El primer pilar

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Mulán cogió a Milo de las manos y tiró de él con fuerza, alzándolo en el aire casi sin esfuerzo.

—¡Vamos, corre, ya casi están aquí! —dijo ella, sin aliento, mientras se echaba a correr, sin soltar a Milo en ningún momento.

Él parecía tan asustado que no podía dejar de murmurar algo que sonaba como "Ohdiosohdiosohdi...". Ella no podía culparle, y aunque todo el cuerpo del muchacho estaba temblando ahora, tampoco podía sentirse mal por él. En realidad, era únicamente la adrenalina lo que la mantenía en movimiento, porque ella misma se sentía al borde de las lágrimas.

—¡¿Hacia donde?!   —Exigió ella en voz baja, cuando se encontraron frente a dos caminos de aspecto idéntico. Milo estaba tan mal emocionalmente que no podía recordar el camino a pesar de que lo había memorizado largo tiempo atrás, de modo que sacó el pergamino con la ruta. Pero tenía las manos tan temblorosas que ni siquiera él mismo podía entender nada. Mulán estaba cada vez peor, ya que las pisadas se acercaban. No tardarían en cogerlos si él no podía calmarse lo suficiente para decirle a dónde ir—. ¡DATE PRISA, MALDICIÓN!

Un sólo dedo de Milo indicó el camino de la izquierda, y Mulán no necesitó un segundo más antes de echarse a correr nuevamente, tirando de él con fuerza. Los espectros estaban casi allí.

Las risas hacían eco a su alrededor, como si ellos pudiesen sentirles cerca. Pero, lo extraño era que el sonido no provenía de atrás, sino parecían intensificarse mientras más cerca ellos se encontraban del primer pilar.

Cuando alcanzaron la recámara, Mulán se detuvo de golpe, haciendo a Milo caer de bruces hacia adelante.

La estancia era enorme, con columnas de aspecto antiguo por todo el sitio, algunas aún en pie y otras en pedazos en el suelo, como recordatorio de antiguas guerras. Mulán imaginó que, con total seguridad, todas habían sido derrotas hacia los valientes —o estúpidos— hombres que se atrevieron a entrar.

Probablemente serían también testigos de su propia muerte.

Sin embargo, los pensamientos se esfumaron casi instantáneamente de su mente, mientras que se quedó sin aliento al observar finalmente al pilar. Que, curiosamente, no era un pilar el absoluto.

Justo en el centro de la habitación había una enorme esfera de fuego azul, rodeada de un marco circular con extraños grabados en un idioma tiempo atrás olvidado. Lucía como un alma, según muchas civilizaciones antiguas, y resplandecía como el sol mismo, aunque de una forma distinta, ya que no provocaba más que una sensación de profunda tristeza a cualquier ser vivo que lo presenciase. 

Milo se puso de pie y, sin molestarse en sacudir el polvo de sus ropas, le tendió a Mulán un par de explosivos atados con una soga de aspecto desgastado. —No podemos acercarnos demasiado al pilar o puede absorbernos. No podemos desperdiciar éstos, tampoco. Nos hemos quedado sin explosivos justo cuando nuestra esperanza comenzaba a reaparecer —Él le dio una sonrisa irónica, aunque aún parecía terriblemente asustado. Uno de sus lentes se había roto con la caída, pero él ni siquiera parecía haberlo notado. Mulán lo observó por un instante, en que se dio cuenta que, aunque él era posiblemente el hombre más débil que hubiese visto antes, era también uno de los más valientes, porque a pesar de que sabía a lo que se enfrentaba cuando se adentró en ese lugar y aunque estaba probablemente muerto de miedo, era capaz de enfrentar su destino con la frente en alto.

Mulán se encontró a sí misma devolviéndole la sonrisa mientras tomaba los explosivos de la mano de Milo, mientras le hacía una promesa silenciosa de que se encargaría de protegerlo a toda costa.

 —¿Cómo lo hago? —preguntó, acercándose un par de pasos al pilar mientras estudiaba el extraño fuego azul con una mezcla de admiración y frío terror. 

—Debemos encenderlo y sujetarlo por diez segundos antes de lanzarlo al fuego. Nos hemos dado cuenta que cuando lo lanzamos inmediatamente, esa cosa lo escupe justo a tiempo. Es como... como si tuviera... vida.    

Un escalofrío recorrió su espalda ante las palabras del chico, pero ella se limitó a asentir con rigidez. 

Milo sacó de su pequeña bolsa un par de rocas y las frotó por un momento hasta que una chispa finalmente encendió la mecha del explosivo. Mulán asintió y él comenzó a contar en voz alta.

—Uno...dos...—Entonces tres espectros aparecieron finalmente, con sus ojos brillando de excitación y enormes sonrisas en sus pálidos rostros.

Mulán le dio los explosivos a Milo en un parpadeo mientras volvió a desenvainar su espada. —¡Sigue contando! —gritó por encima de su hombro mientras se dirigía a las criaturas.

 —T-t-tres...cuatro... —Un espectro saltó sobre Mulán mientras otro corría directamente hacia Milo con los ojos imposiblemente abiertos.

La chica pateó al espectro que tenía más cerca con tanta fuerza como podía antes de perseguir al otro, consiguiendo cortarle una pierna justo cuando estaba por coger al muchacho.

El espectro se retorció en el suelo, estirando sus esqueléticos brazos hacia él, en un intento desesperado de aferrarlo, pero Mulán le clavó la espada justo sobre la yugular, cortándole la cabeza en un golpe limpio. 

—¡MIN...! —gritó Milo, y en un acto reflejo, la muchacha se lanzó al suelo inmediatamente, un instante antes que otro espectro la sujetase.

—¡SIGUE CONTANDO! —jadeó ella, aferrando su espada como si de su vida se tratase. Se puso de pie con torpeza, sin apartar sus ojos de la criatura en ningún momento.

—Venga, Mulán —dijo la criatura, con su voz sonando casi como un gruñido, a pesar de su enorme sonrisa—. ¿Por qué no nos acompañas? Toda tu familia está aquí. ¿Recuerdas a tu tío Ling? Está con nosotros, esperándote. Dice que quiere jugar contigo, como cuando eras sólo una niña...

La respiración de la muchacha se aceleró mientras el pánico la invadía nuevamente. ¿Cómo sabían ellos eso? ¿Cómo sabía quién era?

 —Sí, Mulán —añadió el otro espectro, caminando lentamente hacia ella. Tenía voz de mujer, a pesar de que poseía el cuerpo de un hombre enorme—. ¿No quieres estar con nosotros? ¿No nos extrañas? Soy yo, tu tía Mei —La criatura rió, y el sonido parecía la mezcla de muchas personas sollozando al mismo tiempo. Era tan horrible que casi causaba dolor. Y, tan veloz como comenzó, se detuvo. El espectro la observó directamente, con los ojos tan abiertos que ella podía verlos casi en su totalidad—. El dolor acabará rápido, te lo prometo. Sólo deja que aliviemos el frío un poco. Tenemos tanto, tanto frío...

Mulán se cubrió la boca con la mano, amortiguando su chillido de horror. Pero una parte de su cerebro, pudo escuchar la voz de Milo por encima de las voces de sus difuntos tíos gritar—: ¡DIEZ, DIEZ! ¡CORRE, MIN!

Eso la hizo despertar.

Se echó a correr con todas sus fuerzas, esquivando a los espectros por poco, mientras su corazón latía desesperadamente y jadeaba por aire. Se dirigió al sitio en que vio desaparecer a Milo pero cuando estaba por alcanzar el túnel, el pilar explotó tras ella, lanzándola hacia delante.

Todo estuvo oscuro por un instante, en que lo único que Mulán podía percibir era un extraño pitido en sus oídos y sus hombros sacudirse. Quería permanecer inmóvil un momento, pero la sacudían cada vez con más insistencia, hasta que finalmente abrió sus ojos.

Milo parecía estar hablándole a toda velocidad, con aspecto aterrorizado.

Ella no entendía nada. Tenía la mente tan confusa que, en primer lugar, no sabía porqué el parecía tan desesperado. 

¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —Ella quería preguntar.  

Entonces Milo señaló hacia su derecha, y cuando Mulán giró su rostro lo suficiente para ver en la dirección que mostraba, vio no uno, sino un puñado de espectros correr hacia ellos, con los rostros deformados por la rabia.

Ella abrió los ojos como platos y se levantó a toda prisa del suelo, tan velozmente que estuvo a punto de tropezar.

Se echaron a correr con todas las energías que les quedaban, rogando a sus respectivos dioses que les acompañaran. Sin embargo, ése no era un sitio visitado por los dioses desde hacía mucho tiempo.


Fa Mulán y el laberinto de las almasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant