XXXIV

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Tus labios en los míos.

Tus manos en mis mejillas.

¿Por qué tuvo que durar tan poco? Más bien, ¿por qué demonios nos interrumpió Carmela?

—¡Los caché! ¡Sabía que tenían algo entre manos! —chilló dando brinquitos.

—Carmela... —dijiste poniéndote colorado.

—¿No dirás nada en tu defensa? —me preguntó tu prima.

Abrí la boca, pero no salió nada. Sentía mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho, en mi garganta y en mi cabeza. Mis mejillas ardían.

¿Esa había sido tu forma de decir que te gustaba?

Recuerdos de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora