XVIII

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Salimos del aeropuerto emocionados. Steven tomó una de las maletas de Freddie y le ayudó a transportarlas a su coche. La vuelta de Freddie me aliviaba, aunque aún estaba algo triste. Me metí en el asiento trasero, con cabeza gacha. No terminaba de estar bien. Cuando las maletas ya estaban en su lugar, entraron a la casa. Freddie decidió sentarse conmigo en los asientos de atrás, y Steve arrancó. Me limitaba a mirar el paisaje rápido y angustioso que me mostraba la ventanilla. Estaba algo nublado y eso incrementaba aún más mi tristeza.

-¿Qué te ocurre? - preguntó Freddie, en tono tierno.

-Nada... No ocurre nada. - contesté sin expresión.

Freddie me rodeó los hombros con su brazo.

-Estoy aquí, no me voy a ir. Te lo juro. - decía mientras me acariciaba el pelo.

-No es eso... - le miré - Es que temo que nos pase algo malo de nuevo y no poder tener una relación estable.

-Rose... - me nombró, mirándome a los ojos - Esto, por mi parte, perdurará. Pase lo que pase.

-Ojalá te pudiera creer... - miré abajo, observando mis manos juntas sobre las piernas.

-Créeme.

Quedé callada sin más. Repentinamente me levantó la cara y me besó lentamente. A medida que rozábamos nuestros labios la tranquilidad iba ahuyentando todas mis preocupaciones. Aquellos besos sinceros... los echaba de menos.
No me di cuenta de que Steven estaba en el coche hasta que llegamos a mi casa.

-¿Te llevo a tu casa, Fred? - preguntó Steven a Freddie.

-No, esta es mi casa. Definitivamente - sonrió. Sonreí también.

Bajamos del coche, descargamos las maletas, nos despedimos del bueno de Stewie y nos quedamos mirando atentamente a la fachada de nuestra casa. Suspiré, miré a Freddie y saqué las llaves para abrir la puerta.

-¡Hijo de la gran puta mal nacido! - se oyó una voz femenina con un fuerte acento pijo. Me giré y encontré que Freddie había recibido dos hostias de una sentada por parte de una muchacha rubia de ojos azules. Mis mejillas comenzaron a arder.

-¡Eres un desgraciado Freddie! ¿Crees que puedes engañarme otra y tomarme por imbécil?

-S-stacy... - tartamudeaba nervioso -calmat-te por f-favor... - rogaba Freddie, con el pulso por las nubes.

-Perdona, ¿engañándote con otra? - me acerqué y me crucé de brazos.

-Maldita zorra - gruñó como un perro.

-A MÍ NO ME LLAMAS ZORRA, PIJA DE MIERDA - dije con rabia. Me lancé al cuello de la tal Stacy y le asesté un par de puñetazos, mientras ella se limitaba a me tirarme de los pelos arrancándomelos de cuajo. Freddie consiguió apartarme de esa perra.
-¡Calmaos de una jodida vez! - gritó Freddie.

-Eres un cabrón rompecorazones - sollozaba Stacy, con las manos en la cara.

-Farrokh Bomi Bulsara... quiero que me des una explicación lógica ya mismo. ¡Ya! - fruncí el ceño hasta que me dolieron las cejas.

-Yo te lo explico. Soy su novia y hace semanas que no me llama - decía en lagrimas la chica.

Paralicé durante unos momentos. Los ojos se me volvieron acuosos.

-Hay una explicación para todo est... - no le dejé terminar la frase cuando ya le había dado una hostia en la cara. Abrí la puerta y la cerré de un portazo, dejándolo en la calle con esa perra. Desde la ventana del salón y llorando, observé cómo Stacy pegaba otra hostia a Freddie, y después dejándolo tirado en la calle.

Joven Bulsara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora