Prólogo

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Comienza en un puente.

El aire nocturno rozaba mis mejillas rápidamente, casi raspándolas, y mis piernas dolían un poco por el constante movimiento circular que realizaba para que mi bicicleta no cayera al suelo.

Mientras pedaleaba de manera casi histérica podía escuchar el sonido de los autos bajo mis pies y la vibración que producían en la calle de asfalto que conformaba la autopista.

Luego de recorrer algunos metros a toda velocidad, me detuve.

Dejé la bicicleta a un lado del puente y observé a mi costado atentamente, apreciando la oscura y fría noche que me sacudía los músculos con brusquedad a pesar del rompe-viento que llevaba puesto y la capucha que cubría mis cabellos oscuros.

Sin pensarlo mucho me subí a uno de esos finos pilares de metal que mantenían el gran puente en pie. Comencé a caminar por él, un pie delante del otro. Lento y con la mirada al frente. Solo un paso en falso y caería a la ruta inferior, matándome brutalmente por el contacto con el duro y firme suelo, o bien me mataría antes por el impacto de algún veloz auto con mi cuerpo flacucho. ¿Importaba realmente? No. No a mí, al menos.
Ya no.

-¡Miguel!

Me di la vuelta, algo sobresaltado al escuchar esa voz chillona a mis espaldas, la cual conocía a la perfección.

Pero cuando la vi, a ella, a mi hermanita, también divisé a mis padres. Los tres estaban parados justo en el lugar en donde yo había dejado mi bicicleta. Me observaban con atención; con demasiada atención.

-¿Qué pensabas hacer con la bici, cielo?- preguntó mi madre frunciendo el ceño, desconcertada. Pero su pregunta me había dejado sumamente confundido.

Negué con la cabeza levemente.

-No me importa la bici.- contesté como si fuera la más obvio del mundo.- Me voy a matar- agregué por si mis padres no habían entendido mis claras intenciones. ¿Acaso eran tontos?

-Gastamos muchísimo en la bici campeón- afirmó mi padre mirándome con decepción.- Sólo te pedimos que cuides de ella.- Y antes de que pudiera procesar aquello, mi hermanita volvió a hablar:

-¡Piensa en mí, Miguel! ¡Tal vez quiera esa bici en unos años!

-L-Lo siento...- tartamudeé mirando mis pies- No... no pensé en eso...

-No pensaste en nosotros cuando decidiste hacer esto ¿verdad cielo?- interrumpió mi madre algo cabreada, agarrando la mano de mi hermanita.

-Sabía que eras un poco egoísta- continuó mi padre- ¿Has pensado en cómo esto puede afectar a tu hermana?- dijo con la misma mirada de decepción en sus ojos. Parecía cansado, y no lo culpaba, yo también lo estaba.

Volví a negar con la cabeza, sin saber qué decir, sin saber qué hacer o cómo reaccionar.

-Lo siento... yo... yo no...- Pero antes de que pudiese seguir tartamudeando estúpidamente me vi bruscamente cegado por un potente luz amarilla que logró hacerme perder el equilibrio por completo.

Escuché una exclamación asustada de mi madre entremezclándose con los sonidos de los autos que se aproximaban cada vez más con mi rápida caída.

Ese es el momento en el que normalmente suelo despertarme en estado de pánico, todo sudado, con lágrimas en los ojos y las sábanas pegadas a mi cuerpo tembloroso.

Pero por algún motivo...

...esa vez fue distinto.

Una Historia Casi Divertida (Rubelangel)Where stories live. Discover now