Capítulo 11

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Pablo está destrozado, su madre, lo ha abandonado, al igual que Alex. Pero ella lo ha abandonado de una manera diferente, ella ha muerto. Y él lo ha abandonado cruelmente, de la nada. Pero el rencor es en lo último que Pablo puede pensar en estos momentos, quiere que Alex lo apoye en ese instante, pero tal vez el chico ni se haya enterado, ya que nadie sabe nada sobre su paradero. Estar sentado en esa funeraria es una tortura para Pablo, no quiere ni acercarse a ver el cuerpo sin vida de su madre, es sólo estar sentado escuchando el llanto y los pésames que le da la gente. "¿Pablo, estás bien?" "Lo lamento mucho" "Un niño de tu edad no debería pasar por todo esto" "Tranquilo, ella ya está en un lugar mejor" estas son las palabras que Pablo ha escuchado durante toda la tarde. No ha llorado en varias horas, tal vez se le hayan acabado las lágrimas. Sigue sin hablar desde el hospital, Alison y sus padres están del otro lado de la sala de la funeraria, ella lo está mirando con lástima. Daniela y Rodrigo están sentados a un lado de Pablo, ellos tampoco hablan mucho, cuando lo hacen solo se susurran al oído.

La noche está por caer, esa será la última noche qué Pablo podrá ver a su madre, ya que en la mañana del día siguiente será el entierro. Todos los llantos se detienen por un momento, luego se escuchan unos pasos a entrar a la sala, es Marco, el padre de Pablo. El padre de Alison se pone de pie.

-Tranquilo, vengo sobrio a despedirme de mi esposa.- Dice Marco.

El padre de Alison vuelve a sentarse, Pablo nota que Marco dice la verdad,  su voz es diferente a la de cuando está ebrio. Su padre camina hasta detenerse frente al ataúd. Se pone de rodillas.

- Laura, te voy a extrañar, aunque.- Dice Marco, haciendo una pausa para después continuar con lo que iba a decir.- eres una estúpida, ¿Cómo te atreves a dejarme solo con este mocoso inútil?

Elena se pone de pie y camina hacia el lugar donde está Marco. Mientras, Rodrigo y Daniela ven a Pablo, esperando a que reaccione ante las palabras de su padre, pero él no lo hace.

-Marco, por favor detente.- Dice Elena.

-¿Por qué habría de hacerlo?.- Pregunta Marco.

-Le haces daño al pequeño.

- ¿Es por eso? ¡JA!.- Exclama él. - Por mí que se pudra.

Pablo sólo dirige la mirada hacia el rostro de su padre.

- Es un bueno para nada, no se porque lo protegen tanto.- se queja Marco.

- Él está sufriendo demasiado, acaba de morir su madre, es un pequeño.-Responde Elena.

- ¿Y? ¿Qué tiene eso? Yo acabo de perder a mi esposa, y nadie me protege tanto.- Reprocha Marco.

- Por favor.- Le pide Elena.

- Está bien, sólo deja me acerco para decirle algo.- Dice Marco mientras se acerca a Pablo para hablarle al oído.- Ella era tan estúpida como lo eres tú.- Dice Marco.

El interior de Pablo despierta.

- ¡Basta! ¡Te permito qué me insultes, pero con mi difunta madre no te metas!- Grita Pablo enfurecido.

Todos lo miran, puesto que no han escuchado lo que su padre ha dicho, las personas que no conocen a Marco, no pueden entender siquiera el enfado de Pablo. La presión de las miradas llega a él. No soporta más, su padre, el malo de esta historia, lo ha hecho parecer un adolescente que no tiene respeto ni a su difunta madre. Marco sólo lo mira, finge mirarlo de la misma manera qué las demás personas, pero luego muestra ante Pablo, la parte central de esta escena, Marco sonríe, se ha sentido triunfante. Pablo no lo soporta ni un segundo más, todo se ha puesto en su contra, debería estar velando a su madre, no aguantando las desdichas de su padre. Sin tener tiempo para pensarlo, Pablo se levanta de su asiento y sale corriendo. Corre, no se detiene a pesar de que aún está dentro de la funeraria, cuando sale, el no sabe a donde ir, solo corre, busca un lugar donde pueda estar a solas con su navaja, sólo ellos dos, no va a descansar hasta encontrarlo.

Ha dejado de correr, ya está lo bastante lejos de la funeraria, sólo camina, luego, voltea a su lado izquierdo, lo que alcanza a ver es un callejón silencioso donde puede quedarse un momento.  Entra en él, se derriba en el suelo y comienza a llorar. Su madre le hará mucha falta, ella siempre lo defendía de las desdichas de su padre, pero ahora que ella no está, ¿Quién lo hará? Simplemente, la vida sin ella no será igual, ahora, lo obligarán a vivir con su padre, ya que la habitación del hotel nadie podrá pagarla.
Él no comprende porqué la vida le ha arrebatado todo lo que amaba. Las lágrimas sólo resbalan por sus mejillas, mientras el recuerdo de su madre invade su mente. A pesar de que ella no solía ponerle mucha atención, Pablo la amaba, al igual que todos lo haríamos, no se puede odiar a alguien que a pesar de todo te ha estado protegiendo del enemigo. En este caso su padre. Pablo no soporta la tentación, saca del bolsillo a su fiel compañera, aquella que sabe todas sus penas, aquella que según Pablo es capás de desaparecer todo problema en un instante, la navaja. Sube la manga de su sudadera y comienza a buscar un espacio, cuando lo encuentra sólo presiona y hace una incisión de lado a lado, el ardor de esa cortada es satisfactorio, tanto que lo hace de nuevo en el otro brazo.

Después de unos minutos, decide volver a la funeraria, seguro su padre ya se ha ido, a pesar de todo tiene que velar a su madre. Son sólo 20 minutos del camino de regreso. Al llegar, atraviesa la enorme puerta de la funeraria, camina por un largo pasillo para llegar a la sala donde se encuentra el cuerpo de su madre. Al entrar nadie le mira, todos están platicando con el de al lado o lamentando la perdida. Sólo hay algo que llama la atención de Pablo, hay un hombre de rodillas frente al ataúd de su madre, un hombre que Pablo no reconoce. Cuando Pablo se acerca a verlo, el hombre voltea, la reacción de Pablo es conmovedora al darse cuenta de que ese hombre de rodillas, es Alex, su hermano mayor.

Detrás de la sonrisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora