Capítulo I

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El hecho de recordar cómo me entrometí en su vida me da nostalgia, fue una invasión a su mente y no sé si cambié algo en ella, pero me siento una persona afortunada de pensar que por lo menos ella sí cambió algo en mí.

Una tarde cuando yo ayudaba a acarrear la mercancía de los barcos cerca del muelle hacia el pequeño edificio que quedaba justo enfrente de la playa se soltó una gran tormenta; todos nos apresuramos a descargar para evitar mojarnos y cuando todos estuvimos dentro vi a alguien sentado en la playa, ciertamente no sabía quién era, llevaba menos de un mes viviendo en San Francisco. Pregunté a todos y me dijeron que era una chica a la cual veían cada semana, solo iba y se sentaba allí mismo estuviera el clima que fuera. No sabían desde hace cuánto tiempo venía y nadie había tratado de entablar una conversación con ella. Pensé que por su aspecto moribundo la gente trataba de huir de su presencia, o por lo menos hacer que no existía.
Decidí hacerla que entrara al menos en el pequeño edificio, no me parecía correcto verla mojándose con semejante clima; todos trataron de detenerme pero al final logré salir y me dirigí en su dirección.
-Hey-. Le dije, pero no hizo ni el más mínimo movimiento.
-Oye, creo que no deberías estar aquí-. Al instante me arrepentí porque volteó hacia mí y me miró de una manera curiosa que me hizo sentir incómodo.
-¿Quién eres? ¿Eres el dueño de la playa acaso?-. Genial, había logrado que se molestara, pero lo habría seguido haciendo con tal de escuchar de nuevo su voz.
Me senté junto a ella a pesar del diluvio que no conseguía terminar. -No lo soy, solo lo decía porque no quiero que te sigas mojando-.
-Gracias, pero no necesito que alguien me diga qué hacer, además ni siquiera te conozco-. Se había volteado lo suficiente para no poder ver su rostro, era cierto, ninguno de los dos se conocía. Pero mi curiosidad pudo más que el sentido común.
-Tienes razón, me llamo Jim, ¿Ves ese establecimiento pequeño? Es de mi tío Joseph, tal vez no lo conoces. Mis padres, John y Lana Parker, me han obligado a venir aquí porque creen que no tengo un futuro y soy alguien que no sirve para nada.
Ella solo soltó una pequeña sonrisa sarcástica.
-Te toca presentarte-. Le dije, pero pareció no haberme escuchado.
Pasó un largo silencio y dijo -Yo no tengo la obligación de hablar contigo, además, no te tienes que estar denigrando con tan pobre presentación-. Lo cual me molestó y me levanté, tenía razón, no me debería de importar si estaba mojándose.
-No, espera-. Me tomó de la mano y volví a sentarme.
-¿Ahora qué pasa?-. Contesté, esa situación había comenzado a hartarme.
-No quiero estar sola-. Me sorprendió que dijera eso, porque según los que vivían ahí siempre la habían visto así.
Pasó otro rato y yo comenzaba a tener frío, la lluvia había terminado y ahora empezaba un viento fresco que me helaba los huesos.
-¿Entrarás o te quedas aquí?
-Aprecio tu invitación, pero la lluvia ha terminado, además no creo que a tu tío le agrade la idea de que yo esté ahí.
-¿Por qué habría de molestarse?
-No lo sé, supongo que porque en todo el tiempo en el que he estado aquí todos han tratado de evitarme tu tío no será la excepción.
-Vamos, él no es así, ni siquiera lo conoces. Además, tal vez tú seas la que trata de alejar a todos-. Me dí cuenta de que la había puesto en una situación difícil y no sabía qué responder.
Se levantó, su cara estaba totalmente roja ,y ella enojada.
-¡Eres un imbécil! ¿Crees que puedes venir y decirme qué hacer y cómo pensar? Ni siquiera me conoces y si así fuera entenderías por qué desconfío de todos ¡Ahora, lárgate!
-Yo solo vine porque me preocupé que te mojaras, pero creo que tienes razón, me largo. Entiendo por qué todos te hacen menos y fingen que no existes.
-Maldito-. Y dicho eso se marchó dejándome con la curiosidad de saber quién era.
Me dirigí al establecimiento y cuando entré me bombardearon con preguntas como: ¿Cómo se llama? ¿Por qué no vino? ¿Te dijo dónde vive? Y por último "¿Te contó por qué su vida es tan miserable?"
Volteé en dirección al que había dicho aquello y contesté
-No la conoces, y si así fuera, entenderías por qué desconfía de los demás.

Cuando todos los empleados se habían retirado fui al pequeño cuarto donde supuestamente era "la oficina" de mi tío.
Éramos los últimos en retirarse y los primeros en llegar para abrir. Sigo sin entender la manía de él por querer estar en ese lugar, nunca hay más de 4 ó 5 clientes a la semana que se interesan por comprar pescado, aunque hasta no hace 3 años decidió venderlo a tiendas y restaurantes del centro.
-¿Puedo pasar?
-Adelante-. Contestó con voz severa.
Tomé asiento en la única silla aparte de la suya.
-Necesito preguntarte algo.
-Si quieres saber si tus padres han llamado la respuesta es no.
-No, no es eso.
-Bueno, empieza, tengo muchas facturas que mandar.
-¿Sabes algo de la chica que viene cada semana?
-¿Cuál?
-La chica por la que salí hace rato.
-Ah, no. Los pocos que frecuentamos este lugar la hemos visto desde hace aproximadamente un año. No sabemos nada de ella, suponemos que no le gusta convivir.
-Lo mismo pienso.
-Te recomendaría que no te vuelvas acercar a ella.
-Sabes que no voy a seguir tus consejos.
-Por algo dije "Te recomendaría" . Además ¿Tu turno no terminó hace 10 minutos?
Eso significaba que estorbaba su espacio personal, así que le hice caso y me marché.

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