XIII

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Al dia siguiente desperté con más ganas que nunca de ver a Freddie. Permanecí sentada en un banco, deseando que apareciera por alguna parte, pero no le veía. Durante  las clases tampoco estuvo. Me preocupé bastante. Durante la hora del recreo volví a sentarme en el mismo banco, sola. No quería contacto con ningún tipo de persona, sólo con él. Pero me faltaba.

-Hey Rose – se acercó Steve al banco.

-Hola – dije con una desgana acentuada.

-Eh... ¿ocurre algo? – dijo preocupado, sentándose a mi lado.

-Es que… buf... Bulsara no ha venido hoy....

-Bah, se habrá puesto malo. Seguro que mañana estará por aquí.

Sentí un gran agobio en mi interior, acompañado de un malísimo presentimiento. Me levanté de un impulso y sin despedirme de mi pobre amigo, salí corriendo de la universidad. Recorrí miles de calles a paso apresurado, a medida que mi corazón palpitaba más y más, buscando salir de mi pecho, en busca de Freddie. Llegué a su pensión. Sin dudarlo dos o más veces, llamé al timbre.

-Ah, eres la novia de Bulsara – dijo el señor casero, al abrir la puerta..

-Hola... ¿puedo ver a Freddie? 

-No va a ser posible, puesto que anoche le eché de aquí - dijo con impasibilidad.

-¿Qué? - me sobresalté, con furia instantánea.

-Así es.

-¿Se puede saber por qué hizo usted eso? 

-Aquí el que no paga, a la puta calle. Así son las normas, jovenzuela.

-Es... es usted un desgraciado - estaba aguantándome las lágrimas. No podía creer lo que estaba ocurriendo.

-Lárguese de aquí a echarle un buen polvo a su novio, que bien le hará falta calentarse después de dormir toda la noche en la calle - rió y cerró la puerta en un golpe estruendoso, haciendo eco en mi mente por entonces vacía.

No podía creer que Freddie no hubiese pagado la mensualidad. ¿Dónde habría pasado la noche? Lo último que quería imaginar era que lo hubiese hecho entre cartones, como un pobre indigente sin hogar. Estaba claro que yo no podía permitir eso, pero... no sabia dónde estaba.

¿Y si era el día anterior el último en que vería a Freddie? Menudo desastre.

Lo último que quería en ese instante era regresar a la facultad. Todo me daba lo mismo. Sólo quería investigar el paradero de Freddie y ayudarle en todo lo que hiciese falta. Porque hubiese dado mi vida entera por su bienestar. Decidí regresar a casa, con la cabeza comida y llena de preocupaciones que parecían no terminar nunca, hasta que llegué a mi calle. Cuando lo vi allí sentado en la puerta de mi casa cargado de maletas, quedé mi locura quedó culminada.

-Rose… - Freddie tenía la cara roja, quizá del llanto que le causaba la desesperación de no tener hogar.

-Freddie... cariño – dije conteniendo la rebosante emoción. Corrí a abrazarle.

-Me han… me han echado de la pensión... y dios mío...

-Lo sé. Fui allí a buscarte y me lo dijo el hijo de puta del casero - le acaricié el pelo.

Freddie se separó de mi y  agachó la cabeza con vergüenza-

-¿Pero por qué no fuiste a clases? - pregunté, pasando una mano por su mejilla roja.

-Anduve buscando un sitio adonde ir durante toda la mañana, pero no encontré ninguno que se ajustase a mi bajo presupuesto. Y... vine aquí para pedirte que... bueno... si puedes, me dejes quedarme aunque sea sólo una noche hasta encontrar un alojamiento asequible. Sólo si quieres y puedes.

-Una noche no, Freddie. Debes vivir conmigo. Te lo ruego.

Un haz de luz iluminó de sorpresa su rostro.

-¿Cómo? Pero... ¿y los gastos de agua, luz…? 

-Los pagaremos a medias - mentí.

-No tengo dinero…- miró al suelo, suspirando.

-No te preocupes. Te buscaré un empleo, si es preciso - sonreí tierna.

Freddie también sonrió y me abrazó. 

-Entremos a la casa, anda - abrí la puerta y cogí una maleta. Ambos entramos.

-¿Cuántas camas tienes? 

-Una, claro está.

-¿Sólo una? 

-Sí, ¿pasa algo? - le miré alzando una ceja.

-Bueno... ¿tu sofá es cómodo? - rió un poco.

-Oh no no, no dormirás en el sofá.

-Eh... entonces... ¿el suelo es cómodo? - Freddie ya estaba totalmente confuso.

-Ven - me dirigí a mi habitación y él me siguió. Le mostré la cama. Era una cama de matrimonio enorme - Odio las camas individuales.

-Vaya... y esto significa que... 

-Dormirás conmigo - hice un gesto de 'tachán' - Bueno, sólo si es de tu agrado.

Freddie tenía los ojos llenos de ilusión.

-Claro que es de mi agrado - me abrazó.

-Entonces genial - reí confortada.

-Te agradezco mucho que me acojas en tu casa - me miró, lleno de amor.

-No hay que agradecer nada - le besé en los labios, brevemente - Bueno, vamos a colocar estas maletas en el armario.

Freddie había quedado helado ante el beso, que quizá había explicado al fin el sentido de la relación tan extraña que habíamos tenido. Cuando habíamos terminado, ya era hora de comer y nuestros estómagos cantaban óperas hermosas. Juntos preparamos macarrones con queso (¡Sí, otra vez, viva la imaginación!).

-Por cierto… Respecto a lo del dinero… Mis padres creo me pueden dar. Pero no me gustaría hacer eso - comentó, mientras daba vueltas a los macarrones en agua hirviendo.

-Ya te he dicho que te buscaré un empleo – dije, picando la cebollá. Entonces, recordé que un amigo de mi padre buscaba un dependiente para su zapatería. Era bastante famosa, las estrellas se compraban allí el calzado.

-¡Ya sé dónde podrías trabajar! - exclamé, a punto de cortarme con el cuchillo.

-¿Dónde? - se giró hacia mi, intrigado.

-En la zapatería de un amigo de mi padre. Pagan muy bien y serías el dependiente.

-Me parece bien. Sé cómo tratar con la gente.

-Además, creo que estarás muy cómodo. ¿Sabes que allí van las estrellas del momento? Podrás hacer amistad con la gente que vaya allí.

-Ojalá se me pegue algo de ellos. Me gustaría dedicarme a la música. Tener un grupo y triunfar como nadie - miraba al infinito, con aires de superioridad.

-Entonces, es tu trabajo - le miré admirada.

Freddie sonrió con los dientes. Eso significaba que estaba feliz de verdad, puesto que enseñaba los dientes muy de vez en cuando, ya que le daba vergúenza la prominencia que tenían. Aunque a mí me encantaban. 

-Rose - me miró fijamente - Siento mucho todo lo que te hice.

-¿Qué me hiciste? 

-Hablar con todas esas chicas que obviamente no valen nada a tu lado. Jamás he amado tanto a una chica como lo estoy haciendo contigo. Y ahora me ofreces todas estas cosas. Mereces el cielo.

-Ah, no exageres - le di un golpecito en el brazo. Me cogió por la cintura y me plantó un beso con lengua que me hizo visualizar en apenas un minuto todas las constelaciones habidas y por haber.

-No exagero - dijo al terminar el beso. 

Rompí a reír. 

-Anda, vamos a terminar de hacer los macarrones - volví con la cebolla y terminé de picarla. Freddie quitó la cazuela de macarrones del fogón y los echó en el colador, para quitar todo rastro de agua.

Sentía que algo hermoso estaba empezando a florecer en mi vida.

Joven Bulsara.Where stories live. Discover now