Martes

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-Oh....- habló la profesora sentada en su escritorio.- Al parecer, alguien no entregó su solicitud para Gates. ¿Quién no quiere estudiar en Franklin Gates este verano?- siguió preguntando a toda la clase de manera desconcertada- ¿O entrar a una nueva universidad? Conseguir un buen trabajo. Tener un buen nivel de vida. Tener sexo. No entiendo cómo alguien querría terminar deprimido, solo y sin hogar en un pabellón psiquiátrico. Durmiendo al lado de un antisocial llamado Muqtada.

Y el timbre sonó.

Desperté, sintiéndome aliviado de que aquello hubiese sido una pesadilla, pero luego pensé... ¿en verdad fue solo una pesadilla? Porque sé muy bien que podría volverse realidad. No. Estoy seguro de que se volverá realidad.

Y los ronquidos de Muqtada en la cama de al lado no hacían más que deprimirme.

¤¤¤

Me encontraba caminando hacia el teléfono con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos cuando de repente unas exclamaciones de mujer me hicieron levantar la vista.

Allí, a unos pocos metros de mí, dentro del cuarto de televisión estaba Bob. Pero no estaba solo. Desde mi lugar podía ver claramente lo que sucedía, ya que la ventana principal era lo suficientemente grande. Allí fue donde vi a Rubén por primera vez, sentado en esa misna mesa en donde ahora Bob fijaba su mirada perdida.

-¿Cuántas veces vas a regresar aquí, Bob?- preguntaba una mujer bastante alterada, de pie frente al barbudo, fulminándolo con la mirada, enfurecida.- ¿¡Qué te sucede!?- exclamó golpeando la mesa. Al lado de Bob, estaba aquella niña del retrato, su hija, mirando a la mujer de manera inexpresiva.

Dios... esa niña no merecía escuchar esa conversación.

-¿¡Cómo dejas que tu hija te vea así!?- siguió exclamando la mujer de cabello largo y negro- ¿¡Qué tipo de padre eres!?- me apoyé al lado del teléfono, suspirando- Creo que sería mejor para todos si te murieras.- La piel se me puso de gallina al escucharle decir eso. ¿Cómo pudo...?- Pero ni eso sabes hacer bien- se quejó agarrando su bolsa y acomodando su campera.

En ese momento, Sam apareció aún con su sombrero en la cabeza, corriendo hacia la habitación de televisión. Y por detrás lo seguía Salomon, el cual seguramente estaba cabreado por los gritos de la mujer que se escuchaban por todo el lugar.

-Disculpe señora, se tiene que ir.- informó Sam amablemente, pero con una clara mueca seria y autoritaria en su rostro.

-Vamos.- gruñó ella agarrando de la mano a la niña, a la hija de Bob. Sentí mi corazón estrujarse al ver la mirada vacía del barbudo, extendiendo por última vez la mano de su hija callada.

La señora salió rápidamente de la habitación y pasó por mi lado, haciendo que la mirada de Bob y la mía se encontraran por unos segundos.

-¿Estás bien, Bob?- preguntó Sam preocupado a su lado, pero el barbudo ya se había puesto de pie, dispuesto a salir de la habitación, ignorándole por completo. Y en cuanto lo hizo, se acercó a mí, aparentando una repentina tranquilidad.

-Es mi contadora- me explicó mirándome sin expresión.- Das una mala respuesta y se vuelve loca.- y sonrió con debilidad, alejándose rápidamente por el pasillo.

Por supuesto, no le creí.

¤¤¤

-Hablé con los de admisiones en Gates. Te van a dar una extensión.- habló mi padre sonriéndome ámpliamente. Esta vez sí había venido a visitarme.

-Pero, preocúpate por mejorarte, cielo. No te presiones. ¿Vale?- agregó mi madre, la cual estaba sentada a su lado. Y yo frente a ellos.

-Ah, si. No te presiones- agregó mi padre como si se hubiera olvidado de decir aquello. Como si fuera lo de menos.

Una Historia Casi Divertida (Rubelangel)Where stories live. Discover now