Capítulo 21

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Él

Morir, eso deseaba. No sabía nada de Camila desde el momento en que salió corriendo con su rostro empapado en lagrimas y, recordar esa imagen en mi cabeza, destrozaba mi corazón aún más. No podía soportar la idea de que estuviera sufriendo por mi culpa, no toleraba saber que yo era el culpable de su amargo llanto que aún resonaba en mi cabeza.

Llegué a mi apartamento y, mientras me quitaba mi abrigo, reproducí los tres mensajes que tenía en el contestador de llamadas. El primer mensaje comenzó a sonar: "Hola Marcos, soy...soy Victoria, cuando oigas esto llámame". Segundo mensaje: "Hola, de nuevo soy yo, intenté llamarte a tu celular pero no atendías. Por favor...llámame". El tercer mensaje duraba cinco segundos y sólo se oía un largo suspiro. Victoria había estado intentando ponerse en contacto conmigo a lo largo de todo ese día, pero me había dedicado a ignorarla y llenar de mensajes a Camila en su cuenta de facebook. Me desesperaba y me llenaba de impotencia no poder controlar sus sentimientos hacia mi.

Me tiré sobre mi cama boca arriba y, rogué con todas mis fuerzas, que Camila no continuara llorando y no se encontrara sufriendo como lo hacía yo en ese preciso momento. Deseaba estar con ella y tenerla en mis brazos, por lo que el hecho de imaginármela sola en su habitación me hacía sentir la peor de las angustias. Estaba desesperado y no recibía señales de su parte.

Abrí mi cuenta de facebook, desde mi celular, e ingresé a nuestro chat: había visto los mensajes hacían exactamente cuarenta minutos y no había recibido respuesta alguna ¿Qué se suponía que debía hacer?¿Debía insistirle o simplemente era una señal de que todo estaba acabado? Interiormente quería negar ésta última opción y engañarme a mí mismo con que aún nada estaba perdido y aún tenía solución las cosas entre ella y yo, pese a que era imposible.

Mis ojos comenzaban a empaparse y la vista se me nublaba de a poco ¿acaso estaba llorando? Pues sí, así era y ni siquiera yo mismo podía creérmelo. Me levanté de mi lugar furioso conmigo mismo, con Victoria, con Felipe y cuanta persona se me atravesara por la cabeza; comencé a lanzar por el aire todos los objetos a mi alcance, liberando así mi ira acumulada.

-¡Soy un estúpido!- grité con todo el aire existente en mis pulmones y parecía que mi garganta iba a desgarrarse.

Lancé fotos, carpetas y ropa hacia el suelo e incluso arrojé todas las películas, quitándolas de su lugar y azotando una por una contra la pared. De repente un apagón total cortó toda la luz tanto en el interior de mi apartamento como de la ciudad entera, puesto que una fuerte tormenta se avecinaba. Me senté a un lado de mi cama, en el piso junto al desorden, observando cómo me hundía en la noche y la lluvia, solo, como lo merecía. Con un brazo rodeé una de mis rodillas y con la otra mano acariciaba repetitivamente mi cabeza, evitando a toda costa dejar que fluyan las lagrimas que amenazaban brotar de mis ojos, pero fue en vano y una recorrió mi mejilla. Odiaba sentirme así, odiaba el sentimiento de culpa, odiaba el sentimiento de que me abandonaran una vez más, odiaba llorar por alguien. Ésta vez me las había buscado y estaba padeciendo las consecuencias.

Eran las cuatro de la mañana y aún me encontraba recostado en el suelo, dedicándome a prestar especial atención a cada una de las gotas que salpicaban en mi ventana; observaba cómo caía una, se deslizaba lentamente hacia abajo y se unía con otras gotas, haciendo que se deslizaran cada vez con mayor velocidad.

-Hasta el agua tiene más compañía que yo, maldito idiota- pensé en voz alta, como un maniático.

Me había dado por vencido, no insistiría más, por lo que este era el fin. Comencé a darme cuenta que en realidad no necesitaba tanto a Camila, a sus besos ni a sus abrazos como yo creía, o al menos de eso quería auto-convencerme para sufrir un poco menos. Entonces me di cuenta que estaba equivocado, malditamente equivocado al pensar eso, por lo que una espantosa idea surgió de mi cabeza y, hasta no llevarla a cabo como todo lo que planeaba, no iba a desaparecer de mi mente.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora