró cuando ''Talia'' me soltó. Me miró con cara de ''lo siento'', cuando de repente me inyectaron aquella aguja y gemí para mí misma.

—Qué me... habéis... inyectado...

—Melatonina. Servirá para que te quedes dormida en un instante, lo necesitas.

Y ahí me acordé de todo; estaba en el instituto, y me desmayé golpeándome fuerte en la cabeza cuando me llam...

—¡¡MATTHEEEEEEEEEW!! —grité a todo pulmón y se me saltaron las lágrimas al hacerlo.

—_____ no pued... —empezó a decir Andrea.

—¡TENGO QUE VERLE, AHORA MISMO! —me intenté levantar pero me volvieron a agarrar, incluyendo Andrea—. ¡Soltadme, me hacéis daño!

Al instante, me empezó a entrar mucho sueño, creo que ya me estaba haciendo efecto lo que me habían metido por las venas. Empecé a parpadear, no quería dormirme, pero era inevitable.

*Horas después*

Me desperté y esta vez no había nadie a mi lado. Ya no me dolía la cabeza, y no estaba para nada cansada. Me levanté, me asomé a la ventana cubierta de rejas y era de noche.

—Esto parece más bien una cárcel, en vez de un hospital —pensé.

Me asomé por la ventana que había en la puerta —también con rejas— y vi que no había ningún médico, enfermero, doctor o lo que sea que trabajase en el hospital: este era mi momento.

Busqué en el pequeño y blanco armario que había frente a la cama. Allí estaba la ropa que llevaba hoy. Me la puse lo más rápido posible y salí sigilosamente de allí. Por suerte nadie me reconoció. Salí sin problemas. 

No tenía ni idea de qué hora era, no sé dónde estaba mi móvil, no sabía nada. En la calle había un señor mayor, de unos 78 años con un reloj plateado en su muñeca derecha. Me dirigí hacia él y le pregunté:

Viner Por Sorpresa (Matt Espinosa y tú) ||EDITANDO||Where stories live. Discover now