IV. Lexi

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Abrí mis ojos lentamente, miré a mi alrededor. Anoche me había quedado dormida con mi hermana. Miré hacia un costado y noté que ella aún seguía durmiendo. Era la mañana de Navidad, y mis ánimos habían mejorado bastante. Anoche, en mis sueños, había salido a buscar fuerzas para poder superar esta situación, y por suerte la había encontrado. Todo esto iba a ser difícil, pero yo quería estar bien, solucionar las cosas.

Mi familia era mi familia, sean mis tíos mis padres o mis hermanos mis primos ya no importa, en el fondo de mi corazón, yo ya tenía muy en claro que ellos eran y siempre serían mi familia, porque el lazo de amor era mucho más fuerte que el de sangre.

Me levanté y miré al reloj de la habitación. Eran las diez de la mañana. Me dirigí a la cocina y noté que mis padres y mi abuela estaban desayunando. Me acerqué a ellos lentamente.

Cuando ellos notaron que estaba allí, voltearon a mirarme y automáticamente se quedaron en silencio.

— Esto va a tomar mucho tiempo, lo sé, pero quiero decirles que estoy dispuesta a que todo se solucione. — admití mirando a papá con una sonrisa cálida y el no evitó dejar escapar unas lágrimas

— Gracias, hija. No habrá días suficientes para decirte cuanto lo siento por todo esto — me dijo él y me dio un fuerte abrazo.

— Lo he pensado mucho, y lo entiendo. Te entiendo, papá. — dije papá porque sabía que eso lo reconfortaría mucho, y evidentemente lo hizo. Me abrazó aún más fuerte.

Mi abuela se levantó de la mesa en ese momento y me preguntó si quería desayunar algo. Le dije que solo quería un té y ella me sonrió.

— Una cosa más. Me gustaría que tengamos nuestra cena de Navidad esta noche. No quiero arruinar estas fechas por todo esto.

— ¡Me parece una idea increíble! — respondió mi abuela. — Haré los planes para esta noche.

Luego de aquello, mi abuela comenzó a hablar de la cena emocionadamente. La Navidad era una de sus fiestas preferidas, y me llenaba completamente el corazón el saber que eso lo había podido arreglar.

Cuando terminé de desayunar, decidí que tenía que hablar con Lucas. Mi mamá también era una tarea pendiente, pero luego me encargaría de ella. Había notado que estaba muy silenciosa mientras desayunábamos, y se había comportado demasiado fría con todo el tema. Siempre había sabido de sus diferencias, y hasta a veces pienso que ella me odia, pero nada de eso tenía una explicación hasta ahora. No tenemos de las mejores relaciones, pero creo que es importante hablarlo con ella en su debido tiempo. Todavía hay muchas preguntas sin responder. Y no solo de mamá, también quería saber aún más de mis padres biológicos y de mi hermana.

Me dirigí a la habitación de Lucas para hablar con él. Toqué la puerta y a los segundos lo escuché gritar para que pasara desde adentro. Abrí la puerta y lo vi aun en cama. Estaba tapado y lucía muy agotado.

— ¿Cómo estás? — le dije.

— Soy yo quien debería preguntarlo. — me respondió el.

— Estoy mejor. Sé que las cosas se solucionaran con el tiempo. No hay espacio para el resentimiento en mi corazón, ni mucho menos para el enojo. No puedo no perdonarlos, al fin de al cabo son mis papás del corazón, fueron ellos quien me criaron y me hicieron la persona que soy hoy.

— ¿Cómo puedes perdonar tantas mentiras? A veces me sorprende lo buena que eres. Yo ni si quiera sé cómo haré para perdonarlos yo, no puedo ni imaginarme lo que debe ser estar en tu lugar.

— Estar en mi lugar es un poco difícil, pero si debo decirte que mi corazón no tiene espacio para lo tóxico. No hay espacio para los sentimientos negativos. Ellos son los que te destruyen, y no pienso tocar fondo de nuevo. Quiero que hagas lo mismo. Que perdones a mamá y a papá y a la abuela por guardarse esto. Ellos solo querían protegernos de la cruda verdad. A veces la verdad es muy dura, y duele mucho. Ellos solo querían vernos felices.

Tu ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora