Capítulo 4

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- por qué no te quedas a cenar?.

Ésta mañana me desperté extrañamente cansada, me dolía el cuerpo, hizo falta un baño de hielo para que ese dolor desapareciera, entonces recibí la llamada de Jonh, un chico que conocí hace unos meses, no somos amigos ni nada por el estilo, el me llama cuando quiere descargar energía y yo también lo hago, por lo que vine a su casa ya que me negué, como siempre, a que viniera él a mi casa, nadie conoce el lugar donde vivo y lo prefiero así, nadie me molesta cuando tiene problemas. Nos pasamos toda la tarde entre las sabanas, esperaba que fuera igual de placentero que las anteriores veces pero por alguna razón, esos ojos grises se colaban sin permiso en mis pensamientos privándome de disfrutar de Jhon como otras veces, al final terminé mas estresada que en un principio.

Maldito Jessie.

- tengo cosas que hacer.

Declino su oferta a la vez que me pongo mi pantalón pitillo de cuero negro con una blusa holgada hasta por encima de mi ombligo, recojo mi móvil que está en la mesita de noche justo a lado de Jhon que yace desnudo en la cama con las brazos detras de su cabeza haciendo de almohada, delgado, piel morena, labios gruesos, ojos de color marrón oscuro, curva sus carnosos labios al ver como le doy una buena repasada sin disimulo.

- no me das mi beso de despedida? - pregunta cogiendo mi muñeca.

Frunce los labios y cierra los ojos esperando que le bese, eso no pasará, la verdad es que nunca lo he besado, y menos en pleno acto sexual, sólo las parejas y las personas que se "quieren" lo hacen y yo no siento nada por él, sólo atracción sexual, nada más.

- adiós - me despido librándome de su agarre.

Salgo a la sala de estar donde su compañera de piso mira una película con su novio, sin saludarles me voy. Apreto el botón para que el ascensor suba, bajaría por las escaleras pero Jhon vive en el piso numero 16 y no tengo ganas de bajar por las escaleras como siempre lo hago.

- porque no te gusta que te besen?.

Miro a Jhon que ha salido únicamente con una sabana blanca envuelta al rededor de su cintura cubriendo su virilidad.

- quiero probar tus labios - dice acercándose a mi.

El maldito ascensor aún no llega, hubiera sido mejor bajar por las escaleras. Con delicadeza me estampa contra la fría pared, acuna mi cara entre sus ásperas y grandes manos, se muerde el labio inferior con la vista pegada en mis labios y empieza a acercarse lentamente, mi cuerpo se tensa.

- si lo haces, olvidate de mi - lo amenazo.

Se que no pondrá en riesgo la "no relación" que tenemos por un estúpido beso.

- algún día - susurra a centímetros de mis labios.

Me besa en la frente al mismo tiempo que un tintineo se escucha indicándome que el ascensor ya llegó, incómoda por la posición en la que estamos, lo separo de mi y entro a esa caja metálica esperando que no se arrepienta y venga a darme ese beso que marcaría el final de nuestros encuentros sexuales, por suerte no lo hace.

La cálida brisa veraniega me recibe cuando salgo a la calle, y eso que el sol ya se ha ocultado y las luces ya empiezan a encenderse. Empiezo a caminar hacia mi casa, está bastante lejos pero no soy fan de los transportes públicos, me gusta caminar, sólo me muevo en taxi cuando tengo prisa en llegar a algún lugar, y eso no suele pasar, me gusta ver el lado oscuro de la ciudad, me siento como en casa, las personas que se ocultan durante el día salen de noche a divertirse de la manera que únicamente ellos saben, sexo, alcohol y drogas o en el mejor de los casos buscan la adrenalina que solo las carreras y peleas ilegales les proporciona.

Ella está rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora